En el corazón de Puerto Rico, la monoestrellada tuvo un emotivo homenaje que coincide con el 119 aniversario del primer izamiento.

Entre las montañas y el friíto del municipio de Orocovis una familia rindió tributo a la bandera a la misma vez que se trató de una tierna historia de amor que estuvo a punto de languidecer en el olvido.

Para poder entenderlo hay que transportarnos a mediados de la década de 1980 cuando Don Celestino Avilés, un tallador de santos ya había logrado reunir durante varios años consecutivos a algunos de sus colegas con la idea de que esa práctica artesanal no se perdiera y poder transmitir los conocimientos a la mayor cantidad de personas.

Don Celestino también comenzó a coleccionar antigüedades y fundó un museo en el corazón de Orocovis.

Pero faltaba algo.

El hombre todavía sentía que había que hacer más para inculcar el amor a las nuevas generaciones por los símbolos del país. Fue entonces que se inventó el Relevo de la Bandera. Similar a las competencias de pista y campo, en esta actividad se hace un pase de mano en mano, pero en lugar de un batón, se hace con la insignia.

Con los años las personas que se sumaron al esfuerzo fue creciendo.

La bandera se pasaba de las manitas de un bebé recién nacido, con la ayuda de un adulto, claro está, a las manos de muchos niños y continuaba en una trayectoria que recorría varias calles del pueblo hasta llegar a un frondoso árbol de mangó donde se izaba a la vista de todos.

Pero en el 2004 don Celestino falleció.

“Hacer la actividad sin él era muy fuerte para todos nosotros. Simplemente se dejó de hacer”, explica su nieta Maryelis Avilés.

Tuvieron que pasar 10 años para reunir la fuerza y retomar la iniciativa que finalmente ayer tuvo a los hijos, los nietos y los biznietos de Don Celestino que junto al Club Atlético Orocovis se dieron a la tarea de volver a pasar de mano en mano la bandera, para luego izarla, esta vez frente al museo que Don Celestino fundó.

“Yo no me iba a perdonar que esta tradición se quedara ahí. Yo nací con esto. Tengo 30 años y el Encuentro de Santeros lleva 31, así que imagínate.  Desde que empecé a tener uso de razón, la talla y luego el pase de bandera era algo importante y bien significativo. Es que no me iba a perdonar que muriera con él”, afirmó.

El próximo año la idea es volver a involucrar a más personas fuera de la familia Avilés.

“Lo que mi abuelo intentó y yo quiero intentar ahora es que no se vea la bandera como un simple pedazo de tela. No. Ese símbolo representa lo que uno es, de donde uno viene, donde uno creció y se desarrolló”, destacó.

Además la mejor forma de asegurar que las tradiciones permanezcan es involucrando a los niños que también son símbolo de inocencia y paz, dijo Maryelis.

¡Enhorabuena!