Cuando piensa en “fast food”, ¿se imagina una ensalada? Pues un muestreo dice que no.

Un revelador estudio hecho por la compañía puertorriqueña Burea mostró que, dada la oportunidad, los consumidores de comida rápida se irán con el hamburger, el pollo frito y tomarán refresco, en lugar de escoger opciones más saludables.

El estudio, realizado del 29 al 31 de marzo y del 18 al 20 de abril (seis días en total) recogió una muestra de 500 usuarios de la aplicación de iPhone y Android de Burea y reflejó que el 88% de los compradores son mujeres (un dato que no sorprende ya que estudios anteriores han revelado que ellas son las que suelen tomar las decisiones de compra en el hogar) y que se ven fuertemente influenciadas por las ofertas del momento para estirar el peso.

Durante la oferta, las compras -que se verifican escaneando los recibos a través de la aplicación- permitían al usuario recibir hasta 50 centavos en “cashback” por sus compras, sin importar el monto. En promedio, los consumidores gastaron $7.47.

Al cotejar los resultados del estudio, se identificó que un impresionante 44% de los consumidores optaron por comprar hamburguesas. Le siguió un 29% con pollo frito y un 15% optó por sándwiches. Lejos quedó la pizza (2%), la comida oriental (1%) y la criolla (1%). 

En cuanto a bebida, el 78% de quienes compraron optaron por el refresco en lugar de la botella o el vaso de agua, aunque ya es sabido que la segunda alternativa no representa un gasto adicional.

El horario también fue un factor importante: el 54% aprovechó la oferta durante el almuerzo, que es cuando menos tiempo se suele tener para comer y se buscan alternativas rápidas. Geográficamente hablando, ganó el área oeste con un 29%, siendo Mayagüez el rey del “junk food”.

¿Y dónde queda la salud?

Consultamos a dos nutricionistas sobre los resultados del estudio y ambas coincidieron en que no solo hace falta más educación, sino voluntad.

Idalia Burgos García, quien es nutricionista y dietista -aunque retirada de la práctica- reiteró que “antes en los centros de salud había nutricionistas; ahora ningún plan los cubre y nos hemos tenido que ir yendo a práctica privada. Ese contacto directo con el pueblo ya casi no se da”.

Según la doctora, es fácil sentirse atraído por lo frito porque “no se puede negar que sabe mejor” pero el efecto es que “te estás metiendo en el cuerpo grasas saturadas, cantidades altísimas de azúcar y quien terminará resolviendo es el médico, porque eso empeora todo tipo de condiciones de salud”.

“Los nutricionistas sabemos qué debemos comer, las cantidades, las porciones y combinaciones. Eso se les enseñaba a los pacientes; se daban clases, pero ya no y se paga con más visitas a la sala de emergencia, más condiciones como diabetes y enfermedades del corazón, más gordura”, dijo Burgos.  

Comer comida rápida no es necesariamente lo malo, sino el exceso, opinó la nutricionista licenciada Suzanne M. Jiménez, quien trabaja para el programa Head Start en Bayamón. “Yo atiendo familias, y la realidad es que muchos dicen que no tienen tiempo para cocinar y la comida rápida es la solución, sobre todo esas madres que recogen a los hijos de la escuela y tienen que llevarlos a la práctica. De camino, con un Burger King en cada esquina, no es de extrañar que van a terminar allí”.

Según Jiménez, otro de los problemas es la publicidad excesiva de los alimentos que no son necesariamente los mejores. “Tú vas a un cine y en lo que dan los cortos ves ofertas y ofertas de pollo, de hamburgers suculentos, y en verdad es que uno se babea”, reconoció. “Ahora, si me presentaran una ensalada con un pollo ‘grilled’, con un aderezo vinagreta y una botella de agua… si se presentara más eso en los medios tal vez la gente tomaría otras decisiones”.

“Obviamente se sabe que con este tipo de alimentos de comida rápida -las papas fritas, el azúcar en los refrescos y los postres- un consumo en exceso a largo plazo pueden llevar a posibles complicaciones si se combinan con pobres hábitos de salud, como falta de ejercicio o pasar horas frente al televisor”, comentó. 

La alternativa, según la licenciada, no es eliminar la comida chatarra de golpe porque “si tienes el antojo, vas a comerte el doble o el triple”, sino planificarse. “Si sabes que un día vas a comer en la calle, pues en vez de pedir las papitas fritas pide las manzanas, o cambiar el pan por una plantilla integral, o busca una ensalada y un chili, que es bien alimenticio. Yo no le veo nada de malo”, aseguró. En cuanto al resto de la semana, recomendó llevar las comidas al trabajo o planificarse de antemano al “desarreglo” para compensar en otros momentos del día.

“Ahora en los establecimientos está bien a la mano el contenido calórico de cualquier oferta y no tienes más que ver el número para saber que no te va a hacer bien. La gente tiene que tomar el control de su alimentación… Se tiene que educar a las personas que hay mejores opciones”, acotó Jiménez.