La crucifixión, muerte y resurrección de Jesús deben entenderse como el inicio de un nuevo proyecto y no el final del camino, afirmó esta tarde Roberto González Nieves, arzobispo metropolitano de San Juan.

Hoy, durante el sermón de las Siete Palabras, el prelado también resaltó la vigencia de las palabras pronunciadas por el hijo de Dios antes de su muerte.

"La cruz no es el final sino el comienzo de algo nuevo", afirmó el prelado.

"La cruz es el lugar de gestación de un nuevo sentido de la vida, de la muerte y el sufrimiento", agregó.

Como parte de su prédica, el religioso destacó las lecciones que se desprenden de las escrituras y criticó la insistencia humana en no reconocer la intervención de Dios en la creación.

Censuró el aborto, la eutanasia y la pena de muerte, así como la "la permisibilidad de lavarnos las manos ante el abuso sexual de menores y otras tragedias".

Siguiendo una tradición que inició hace varios años, González Nieves compartió el púlpito de la Catedral de San Juan con el reverendo metodista Carmelo Tosado, de la Iglesia de la Santísima Trinidad, la laica Minerva Muñoz y el padre Aníbal Rosario del Centro Capuchino de Trujillo Alto.

Este gesto busca seguir el mandato de Jesús que antes de morir pidió unidad a sus seguidores.

En el caso de Muñoz, quien tuvo a su cargo la reflexión de la Primera Palabra, también supone una acción de apertura hacia las mujeres porque se trata de una de las pocas instancias donde una mujer predica desde el púlpito de la principal parroquia de la ciudad capital.

Ante una iglesia, que comenzó a abarrotarse de feligreses conforme se acercaba la hora de la procesión, los religiosos aprovecharon la tribuna para convocar a la reflexión durante la Semana Santa, un periodo de intensa actividad litúrgica para los cristianos.

"La palabra ayuda a ver las posibilidades en momentos de dificultad", afirmó Tosado.

A pocos pasos, en el altar de la Virgen de la Providencia una pareja prendía una vela blanca para luego abrazarse mientras elevaba una oración.

No estaban solos. Hombres, mujeres, grandes y pequeños llegaron de diversos puntos de la Isla, Estados Unidos, México y el Caribe para participar de la solemne ceremonia.

Muchos prendían velas blancas, que compraban en el puesto a la entrada del recinto. Otros colocaban flores luego de persignarse ante los diversos altares del antiguo templo.

La encargada del puesto, