En momentos en que el gobierno usa la ley PROMESA para pedir la paralización del pleito de clase de educación especial,  Rosa Lydia Vélez, la mujer cuyo nombre encabeza ese litigio iniciado en 1980, urgió al gobierno a no abandonar a esa comunidad vulnerable; esto mientras ella se embarca en un nuevo proyecto para esta población marginada.

“Pido reconsideración del gobierno. Nuestros niños son inocentes”, dijo Rosa Lydia.

La semana pasada, el Departamento de Justicia sometió un Aviso de paralización Automática de los Procedimientos al Tribunal de Primera Instancia de San Juan alegando que por la petición federal de quiebra bajo PROMESA se debe detener el caso, aunque el recurso dispone que no se afectarán los servicios al estudiantado.

Aunque ella ya no es parte del pleito, Rosa Lydia indicó que ha sido de mucha pena enterarse del nuevo giro del caso e hizo un llamado a luchar por esa comunidad.

“Entiendo que se afecta la clase más vulnerable de nuestro país, se afecta nuestro futuro. Parte de esos niños serán jóvenes adultos con impedimentos que, si no reciben el tratamiento como es, serán un problema para la sociedad”, destacó la mujer.

La nueva tarea de Rosa Lydia

Rosa Lydia ya no es parte del pleito con su nombre luego de haber transado la demanda, pero eso no significa que ha dejado de luchar por esa comunidad. Por el contrario, desea abrir un centro para ayudar a adultos con diversidad intelectual y, de esa manera, contribuir con esa población que, al llegar a la adultez, queda fuera del pleito de clase para niños de educación especial.

“Ya no estoy en edad para seguir luchando y sigo luchando, la misma clase pero en edad adulta. No es fácil, pero hasta aquí nos ha ayudado Dios”, agregó.

La mujer denunció que hay una población de miles de personas que padecen diversidad o discapacidad intelectual, como su hija Isamar, que ahora tiene 44 años y padece perlesía cerebral, que el gobierno no atiende, salvo por lo que se consigue mediante pleitos federales. Se trata de hombres y mujeres con problemas tan severos que necesitan ayuda para comer o hacer sus necesidades, y son atendidos por padres que van envejeciendo y se enferman.

Los familiares de estas personas, indicó la mujer,  se limitan a tenerlos “confinados en sus hogares”, sin muchas opciones para ellos, y donde olvidan lo que aprendieron en el Departamento de Educación. En el caso de su hija, recordó que la chica se llegó a frustrar tanto que le llegó a lanzar “puños a su guagua”.

Rosa Lydia  entendió que ahora debía enfocarse en buscar ayudar a esos adultos con discapacidad intelectual y crear un centro residencial para ellos.

Para esto consiguió que el gobierno le cediera las instalaciones en Guaynabo del antiguo centro Guailí, un tipo de cárcel para menores, pero no ha conseguido más apoyo gubernamental, aunque reconoce que el nuevo presidente de la Cámara de Representantes, Carlos “Johnny” Méndez, le ha prometido ayuda.

“Llevo dos años gritando y no aparece nada”, indicó Rosa Lydia.

En su sueño, en el futuro el lugar contaría para 8 participantes con  servicios médicos, clases de vida independiente e instalaciones como podría ser una piscina. Pero, la realidad en el presente es que el local está vacío, salvo algunos plafones con hongo, colchones viejos, dos o tres marcos metálicos de camas y una sencilla mesa rodeada de reconocimientos y reportajes, y parte de la estructura no tiene servicio eléctrico. No tiene idea cuándo podría abrir su espacio o el costo final, aunque estima que serán “miles de dólares.”

Igualmente, la mujer agradeció a diversos ciudadanos que sí han cooperado con el proyecto, como la donación de un enorme tanque de agua y el sellado del techo de la estructura, e hizo un llamado a empresas que puedan ayudar para hacer la cocina o personas que puedan reparar otras instalaciones de la propiedad, como los baños.