Después de meses de noches sin luz y de un calor abrasador de día, Noe Pagán estaba dichoso cuando finalmente llegaron en febrero los trabajadores del servicio eléctrico para restablecer la luz en las montañas donde vive. Pero para su consternación, en lugar de levantar el poste que derribó el huracán María, los contratistas federales instalaron un cable conductor de 220 voltios en el angosto tronco de un árbol de pana, una violación al código de seguridad que prácticamente garantiza que Pagán y sus vecinos se quedarán sin luz cuando vuelva a pasar un huracán. 

“Les pregunté si iban a conectar el cable al poste y no me contestaron”, expresó Pagán, un empleado de un garaje de 23 años. 

Luego de ocho meses de trabajos y de una inversión de $3.800 millones para poner fin al apagón más prolongado en la historia de Estados Unidos, funcionarios dicen que la Autoridad de Energía Eléctrica de Puerto Rico está casi segura de que la red volverá a quedar inservible cuando llegue el próximo huracán a esta isla de 3.3 millones de habitantes. 

“Es un sistema altamente frágil, vulnerable y que ante el embate de otro huracán o de alguna catástrofe natural, puede sufrir daños mayores como sufrió con María”, admitió el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló. 

Es previsible que se produzca otro desastre climático en virtud de que el calentamiento de las aguas del mar genera tormentas más fuertes. El servicio meteorológico dice que hay un 75% de probabilidades de que la temporada de huracanes del 2018, que comienza el viernes, genere entre cinco y nueve de estas tormentas. Y hay un 70% de probabilidades de que en esta temporada haya hasta cuatro huracanes fuertes, de categoría 3, 4 o 5, con vientos de 179 kilómetros (111 millas) por hora o incluso más intensos. 

“Es inevitable que Puerto Rico sea azotado de nuevo” por un temporal, afirmó Bruce Walker, director de la Oficina de Electricidad del Departamento de Energía de Estados Unidos, que planea el rediseño a largo plazo de la red eléctrica de la isla. 

A pesar de los miles de millones invertidos en la red desde el paso de María el 20 de septiembre del 2017, las autoridades de Puerto Rico advierten que una tormenta de mucho menor fuerza que un huracán categoría 4 como esa podría causar trastornos como los que todavía se sienten. Aproximadamente 11,820 viviendas y negocios aún no tienen luz. 

“La red está, pero no está. Se tambalea”, manifestó Héctor Pesquera, comisionado de seguridad pública de Puerto Rico. “Incluso si viene uno de categoría 1, el estado (de la red) es tal que creo que vamos a quedarnos sin luz. No sé por cuánto tiempo”. 

Las autoridades federales y líderes de Puerto Rico atribuyen los problemas a décadas de mala administración, que provocó una deuda de más 9.000 millones de dólares y llevó a la quiebra a la autoridad eléctrica. Se lanzaron costosos proyectos que luego fueron cancelados. Los políticos aprobaron el suministro de energía barata para empresas con buenas conexiones en el gobierno. Cuando llegó María, había postes de madera podrida, torres de transmisión oxidadas y árboles sin podar cuyas ramas amenazaban con destruir miles de cables del tendido eléctrico. 

En muchos sitios de todo Puerto Rico, los fondos federales asignados después del desastre compensaron años de pobre mantenimiento, reemplazando una infraestructura altamente deteriorada con decenas de miles de postes nuevos y cientos de miles de kilómetros de cables conductores traídos desde Estados Unidos a un alto costo. 

Pero en otras zonas, personal sin el equipo adecuado se las ingenió como pudo para reparar postes y cables en un esfuerzo desesperado por restablecer la luz. En las zonas altas de occidente, el tendido de cables fue entrelazado e instalado desprolijamente usando árboles en flagrante violación de los códigos de seguridad más básicos. En Caín Alto, la ciudad de Pagán, y en al menos una segunda localidad se usaron árboles como postes improvisados al no contarse con el equipo indicado. 

“Trabajamos con el poco material que había disponible y reciclamos materiales. Cogíamos los 1000 pies (unos 300 metros) de alambre que había en el piso y los montábamos en otra área”, declaró un trabajador del servicio eléctrico que pidió no ser identificado por temor a represalias de sus jefes. “Sacábamos postes caídos o algún poste que estaba virado (inclinado) y los montábamos en otro lugar. Muchos de los trabajos están débiles”. 

Fredyson Martínez, vicepresidente del sindicato de trabajadores eléctricos, dijo que calcula que del 10% al 15% del trabajo de reparación hecho en los últimos ocho meses no satisface los patrones de calidad mínimos. 

“La logística fue pésima. Tiene una calificación de F (reprobada)”, sostuvo. “Hay que hacer correcciones”. 

Las autoridades federales y puertorriqueñas se preparan para otra catástrofe que podría dejar la isla sin luz por semanas o meses. La Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (conocida por sus siglas en inglés, FEMA) está instalando unos 600 generadores en sitios clave como hospitales y estaciones de bombeo de agua, cifra seis veces superior a la que había antes de María. La FEMA tiene 5,4 millones de litros de agua de reserva y más de 80.000 carpas, que está entregando junto con otro equipo para emergencia a los alcaldes de ciudades pequeñas de toda la isla para que estén instaladas cuando ocurra el próximo desastre. 

Pero poca gente piensa que la isla está realmente preparada para hacer frente a otra tormenta fuerte. 

“Mañana pasa un huracán y deja la isla sin luz por completo de nuevo,” aseguró Juan Rosario, activista comunitario y exmiembro de la junta directiva de la autoridad de energía eléctrica. 

Hasta 4.645 más fallecimientos de lo usual ocurrieron en Puerto Rico en los tres meses posteriores al paso de María, según afirma un nuevo estudio publicado esta semana por la revista New England Journal of Medicine, una cifra que supera ampliamente la cifra oficial de 64 muertos anunciada por el gobierno. 

Las autoridades le recomiendan a la gente que almacene suficientes artículos para emergencias como para sobrevivir 10 días sin ayuda. Decenas de miles de viviendas siguen sin techo. La FEMA distribuyó 59.000 enormes pedazos de plástico entre personas que se quedaron sin techo por los huracanes Irma o María. Más de 100.000 individuos recibieron lonas más pequeñas para proteger cuartos específicos o pertenencias. Solo 21.000 viviendas recibieron ayuda federal para hacer reparaciones permanentes. 

María arrancó la casa de madera de Juana Sostre Vásquez de sus cimientos en las montañas del centro de la isla. Esta abuela de 69 años, que vive de cupones de alimentos y de su pensión del Seguro Social, reconstruyó la vivienda con la ayuda de su yerno, usando bloques de hormigón y cemento que adquirió con los 14.000 dólares que la FEMA le dio. El techo es una lámina de metal clavada a una estructura de madera, ya que no pudo pagar por algo más resistente. Dice que confía en que el próximo huracán no se llevará la lámina. 

“El dinero no alcanzó para arriba”, dijo la mujer, aludiendo al techo. “Cuando consigo un par de pesetas, lo hago poco a poco”.