La cultura del tatuaje clandestino en las cárceles del país ha sido por años un dolor de cabeza para el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR) debido al sinnúmero de prácticas de riesgo para el contagio de enfermedades, como el VIH y la hepatitis C, en las que incurren los confinados en su afán por marcar sus cuerpos.

Sin embargo, las posibilidades de propagación de estos peligrosos virus –mediante este método ilegal– podrían disminuir con la implantación de un innovador proyecto en el que se creará un área especializada en que los reclusos podrán realizarse tatuajes tomando las medidas de higiene y de salud necesarias.

Tan pronto como en un mes estaría comenzando el programa que fue una iniciativa del pasado secretario de Corrección, Jesús González, y que inicialmente será parte de un proyecto piloto en las instituciones que conforman el Complejo Correccional de Bayamón.

La inversión inicial del proyecto fue de $11,115 para la compra de equipo de tatuar e instrumentos como agujas, camillas, guantes, desinfectantes y tinta vegetal.

Así lo confirmó a Primera Hora el actual titular del DCR, José Negrón, al destacar que le dio el visto bueno al plan tras analizar la propuesta que incluyó un estudio que evidenció que, al menos, en las instituciones de Bayamón, el 69% de los confinados con tatuajes se los habían realizado en prisión.

“Evaluamos el concepto del proyecto y estamos de acuerdo que es el paso en la dirección correcta porque la realidad es que los confinados se están tatuando dentro de las instituciones con máquinas que entran sin autorización, sin medidas higiénicas y de forma insegura. Además, es una manera de protegerlos para que no se expongan a una enfermedad de contagio como la hepatitis”, explicó Negrón.

Y es que según explicó a Primera Hora Manuel Quilichini, director de Salud Correccional, los métodos utilizados por los presos al momento de tatuar su piel dejan boquiabierto a cualquiera.

Por ejemplo, mencionó que la creatividad de los confinados los lleva a crear máquinas artesanales en las que utilizan hasta lo inimaginable para marcar sus pieles.

“Básicamente, crean máquinas de tatuar con motores de abánicos y de vídeos... necesitan cualquier cosa que gire y le colocan agujas que hacen con alambres, jeringuillas, alfileres o lo que sea que pueda empujar la tinta por debajo de la piel. Para pintar, usan distintos tipos de cosas: desde tintas de bolígrafos hasta cartón. En este caso, lo que hacen es que como el cartón crea un tizne lo mezclan con gotas de shampoo o enjuagador bucal para aguarlo y sacarle el color. Son bien creativos”, explicó Quilichini.

Pero más allá del ingenio, el problema principal de este tipo de práctica es que pudiera ser tóxica para la piel y los materiales utilizados para marcarse no están esterilizados. Lo que es peor, muchos de los instrumentos punzantes que utilizan para tatuar son compartidos entre los confinados, propiciando la exposición a fluidos corporales –como la sangre– y posible transmisión de enfermedades infectocontagiosas.

Además, según dijo Quilichini, pueden surgir otras complicaciones como infecciones de piel.

“Pero nuestra principal preocupación es el contagio de hepatitis C, una enfermedad que no tiene cura. Ahora mismo en el sistema correccional tenemos unos 3,000 casos de hepatitis. Y aunque es difícil de identificar la fuente de contagio, entendemos que hay un número significativo entre los confinados que se hacen los tatuajes clandestinos... La mayor fuente de contagio en estos casos es el intercambio de fluido por las agujas que utilizan”, agregó el funcionario al indicar que la edad promedio de los presos que tienen esta enfermedad es de 31 años.

Quilichini explicó que la hepatitis C podría tardar en manifestarse hasta 20 años.

“Casi siempre el paciente se entera que lo tiene en una etapa aguda, cuando ya el hígado necesita ser trasplantado”, dijo Quilichini al explicar que el diagnóstico de la hepatitis se realiza mediante análisis de sangre.

Precisamente, según el bosquejo inicial del programa Desarrollo del Arte del Tatuaje, la Oficina para el Control de Infecciones de Salud Correccional establecerá los procesos de limpieza y desinfección de instrumentos y equipo desechables y no desechables.

Por otra parte, el proyecto deja establecido que los miembros de la comunidad carcelaria que realicen los tatuajes serán adiestrados por educadores del Departamento de Salud.

Inicialmente, el plan establecía que los confinados no se podrían tatuar diseños alusivos a bandos, gangas o pandillas, desnudos, drogas o dibujos de carácter racial.

En cambio, el actual secretario de Corrección aseguró que esta norma no será tan rigurosa para respetar la “libertad de expresión”.

“Soy fiel creyente de la libertad de expresión. No voy a controlar los dibujos que se hagan. Lo que sí haré es un registro en el que se le requerirá a los confinados que se hagan un tatuaje (que se tomen) una foto. La idea es que en ese expediente conste las marcas que ese confinado tuvo en su cuerpo al entrar y al salir de la institución. Esto es más bien una medida de seguridad ante la posible comisión de otro delito cuando estén en la libre comunidad”, explicó Negrón al agregar que se evaluará el proyecto piloto durante cuatro meses y, de ser efectivo, se impulsará su implantación en las otras instituciones carcelarias de la Isla.

Por otra parte, el funcionario informó que aún se evalúa los costos que tendrán los tatuajes para la población correccional, así como el porciento de ganancias que recibirán los confinados artistas, que están encargados de realizar los diseños.

“Nuestra división legal se encuentra evaluando esos detalles”, expresó.

En cambio, el borrador inicial de la propuesta indicaba que los tatuadores devengarían un ingreso de un 35% del costo del tatuaje. Mientras, el DCR retendría un 15%. El otro 50% del costo del diseño se utilizaría para la compra de materiales y equipo del mismo centro.

“Lo importante es que representará una oportunidad de ingreso para los confinados y es un programa autosustentable”, expresó Negrón.

El arte del tatuaje en las cárceles

A continuación, algunos datos del proyecto piloto  que impulsará el establecimiento de áreas especializadas para la creación de tatuajes en las cárceles de la Isla.

Descripción:  El propósito principal es que los confinados puedan hacerse  en la cárcel tatuajes de una forma segura y previniendo enfermedades contagiosas. Los mismos reos serán los artistas tatuadores.

Dónde:  Inicialmente, comenzará en las instituciones de Bayamón.  Luego de cuatro meses de evaluación, se contemplará su expansión al resto de las cárceles.

Meta:  El fin es promover prácticas saludables dentro del desarrollo del arte del tatuaje. Esto para prevenir y reducir dentro de la población correccional el contagio de enfermedades como el VIH y la hepatitis C, las cuales se pueden transmitir a través de fluido corporal (como la sangre) mediante el intercambio de jeringuillas.

Otros beneficios: La agencia sostiene que, además de un enfoque salubrista, se impulsará un proyecto autosustentable en el que los confinados que sean adiestrados como tatuadores podrán generar ingresos que ayuden a su reinsertación a la sociedad, una vez cumplan su sentencia.