¡La leyenda vive!

Tras años de  espera fiel,  el famoso perro de piedra de Condado, San Juan, perdió la “cabeza” en medio de la intensa marejada que afectó la costa norte del país esta semana.

“Confirmado que no está. Lo que queda es el cuerpo, la cabeza se le fue”, dijo el guía turístico Steven Telvin, de 45 años, y quien acostumbraba a llevar visitantes a la famosa formación coralina.

Y así, de un día para otro,  el monumento natural  de roca marina que dio vida a varias leyendas urbanas desapareció en el mar, donde -según los cuentos-  también desapareció su amo.

Pero,  ¿la leyenda se hundió con él?  

Aunque la parte superior de la famosa piedra desapareció, todavía se puede ver la silueta de un “perro”, si se usa un poco la imaginación.

Daniel Santiago, taxista que trabaja en la zona turística  manifestó que “no me he fijado bien, pero lo sigo viendo allí”.

“Es que como el mar le ha seguido dando y la sal va desgastando la roca, ha perdido un poco la forma, pero se ve”, aseguró a Primera Hora.

De igual manera, Malenys Collazo, de Bayamón,  quien conoce bien dos de las leyendas del famoso perro del San Jerónimo, dijo que  lo sigue viendo en las rocas que bordean la laguna.

“Yo lo he visto y lo veo. No como antes, pero se sigue viendo”, indicó.

Según la leyenda oficial, -recogida en una legislación del año 2000, cuando la estructura coralina se declaró un  “recurso de valor cultural y natural”,  el perro espera por su dueño desde los tiempos en que Puerto Rico estaba bajo la corona española. 

La historia asegura que un joven soldado, llamado Enrique, quien trabajaba en el fortín San Jerónimo,  encontró un perrito herido y abandonado en las calles del Viejo San Juan. Enrique curó al animal y lo nombró “Amigo”. Se convirtió en su fiel compañero.

Meses más tarde,  España envió soldados de Puerto Rico (incluido Enrique) a Cuba, para la guerra hispanoamericana. Cuando el joven se despidió del perro, el animal se lanzó al mar y nadó hasta el arrecife de coral para esperar el barco que traería de regreso a  Enrique. La embarcación se hundió en batalla y desde entonces el perro esperaba fielmente por su amo.

Aunque esta es la narrativa que recoge la Ley 86 del 2000, existe otro cuento para el mismo perro.

Este asegura que el perro le perteneció a un pescador, al que acompañaba todos los días desde Santurce. 

Un día, en medio de una tempestad, el pescador dejó al perro en la orilla y se lanzó al mar a pescar. Al no regresar, el can  se posó sobre el rompeolas y aguardó hasta que se convirtió en piedra.

Quizás finalmente, ayudado por el fuerte oleaje, el perro y su amo se reencontraron.