Aviel Bascó Padilla es la prueba más contundente de que “mamá nunca se quitó”.

Su historia es un espejo de la persistencia: una madre –apoyada por su esposo Omar Bascó, su hija y una batería de cómplices de la esperanza– que descubrió en la venta de agua en las luces la posibilidad de recaudar los miles de dólares que necesitaba para ganarle la carrera al autismo que amenazaba con afectar el desarrollo integral de su vástago.

Era un maratón en el que tenía que encontrar dinero para cubrir el tratamiento de Aviel antes de que fuera tarde. “Los cinco años (de edad) eran como mi fecha, mi deadline. Yo tenía que avanzar y trabajar, y trabajar, y asegurarme que él estuviera lo más impactado posible (con las terapias)”, dijo la madre.

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Primera Hora se encontró con su historia y publicó en el 2007 la odisea en la que Marimil Padilla se había aventurado tras diagnosticársele a su hijo, a los dos años y ocho meses, un autismo PPD no especificado. Entonces Aviel tenía seis años; hoy tiene trece y hablar con él es la mejor evidencia que Marimil tiene para decir que llegó a la meta gracias, entre otros esfuerzos, a la delfinoterapia, que consiste en la interacción de un niño con problemas en el sistema nervioso central y un delfín, de modo que los sonidos que emite el mamífero afecten algunas neuronas cerebrales y lo estimulen positivamente.

Fue esta alternativa, cuya validez o efectividad no había sido comprobada científicamente, la que motivó a la familia de Aviel a recaudar $20,000 anualmente por cuatro años. “Yo le dije a mi esposo: ‘Vamos a levantar fondos’. Él me dijo: ‘Eres loca. Estás hablando de $20,000, no son dos pesos’. Y yo le dije: ‘Olvídate. Vamos a levantar fondos’”, recordó.

Hizo los cálculos y determinó que necesitaría seis meses de venta de agua para recaudar dinero, pero para su sorpresa el primer día vendió más de lo esperado. Ahora, disfruta los frutos de aquel esfuerzo.

Marimil, luego de diez años, ¿qué piensas de los logros alcanzados?

(Siento) una paz. No me arrepiento... No me equivoqué.

¿Por qué sientes paz?

Paz porque hice todo lo que yo entendía que podía hacer, todo, humanamente, profesionalmente.

¿No te equivocaste?

No me equivoqué, aquí están los resultados. Primero Dios... y después de eso mi intuición de mamá... Él estaba mal, yo sabía que él estaba mal, pero yo no lo quería peor, yo quería que él estuviera mejor.

“yo sobreviví esto”

Aviel enfrenta hoy las secuelas fisiológicas del autismo. Sin embargo, logró superar uno de sus grandes retos: la socialización. “Yo ni puedo decir que soy muy social ni puedo decir que soy antisocial”, explicó.

Cuenta que es selectivo con los amigos, tiene “como ocho ahora, incluido amigas”, como la chica que le gusta. “Estamos hablando, somos amigos, ella ya lo sabe, pero me falta preguntarle”.

¿Ella sabe qué?

Que a mí me gusta ella.

¿La estás enamorando?

Estoy tratando.

¿Y cómo?

Con mis chistes.

Aviel practica el béisbol –empezó con el baloncesto pero “se acabó como a los nueve”–, mantiene promedio de 3.80, sus clases preferidas son las de matemáticas –dice que es un genio en esta materia–, ciencia y la Biblia; prefiere hablar inglés, y ya tiene algunas alternativas de estudio. “Quiero estar en las ligas mayores de pelota, quiero ser veterinario, (y) todavía tengo el deseo de ser un diseñador de videojuegos, pero alguien me está parando”, dice, mientras mira a su madre.

¿Te gustan las redes sociales?

No tengo, no me dejan porque como a mi hermana no se lo dejaron hasta los 15 y ellos no quieren que sea injusto, por eso tengo que esperar.

¿Qué opinas de las recaudaciones por ti?

Que era retante, mucho esfuerzo, porque me acuerdo, empezaron a vender bizcochos, a vender agua...

Ha sido retante la pelota, pero persistes. ¿Qué te ha enseñado?

Me ha dado idea de cómo imaginar que mi mamá no se rindió para curarme, pues yo no me rendía en pelota... nunca me quité y ahora estoy jugando regular. La pelota me ha enseñado que no importa lo que todo el mundo te diga sigue, sigue.

¿Qué piensas del autismo?

Una enfermedad, que soy privilegiado por Dios y bendecido de que salí, soy un nene normal... Autismo es una cosa que se pasa trabajando fuerte.

¿Qué significado tiene el autismo en tu vida?

Que tengo una historia que decirle a mis nietos, a mis hijos... Yo sobreviví esto...

Para Marimil, Aviel “ha sido mi mejor maestro... Él me enseñó que se aprende cuando se puede aprender; que se acepta que lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer; que las personas aprenden de forma diferente”.

Para ella, la delfinoterapia “no es el milagro”, sino que tuvo un rol importante dentro del tratamiento de Aviel.

Hay mucho más que contar de esta historia de perseverancia pero estas líneas la limitan, aunque no puede terminarse sin una pregunta vital.

¿Por qué apostar a algo cuya validez no había sido comprobada?

En aquel entonces me arriesgué porque la medicina tradicional tampoco me daba ninguna seguridad... La vida se trata de riesgo. No había nada en la medicina tradicional que me dijera a mí que Aviel iba a estar mejor ni nada me lo estaba garantizando. La delfinoterapia me dio una esperanza de trabajar con algo (a lo) que el hombre todavía hoy no ha llegado.

Marimil no volvió a reevaluar a Aviel “porque la evidencia está aquí, yo no necesito comprobar nada más”.