Reconceptualizar los residenciales públicos de manera que se integren en una misma comunidad viviendas al alcance de diferentes clases sociales requiere un análisis exhaustivo para evitar un potencial choque cultural de personas que están acostumbradas a estilos de vida diferentes.

El plan de modificar el concepto tradicional del caserío debe llevarse sin precipitaciones y en alianza con la participación ciudadana y la opinión de expertos en conducta social.

Así opinó el sociólogo urbano Manuel Torres Márquez, quien hizo varios planteamientos  al secretario del Departamento de la Vivienda, Alberto Lastra Power, por disponerse a dar paso a su plan este año con la construcción de tres proyectos de vivienda que se desarrollarían en los terrenos de los antiguos complejos públicos Las Gladiolas y Puerta de Tierra en San Juan; y en el José Gautier Benítez en Caguas. 

“Me parece interesante y novedoso el concepto, pero insisto en que antes de anunciar con bombos y platillos este nuevo modelo se debió divulgar información previa por parte del Estado. Por ejemplo, ¿cuáles fueron los requerimientos federales?, ¿qué grupos de trabajo se constituyeron para iniciar este proyecto, hubo una amplia participación ciudadana, se consultó con el Departamento de la Familia, con la Policía, con Salud o con expertos como sociólogos o antropólogos urbanos, economistas urbanos o enfermeras urbanas?, ¿se llevaron a cabo vistas públicas para lo que a todas luces es un cambio de política pública?”,  cuestionó el también profesor de la Universidad Interamericana.

El científico social dijo que el proyecto puede tener una “buena intención” pero se puede “malograr” si no se examina con detenimiento el plan de acción pues podría tener “consecuencias delicadas en la convivencia y cohesión social” de las familias impactadas, las cuales tendrían matices e idiosincrasias culturales diferentes.

Agregó que lo “responsable” sería llevar a cabo un plan piloto en un solo lugar y luego extenderlo a sectores fuera del área metro de San Juan. 

Por su parte, el  sociólogo José Rodríguez coincide en que “en principio el proyecto es bueno si lo que provoca es la integración social”.

“Ahora bien, tenemos que ver la posibilidad real de esa integración y eso debe estar acompañado de un plan de educación, de programas de acción comunitaria, de fomentar el empoderamiento social y buscar grupos de apoyos que propicien la buena convivencia entre los diferentes grupos”, manifestó Rodríguez al agregar que es una excelente oportunidad para “romper los estereotipos y estigmas” que se tienen contra las personas del caserío.

Sin embargo, a Rodríguez le preocupa que el plan de unir con buena voluntad a personas de diferentes estratas sociales se vaya por la tangente y al final salgan perjudicados aquellos de menos recursos económicos.