En el Día del Veterano, varios soldados de Vietnam compartieron con Primera Hora los recuerdos de las horas amargas de la guerra; la guerra que dejó huellas en sus cuerpos y en sus mentes.

Que hablen, resulta fácil. Lo que parece contradictorio es que todos digan que preferirían olvidar toda la tragedia humana que vivieron en el país asiático.

Los tres soldados que entrevistamos eran prácticamente unos niños cuando salieron de Puerto Rico a ensayar el triste oficio del soldado.

Las historias que nos relataron los tres ex militares son todas de muerte.

Hablan de la irreversible realidad de perder a un compañero de combate. De ver a civiles inocentes que perdieron la vida, inclusive vietnamitas aliados a Estados Unidos que perecieron por culpa de la guerra; aun niños.

Nuestros soldados en Vietnam sufrieron además los efectos del famoso agente naranja, un químico que dejó serias secuelas en sus cuerpos, como es el caso de Celestino Calcaño de Jesús.

Ayer, soldados de la guerra de Vietnam aprovecharon para expresar sus quejas contra el sistema de salud de la Administración de Veteranos en Puerto Rico.

Ellos son de la generación de militares que más sufrieron por el llamado síndrome de estrés postraumático.

Los años han pasado.

Vietnam, sin embargo, sigue siendo un recuerdo vivo en miles de puertorriqueños que fueron a esa guerra, que perdieron a un familiar allí o recibieron a un pariente herido o con problemas emocionales.

Este diario les da el espacio y la palabra para que se desahoguen, para que compartan su momento más traumático con nuestros lectores.

“Recién llegaba y una granada lo destrozó”

Ángel M. Fontán Pagán, de Vega Baja, lo recuerda como si hubiese sucedido ayer. 

Él tenía 20 años  y vio  la muerte de cerca, demasiado cerca, de uno de los de su tropa en Vietnam.

Ambos eran jóvenes, pero el que perdió la vida acababa de llegar al escenario de la guerra y  pagó caro la inexperiencia.

“Íbamos  a hacer una emboscada y era la primera vez que él salía. Apenas llevaba con nosotros dos semanas”, contó Fontán Pagán, quien señala  que la mala suerte de su compañero se debió a que se le encajó el pin de una granada que llevaba en su chaleco.

La granada se le cayó al piso, y “él, en vez de irse a correr, la cogió y la tiró”.
“La granada le explotó en la cara, lo destrozó. No me acuerdo de su nombre... Yo era el que estaba más cerca de él... y nunca lo olvidaré”, dijo el ex soldado de Vietnam, quien le confesó a Primera Hora que éstas son historias que hoy, en 2009, él  prefiere olvidarlas.

A veces  tiene  flashbacks con éste y otros incidentes horribles de aquel conflicto bélico al que llegó sin antes haber vivido nada tan intenso.
Era casi un niño y dice que fue lanzado a la guerra de sopetón.
La muerte  la vio a mayor distancia muchas veces, principalmente la muerte “del enemigo”.

Cuando murió su compañero “americano”, Fontán Pagán y el resto de los  soldados de su tropa estaban como a  más de mil pies sobre el nivel del mar.
Les ofrecían  apoyo de monteros a otros soldados que estaban más abajo.
Luego el soldado boricua  pasaría a combate directo y ahí  volvería  a ver la muerte de otros muchos; quizás de demasiados.
Se curtía en el dolor como tantos otros tantos militares.
Según contó, vio hasta  muertos “guindando en bambúas”.
A Fontán Pagán, como a otros soldados puertorriqueños, la guerra le marcó su existencia.
 Hoy, tantos años después de aquella  pesadilla,  él lidia con el trauma.
No es el único, y lo sabe.
Vietnam está físicamente lejos, pero la guerra y sus desgracias siguen cerca,  en su mente.


 

 “ No vuelvo allí ni de turista;  no, yo  no lo    haría”

José Luis López Maysonet no quiere volver a Vietnam como turista. Otros soldados de aquella guerra han querido enfrentarse a los recuerdos visitando ese país asiático,pero a él la idea le aterra.

