La morcilla es parte imprescindible de nuestro menú  navideño boricua. Nuestros abuelos acostumbraban hacerla de las tripas del cerdo que mataban en Nochebuena para repartir y comer en el Día de Navidad. Las sacaban, las limpiaban, las hervían y las rellenaban de arroz y sangre  para degustarlas en familia y regalar a los demás.  Con el paso de los años, la industria de venta y consumo del tradicional embutido fue creciendo.

Así fue que don Ángel “Nan” Otero vio la posibilidad de establecer un negocio que pudiera satisfacer la demanda de los residentes de Morovis y de pueblos aledaños. En compañía de su esposa, Carmen Virella, inició hace más de 30 años Productos El Jibarito, una pequeña pero muy bien organizada fábrica de confección de embutidos, famosa por su longaniza de pollo artesanal y por supuesto, por la morcilla.

“Antes aquí en el barrio se dedicaban a hacer morcillas clandestinas en las casas. Eso yo lo aprendí de mi madre. Aquí había un ranchito y las hacían. Después me dio a mí con seguir comprando en los mataderos y abrir un negocito”, contó don Nan.

El matrimonio recibió al equipo de Primera Hora en su hogar ubicado al lado de su negocio con avena, café y queso de papa, porque como expertos en la materia saben que nada se puede comenzar sin un buen desayuno.

Una vez completada la parte más importante del día nos trasladamos hasta la fábrica. Y ahí fue que comenzó la aventura.

Las reglas de higiene del lugar son estrictas, por lo que para entrar todos tuvimos que vestir una bata blanca tipo doctor y un gorro para el cabello. Una vez adentro, realizaron paso a paso lo que para ellos es su faena diaria.

La jornada inicia a eso de las 8:00 de la mañana comandada por Gabriel Lúgaro, administrador de la fábrica y nieto de Don Nan. A esa hora,  Sonia Rivera, empleada de la fábrica, ya tiene listas unas 105 libras de arroz blanco que se utiliza para rellenar la morcilla.

Ese es el único producto que se cocina, todo lo demás está crudo.

La producción se prepara en dos tandas de las que pueden salir hasta 90 libras de morcilla.

Como era de esperarse, Productos El Jibarito cuenta con maquinaria que facilita y agiliza el proceso de mezcla y embutido.

Es Luis Rivera, uno de los empleados más antiguos del lugar, quien se encarga de mezclar el relleno de la morcilla.

En la máquina se mezclan los ingredientes, todos perfectamente medidos como es reglamentario para ellos.  

Primero,  se vierten unas 50 libras de arroz blanco, luego se le añade la empella o manteca del cerdo. Luego se le añade sal, orégano, pique, pimienta, ajo y recao. Por último, y digamos que fue la parte más impresionante, se le añade la sangre de cerdo. Fueron varias fundas de sangre que pintaron de rojo la mezcla y salpicaron las batas y los zapatos de todos. Pero Luis sí que sabe hacer su trabajo, pues explicó que como toda receta hay que probarla. Y ahí frente a nuestras caras de asombro metió los dedos en la mezcladora, se los llevó a la boca y exclamó:  ¡Está buena!, lo que provocó una carcajada a todos lo que estábamos en el lugar.

Ya finalizado el relleno, entre Gabriel y Luis pasaron el producto a una palangana para así transportarla hasta la máquina que hace la magia: la embutidora.

Allí aguardaba Sonia, quien es la amarradora oficial de morcillas,  junto con las tripas de cerdo.

La mezcla se vierte en un gran cono que la conduce hasta la tripa.

Es Luis quien se encarga de embutir cada una de ellas.

Una vez rellena la morcilla, la cual tiene una longitud aproximada de una yarda, Luis se la pasa a Sonia, quien la amarra con hilo del que se usa para volar chiringa y la coloca en unos cubos, los cuales, al igual que los demás envases,  están despegados del suelo por exigencia de la agencia federal que los regula.

Y así, mientras salen las morcillas amarradas,  Gladys Maldonado, la que corta las tripas,  ya tiene una olla enorme con agua “que pela” para hervir los embutidos.

Doña Carmen explicó que en esa olla la morcilla debe hervir de 12 a 14 minutos y alcanzar una temperatura de 180 grados.

Luego del tiempo establecido, las morcillas pasan a una mesa donde Sonia y Gabriel proceden a picarlas para luego colgarlas de un anaquel donde se refrescan hasta que su temperatura desciende.

Ya lo que resta es empacar, pesar y almacenar.

Y como ir a Morovis y no comer morcilla es casi un pecado, probamos un pedazo que sin duda complació nuestro paladar.

Actualmente,  Productos El Jibarito distribuye a varias cadenas de supermercados en la Isla. También son suplidores de restaurantes y clientes que según don Nan llevan años solicitando la morcilla para Navidad.

Si desea hacer su pedido o quiere darse la vuelta por Morovis,  puede comunicarse al 787-862-2328 o llegar  al barrio Cuchillas, allí pregunte por don Nan y doña Carmen, que seguro llegará.