Rubén Figueroa, quien se ha dedicado por 30 años a la venta de artículos escolares, tuvo que reinventar su negocio para evitar el despido de empleados.

El comerciante tiene cuatro tiendas, dos en Caguas, una en Bayamón y otra en Carolina. El local de Carolina opera con un generador eléctrico, en un horario limitado de seis horas y, en Caguas, las tiendas tienen luz, pero con interrupciones. 

“Es muy difícil. Estuve dos meses cerrado completamente hasta que conseguí una planta y abrí en Carolina. Estuve trabajando con una linterna y atendía a los clientes por una reja”, manifestó Figueroa.

En sus tiendas de efectos escolares, ahora Figueroa también vende velas, repelentes, radios de baterías, radios solares, linternas, termos de comida, estufas de gas fluido y hasta inverters.

“Me ha ido muy bien”, sostuvo el comerciante.

Dijo que antes de “modificar” el negocio tuvo que reducir la plantilla de empleados, pero aseguró que “ya los estoy llamando poco a poco”.

“Como son muchos, les estoy dando oportunidad a todos, dándoles varias horas para que todos tengan algo. Unos trabajan un día, otros otro día y así”, detalló. 

Sobre la extensión hasta el 31 de diciembre en la exención del Impuesto sobre Ventas y Uso (IVU), Figueroa dijo que la medida tiene limitaciones porque aplica a comercios con un volumen de negocios menor al millón de dólares. 

“Eso no lo entiende el consumidor y es un dolor de cabeza que para mí es bien perjudicial. Si yo cobro el IVU no es para mí, es para dárselo al Gobierno y me dicen pillo. Muchas veces la gente no entiende. Es muy difícil”, dijo el comerciante.