En enero, su vida dio un giro de 180 grados. Había pedido traslado a una escuela en Patillas porque su padre se encontraba delicado de salud, pero sus planes cambiaron.

“Yo jamás pensé que a esta edad iba a ser Secretario”, dice Rafael Román Meléndez, un hombre humilde, de fácil y auténtica sonrisa, producto de la escuela pública y maestro de historia. El 21 de mayo, el designado titular de Educación cumple 37 años, pero luce más joven. En la escuela era “un come libros”; siempre tenía promedio de “A” y en la graduación cargaba con gran parte de las medallas.

Antes de ser nominado a la silla caliente de Educación, dirigía la escuela Federico Asenjodel sector Barrio Obrero, en Santurce, especializada en estudiantes con un perfil de deserción escolar.

Primera Hora lo entrevistó una mañana a la vera del lago Grande de Patillas, en el negocio Acqua Bar and Grill, ubicado en el sector El Correntón. Durante la entrevista pasó revista de su niñez y juventud; cantó, tocó guitarra y tarareó con un amigo de infancia –Juan Eduardo del Valle– la canción de su clase graduanda.

“A este lago mi papá me traía a pescar chopas desde pequeño. Venir aquí y tirar el anzuelo era una manera de compartir”, recuerda el Secretario, que nació en Arroyo y se crió en Patillas. “Esta vista para mí es terapéutica, es uno de mis visuales favoritos. Me produce paz y tranquilidad”, dice mirando el enorme cuerpo de agua que suele bordear una vez al mes cuando visita a sus padres, Rafael (Panchón) y Nilsa, en el barrio Cacao. Su único hermano, Alexis Rafael, también vive en Patillas.

“Rafa”, como lo llaman sus amigos, estudió en la escuela elemental del barrio Cacao, en la Segunda Unidad Joaquín Parrilla y en la escuela superior Cecilia Lebrón Burgos, en el pueblo. Hizo un bachillerato en Educación en el recinto de Cayey de la Universidad de Puerto Rico y una maestría en administración y supervisión escolar en la Universidad Metropolitana, donde estudia el doctorado.

Su papá era un obrero de la caña y trabajador agrícola. Cuando no había zafra, emigraba a Estados Unidos para recoger tomates y frutas. Su madre era ama de llaves.  

¿Cómo fue su vida de niño?

A pesar de que vivíamos con muchas limitaciones económicas, tuve una niñez muy feliz. Mis padres fueron desertores escolares. Mi papá apenas llegó al noveno grado y mi mamá obtuvo el diploma de cuarto año en la escuela de adultos en Guayama. Yo fui muy feliz dentro de las limitaciones de la pobreza en que vivíamos. No teníamos comodidades.

De su anecdotario cuenta que cuando cursaba el segundo grado enfermó y se tuvo que ausentar de la escuela por dos meses. “Recuerdo a Mrs. Díaz, aquella maestra de El Cacao que me llevaba los trabajos a mi casa para que yo no perdiera el semestre. La recuerdo porque el primero, segundo y tercer grado fueron fundamentales en mi desarrollo y ella tenía un compromiso inquebrantable con la educación”, dice.

En su barrio, Román Meléndez fue la primera persona en hacer un bachillerato. “Yo crecí en una casa muy humilde de madera. Allí estuve hasta los 14 años. La casa tenía un solo cuarto”, rememora. Luego, su padre, con mucho sacrificio y con lo que podía ahorrar de su trabajo como obrero migrante, compró un terrenito en el mismo barrio y construyó una casa en concreto, en la que viven sus progenitores.

¿Qué marcó su vida?

El apego de los maestros conmigo. Tuve maestros que nunca me soltaban, que siempre estaban pendiente de que no me faltara nada.

En la iglesia pentecostal, a la que iba con sus padres, se identificó con la enseñanza porque daba clases a jóvenes en la escuela bíblica.

Román Meléndez vive en Río Piedras hace trece años, desde que comenzó a estudiar la maestría. Uno de sus primeros trabajos fue de maestro de octavo grado en la Escuela Pachín Marín en Río Piedras.

“La propia experiencia me ha demostrado que ser maestro es mi vocación. Me apasiona el magisterio, me encanta ser director escolar. Ahí era donde yo tenía que estar. Me encanta estar con los estudiantes, con los padres y maestros”, dice.

Admiraba a sus maestros y dice que quizás por eso se le hizo fácil estudiar educación. “Después, cuando fui haciendo mi formación en educación, empecé a leer a Eugenio María de Hostos, su parte humanista y social. Me despertó curiosidad que aquí no le diéramos el apoyo y la importancia que le han dado en otros países como la República Dominicana, donde el currículo es hostosiano”, sostiene.

Siempre fue conservador. De la historia americana le interesó conocer la trayectoria de los presidentes Kennedy, Roosevelt y Carter.

En la universidad fue miembro del Consejo de Estudiantes y fundó la Unión de Organizaciones Estudiantiles.

En su tiempo libre – que ahora es escaso– va al cine. Uno de sus pasatiempos favoritos es leer la prensa, no solo la local.

Toca guitarra clásica, eléctrica y acústica. Tiene una guitarra que de vez en cuando “desempolva” para tocar en fiestas de Navidad. Tuvo una época de rockero. “Me encanta Fiel a la Vega”, acota.

¿Baila?

Malo, malo, malo.

Sin embargo, confiesa que le gustaría tomar clases de salsa. “A mi esposa le gusta y voy a tener que tomar clases”, dice para agregar que le gusta escuchar la salsa gorda. “Como soy músico, me gusta el ritmo de antes y si fuera a decir un grupo, es Richie Ray y Bobby Cruz”, expresa. Cuenta que no pudo ir al concierto que los estelares salseros presentaron en días recientes en el Coliseo de Puerto Rico. “Eso me dolió”, afirma.

También le gusta El Gran Combo y admira a los cantautores Danny Rivera y Andrés Jiménez “El Jíbaro”. Le encanta ir a los festivales a escuchar a los trovadores, dice.

El 28 de diciembre, dos días después que fue nominado al cargo, se casó en segundas nupcias con Vivian Torres, una maestra que conoció en la escuela Federico Asenjo.

Reconoce que el Departamento es una estructura llena de burocracia, con muchas complejidades y con asuntos que hay que resolver. Para empezar, cambiaría la estructura administrativa para que sea en función de las decisiones que se tienen que tomar para las escuelas.

“Hay que delegar funciones de los directores. Mi prioridad es reforzar la autonomía escolar”, dice.

También quiere aumentar la retención escolar. “Yo creo en la educación alternativa. Hay estudiantes que necesitan otro tipo de ambiente y estructura para aprender”, afirma.