Barceloneta.- En la égida Golden Living el ambiente se transforma a partir de las 6:00 de la tarde.

Después de esa hora, muchos residentes sacan sillas y “picadera” para el pasillo, hablan y juegan dominó, en lo que se puede idealizar como el regreso a una costumbre comunitaria de antaño.

Sin embargo, la realidad es que la nueva costumbre llegó casi impuesta por la profunda oscuridad que tienen en los apartamentos y áreas comunes y que atenta contra su seguridad, tras el ciclón María. 

La razón es que la compañía Star Management, que administra ese edificio de vida independiente para adultos mayores, solo enciende la planta por tres o cuatro horas por las mañanas y el resto del día los residentes se quedan sin electricidad ni agua.

Por las noches, los pasillos y las escaleras se quedan como boca de lobo.

El pasado fin de semana, los residentes no tuvieron luz desde el sábado a la 1:00 de la tarde hasta el domingo a las 3:00 de la tarde, lo que supuso dificultades para hacer sus quehaceres y, más importante, preparar alimentos, denunció la residente Gladys De León.

“Si de noche hay una emergencia, que le pase algo a un paciente, ¿cómo vamos a bajarlo?”, planteó Luz Santiago al referirse a la falta de ascensores a esas horas y la dificultad de bajar por las escaleras a oscuras.

“Se queda todo negro. El peligro más grande que tenemos es seguridad”, agregó De León, en alusión al riesgo de caminar por los pasillos o escaleras en las noches, así como al peligro que representa el portón, que se queda abierto. 

Además, en el lugar no hay guardia de seguridad.

“Yo alumbro a todo el mundo con mi linterna por las noches”, afirmó la residente, quien llevó a este diario al sexto piso para mostrar el hueco vacío que hay al final del pasillo, donde estaba la ventana que fue arrancada por el huracán.

De camino a ese punto, en el que también se dañó el plafón, el piso está adornado con largas extensiones de color anaranjado, que usan para conectar las neveras cuando tienen luz y que representan un enorme riesgo de caídas. 

De León también llamó la atención a la dificultad que supone no tener la planta prendida más horas al día cuando llega el camión cisterna del municipio a entregarles agua.

“Yo soy de las más saludables aquí y tengo que subir el agua por la escalera, pero aquí hay muchas personas que no pueden hacer eso”, indicó De León. 

“Nosotros estuvimos tres días sin tomar agua, y yo tomo medicamentos”, denunció, Genoveva Medero. 

La residente hizo las declaraciones porque ayer fue la primera vez que la administración les repartió agua para tomar: tres botellitas por persona.

Minutos antes de que los residentes hicieran sus denuncias, la administradora Wilda Colón dijo que en la égida viven 100 personas, pero que ahora hay 65 porque las demás se han ido con sus familiares.

Explicó que tienen una cisterna de 35,000 galones de agua, que el miércoles se rellenó.

Con relación al generador de electricidad, sostuvo que el tanque estaba full de diésel porque la compañía que administra el lugar envió el combustible, pero que la encienden unas horas al día.

Cuando se le preguntó si el lugar tiene luces de emergencia, debido a la oscuridad en la que se quedan los residentes en la noche, señaló que no hay, pero que en el edificio hay vitrales porque “el proyecto está diseñado para ahorrar energía”.

Sobre las agencias del gobierno central, Colón indicó que el miércoles los visitaron funcionarios de Vivienda y llevaron las botellitas de agua para tomar que repartieron ayer, así como meriendas. 

Mientras conversaba, la trabajadora social de la égida preparaba comida para repartir entre los residentes.

Algunos, como Nelson Nieves y Luisa Cordero, expresaron satisfacción con los servicios que brinda la administración de la égida y alabaron que les cocinaran, pero otros lamentaron que no todos se enteran de que hay comida porque no se anuncia.

“Hace dos días que están cocinando. Dos días nada más”, aseguró Nélida Hernández.

Ante la necesidad de servicios de salud con la que quedó Barceloneta luego del temporal, el médico de familia Luis Medina decidió mudarse para allá con todo y sus hijos durante una semana. 

Él, su hijo Luis, estudiante de medicina dental, y su hija, Arelis, enfermera práctica, están atendiendo gratuitamente a los residentes.

“Nosotros hacemos misiones fuera de Puerto Rico y ¡cómo no vamos a hacer misión aquí! Un paciente mío me dijo que había mucha necesidad y vinimos”, explicó el galeno. 

“Hemos visto situaciones de depresión, ansiedad”, y se ha coordinado la compra de medicamentos en una farmacia a la que la trabajadora social lleva las recetas, indicó.

Señaló que también ha visitado personas en sus hogares y que atendió a una persona cuadripléjica, que tenía una gastrostomía y que “se ha afectado mucho por la falta de ventilación”.

Parte de su labor, expuso, fue hacerle recomendaciones a los familiares sobre el cuidado que deben tener para evitar el desarrollo de úlceras.