Anochecía el 15 de febrero de 1970 cuando una terrible noticia estremeció a Puerto Rico: un avión procedente de la República Dominicana se había estrellado sobre las aguas del Mar Caribe poco después de su despegue, provocando el fallecimiento de un centenar de personas, incluyendo a 12 de las 13 integrantes del equipo nacional de voleibol femenino boricua que se encontraban en la vecina isla participando de una serie de fogueos de cara a los XI Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe que se efectuaron ese año en Panamá.

Hoy se cumplieron 45 años del fatídico accidente y la siempre recordada atleta Carmen Rosa Sabater, la única jugadora que sobrevive al equipo, rememoró a Primera Hora las incidencias de aquel doloroso momento que por años ha sacudido estrepitosamente su memoria.

El dolor es inevitable al hablar del tema. De hecho, a Carmen Rosa le costó más de tres décadas conversar abiertamente sobre aquel accidente del que el destino la salvó de perecer pues, había regresado a Puerto Rico una noche antes de la colisión para representar a su equipo en una Cena Olímpica programada en San Juan y en la que se le acreditaba como la mejor jugadora de voleibol del 1969.

"Han pasado los años y todavía sigo con el mismo pensamiento  y pregunta que tuve aquel día: ¿por qué yo?, ¿por qué yo? Tantas muchachas jovencitas y yo era la mayor (tenía 24 años)… ¿por qué yo? Pero son cosas de Dios, y después de mucho tratamiento he logrado echar pa' lante", expresó la mujer que hoy tiene 69 años y logró una carrera exitosa como química y consultora en farmacéuticas.

En un viaje retrospectivo, Carmen Rosa recordó que aquella noche llegó hasta el aeropuerto internacional a recibir a sus compañeras de equipo, con quienes mantuvo comunicación telefónica esa misma madrugada luego que estas la llamaran para notificarles que habían ganado el último juego contra las dominicanas.

"Me llamaron a las 2:00 de la mañana para decirme que habían ganado. Estaban felices, celebrando. Hablé con todas… hasta con el coach Juan Ramón Loubriel (quien también falleció en el accidente). Empezaron a celebrar conmigo, a contarme sobre el juego  y a decirme que me lo habían dedicado…fue la última vez que las escuché y supe de ellas", expresó. Las integrantes de ese equipo eran Lolita Villegas, Carmen Zoraida Figueroa, Belinda Correa, María de Lourdes Sánchez, Rosa Rivera, las hermanas Maritza y Rosa Bernal, Hortensia Otero, Iris Rodríguez, el entrenador Juan Ramón Loubriel y su asistente Fernando Jiménez.

Con aquel entusiasmo de poder felicitar y abrazar a su equipo personalmente, fue que Carmen Rosa acudió al aeropuerto donde la espera por el vuelo se hizo larga.

"No llegaban. Entonces voy al counter de Dominicana de Aviación (línea aérea) y estaba todo cerrado. No había ningún personal y eso me estuvo extraño. Entonces, poco después empieza a llegar la gente de la calle al aeropuerto, y nos dan la noticia porque lo habían notificado en el Show de Chucho Avellanet por televisión. Al principio, no reaccioné… como que no podía caer en cuenta de lo que había pasado y me fui para mi casa", dijo al recordar que algunos miembros de su familia se estresaron pensando que era parte de los 102 fallecidos pues, en un inicio, así se informó a través de los canales de noticia. Entre las personas que perecieron también estaba el campeón mundial de boxeo de las 135 libras,  el dominicano Teo Cruz, quien había vivido en Puerto Rico y viajaba esa noche junto a su esposa y sus dos hijos para visitar a unos parientes en la isla.

A partir de aquel día, la vida de la mujer dio un giro inesperado y cargado de muchas heridas difíciles de subsanar. De hecho, uno de los momentos más tensos fue tener que viajar al otro día del accidente a la República Dominicana a identificar a parte de los fallecidos.

"De ahí en adelante, mi vida cambió totalmente. Fue un cambio bien significativo…  Me acuerdo que fueron a buscarme a casa para que fuera a identificar los restos  que encontraron… fue una experiencia horrible, malísima. Recuerdo que fui a una misa de recordación en la catedral", relató, mientras era interrumpida por la nostalgia. "Disculpa, no puedo evitarlo… se me salen las lágrimas", expresó compungida a este diario.

Tras ese vía crusis, la veterana atleta regresó a Puerto Rico  y 13 días después, el 28 de febrero de 1970 cargó la monoestrellada en los Juegos Centroamericanos en Panamá. El abanderado seleccionado en aquel entonces, el levantador de pesas Fernando Luis Báez, cedió la oportunidad a la voleibolista quien abrió el desfile de los Juegos en representación de todas sus compañeras. "Mientras cargaba la bandera, estuve todo el tiempo llorando. Me acuerdo que el día del primer saque de bola, no la pude servir porque estaba temblando de arriba a abajo", relató.

Carmen Rosa dijo a este diario que después de los Centroamericanos su retorno al deporte, se dio poco a poco. Fue para el 1974 que ingresó nuevamente a la cancha pero esta vez como dirigente. "Me iba a quitar, pero dije: ‘no’. Formé otro equipo nacional y de ahí salieron grandes jugadoras como Beba López, Pilar Vázquez, Rosita Rivera…ese equipito lo formé yo. Recuerdo que viajé con ellas a jugar a República Dominicana. Luego de eso me dediqué a mi profesión", agregó, quien enganchó los guantes como química hace 16 años  y disfruta de su retiro en una casita de playa que compró hace muchos años en Culebra, un lugar del que disfruta mucho y la llena de mucha paz. A San Juan, viaja sólo de vez en cuando a alguna cita médica o a visitar a su familia.

Por años, Carmen Rosa trató de desvincularse del tema evitando hablar sobre el accidente  y rechazando cualquier invitación a alguna actividad conmemorativa. Rompió el silencio en el 2005, durante un acto de recordación que se llevó a cabo en el Museo del Deporte en Guaynabo, al que acudieron también familiares de las integrantes de la Selección Nacional Femenina de 1970. Pero luego comprendió que compartir sus sentimientos era parte del proceso de sanación.

"Me desconecté muchos años. No mantuve comunicación ni siquiera con los familiares de las muchachas. No sabía quiénes estaban vivos, quiénes no. Es que no podía bregar con la situación… daban actividades y nunca iba  a nada. Es que es algo que me llena de mucho dolor… es una fecha que siempre he tratado de borrar del calendario. Pero poco a poco uno va sanando, aunque no se olvida", reflexionó.