“Vivo mi vida tratando de olvidar eso”, dice, y luego sostiene que volver al escenario de la guerra sería “sufrir de nuevo”;  ir a donde le tiraron a matar.

Una de las vivencias que más lo han marcado fue ver cómo el puente sobre el río Saigón  un día se llenó de muertos, muertos del ejército americano.

Él y su compañía habían librado allí una batalla que duró desde las 12:00  de la medianoche hasta las 6:00 de la mañana del día después.

“Cuando salió el sol, el puente estaba florecido de muertos”, recordó el soldado, otro de miles que les temen a los llamados flashbacks de los años terribles  de la guerra en tierra vietnamita.

De todo lo vivido, y fue mucho, López Maysonet dijo que lo más terrible fue ver morir a tres niños y dos mujeres de Vietnam del Sur  que llenaban de arena sacos que los soldados usarían como trincheras.
 Esas familias trabajaban para el ejército  de Estados Unidos y,  a cambio, se les brindaba algún dinero y comida.

“Yo estaba enfermo y por estar enfermo me ordenaron que los vigilara mientras llenaban los sacos. Había una montaña inmensa de arena y ellos socavaron la parte de abajo. El resto se les vino encima”, recuerda vívidamente el veterano boricua.

Los vietnamitas que él vigilaba eran civiles y además de llenar los sacos, les limpiaban los zapatos a los americanos.
 También les planchaban las fatigas.

Vietnam, mejor olvidarlo. Intentar olvidarlo cada día, insiste López Maysonet décadas después de haber prestado servicio  militar en ese país.

“Yo prefiriría olvidarlo todo. Yo no voy a volver a Vietnam”, insistió en una entrevista con Primera Hora poco antes de que participara de una  ceremonia en el monumento  de los soldados caídos, que ubica al sur del Capitolio en ocasión del Día del Veterano.

La actividad fue convocada por la Vietnam Veterans of America, organización a la que López Maysonet pertenece.


 “ Era matar o que te mataran; así era en Vietnam”

Celestino Calcaño de Jesús, de Carolina, vive en carne propia el efecto de haber transportado el dañino agente naranja.

 Llegó a Vietnam a los 18 años de edad y salió contaminado.

La huella del agente naranja se halla aún  en su cuerpo, en forma de un cáncer en el hígado.
Cuando se le pregunta a Calcaño de Jesús  cuál fue la experiencia  de guerra más traumática, sorpresivamente no menciona el cáncer.

De lo que habla  es de un black night party en el que su comandante fue  tiroteado, y cayó en su brazos.
No era una fiesta, el black night party  era un convoy que transitaba  con las luces apagadas para intentar pasar desapercibido.

“Nos habían dicho que si impactábamos algo con los vehículos, continuáramos la marcha. Eso lo que quería decir es que seguiéramos no importa si le pasábamos por encima a un niño, a una mujer, a lo que fuera. Si no lo hacíamos, podíamos caer como prisioneros de guerra”, cuenta el ex soldado.

Calcaño de Jesús dice que aquella  noche de la fiesta negra, cuando el fuego enemigo alcanzó a su jefe, él lo cargó en brazos, sin saber que estaba muerto.

“Ellos, los vietnamitas, le tiraron a traición. Él era de Washington y tendría unos  treinta años”, sostuvo  el ex militar boricua, quien  a renglón seguido acotó que en aquel conflicto bélico él también tuvo que matar.

 “También tuve que matar... íbamos a las villas y para  limpiar el perímetro y  teníamos que matar... Los soldados vietnamitas se disfrazaban de civiles y se escondían debajo de la tierra y nos disparaban”, recuerda.
Calcaño de Jesús  era un adolescente entonces y hoy confiesa que en aquellos tiempos el  dispararle al enemigo  él “lo tomaba como si nada”.

“Teníamos una misión y teníamos que adaptarnos”, dijo.
Luego señaló que era matar, o que lo mataran.
El cáncer de Calcaño sigue en progreso.

Se suponía que lo operaran en Estados Unidos, que le hicieran un trasplante de hígado, pero ese procedimiento se canceló.