Barranquitas. Apenas empezaba a calentar la mañana y se oía el trinar de la reinita y el san pedrito en un remoto rincón entre  los pueblos de Aibonito y Barranquitas. Allí, el Cañón San Cristóbal, el más grande e importante de Puerto Rico, se impone como un rey pero, lamentablemente, al sol de hoy se le maltrata como a un villano.

El cañón es ya veterano en las lides de los humanos que no han sabido apreciar las maravillas que esconde: aves endémicas, flora y fauna de alta riqueza ecológica y vistas espectaculares. Por décadas, y hasta finales de los años 70, la gran boca natural se veía asfixiada por la basura que, a diario, lanzaban por sus laderas y que provenía de cinco municipios. 

Se volvió un vertedero, sin consideración alguna a su patrimonio, historia e importancia para la Isla. De hecho, el río Usabón ha calado entre la piedra volcánica y los sedimentos para formar increíbles laderas, precipicios de vértigo y pozas, charcas y cascadas alimentadas por lluvias y manantiales subterráneos... todo ello sepultado por décadas bajo toneladas y toneladas de desperdicios.

Finalmente, el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico se dio a la tarea de acabar con la charlatanería y rescatar al gigante ahogado. Si bien lograron sacar la mayoría de los desperdicios y acabar con la práctica de que se usara de vertedero,  protegiendo de paso unas 1,778 cuerdas de terreno, parece que muchos no se han enterado y entran en las tierras protegidas para bañarse en las charcas y dejar una estela de neveritas de foam, latas, botellas de cerveza, ropa y hasta paquetes de hamburguesas sin cocinar.

De acuerdo con los intérpretes ambientales Roberto Cerpa (también geólogo) y María Cristina López Peña (científica ambiental), miembros de Para la Naturaleza (una unidad sin fines de lucro del Fideicomiso de Conservación) el espectáculo es deprimente. “La gente baja con sus neveras, barbacoas, con bocinas, botellas, paquetes y paquetes y parece que se les olvida que luego tienen que subir”, comentó Cerpa. “Entonces dejan todo tirado en el fondo del cañón”.

López Peña criticó que  “el daño es increíble. Veredas que antes tenían dos metros de ancho ahora son de veinte, completamente deforestadas, los árboles golpeados, nidos aplastados... aquí hay 678 especies de flora y 136 de fauna y todas se ven afectadas por esto”, reclamó.

El cañón alberga el guaraguao colirrojo, el jilguero, la ranita de labio blanco, diversos coquíes y la boa puertorriqueña, entre otra especies. En sus 1,800 pies de ancho y 800 pies de profundidad se pueden encontrar árboles como el cupey, también  llamado “árbol del autógrafo” o “árbol estrangulador”,  un acróbata vegetal que se agarra de cualquier filo para echar raíces y vida y  uno de los más golpeados por  los vaivenes de los inconscientes que prefieren dejar atrás su basural a echárselo en la espalda y subirlo hasta un zafacón.

Peligro innecesario

Saber que el Cañón San Cristóbal está siendo nuevamente amenazado  es indignante y los miembros de Para la Naturaleza hacen de tripas corazones para mantenerlo lo más limpio posible, pero los aguza’os creen sabérselas todas.

En nuestra visita, entramos por la vereda Don Félix, que estuvo dedicada al tabaco y ahora contiene bosques primarios y secundarios (de más o menos longevidad), y la vista se pierde entre las siembras de plátanos, chinas y café, entre otros frutos menores. Lo triste es que nuestro grupo no había caminado diez minutos  cuando Belén Rosado, coordinadora de la región norte-centro de Para la Naturaleza, nos informó que cuatro personas habían saltado la verja y se habían metido a la zona protegida. Así, sin más ni más.

Entrar no es el problema si se tiene conocimiento, lo cual no sucede en la mayoría de los casos y ahí es que vienen las desgracias. En julio, una fémina saltó a Charco Azul y terminó con diversas fracturas. Poco después un hombre se rompió un tobillo.

“Entonces viene la segunda parte: activar a los cuerpos de emergencia y a los vigilantes del DRNA (Departamento de Recursos Naturales y Ambientales) para que los rescaten, y todo podría evitarse... Tenemos guías, estamos entrenados para llevarlos y sabemos cómo sacarlos. Pero insisten en entrar solos”, reclamó.

El llamado es urgente. La secretaria del DRNA, Carmen Guerrero, se unió a la iniciativa y advirtió que “el Cañón San Cristóbal es un sitio único, de espectacular belleza, pero las personas que lo visitan deben considerar que representa retos de seguridad para quienes se aventuran a conocerlo sin las medidas y equipos necesarios”. La funcionaria agregó en comunicado de prensa que le brindarán todo el apoyo a la organización “para lograr que las personas comprendan la seriedad de  esta situación”.

Para reservaciones con guías experimentados, visite www.paralanaturaleza.org o llame al 787-722-5834.