Por las costas, en los mangles y hasta en la orilla de la carretera, todos atados de una soga, así es que solemos ver a los jueyes, grandes cangrejos que dependen del mar para su alimentación y reproducción, pero suelen “encuevarse” y, así, es que terminan siendo cazados.

El juey, con su enorme palanca, inspira respeto, pero eso no evita que sea muy codiciado y apreciado por su sabor suave y dulzón, y preparado en infinidad de platos de la cocina boricua.

El Festival del Jueyero, en el malecón de Guánica, celebra la vida y trucos del sabroso crustáceo. En la actividad, se premia, por ejemplo, al más rápido: todos los competidores, apiñados en un balde, son echados en medio de un círculo y el que llegue primero al borde, gana la competencia.

Y, por supuesto, no puede faltar el más grande: este año ganó El Famoso, un hermoso ejemplar con una palanca que, francamente, daba miedo.

La fiesta sigue con la preparación de decenas de platos en los que, por supuesto, el juey es el protagonista. Chiqui Charles, la creadora y organizadora del festival, echó a los crustáceos en una gran olla y, bajo su mirada atenta, salieron arroces, alcapurrias y guisos que deleitaron el paladar de cientos de personas, quienes no perdieron la oportunidad de chuparse hasta las patitas.

Un festival sabroso, de pueblo y con sentido de comunidad, todo gracias al juey, rey de las costas. ¡Qué rico!

El carapacho de un ejemplar puede llegar a medir hasta cinco pulgadas de ancho.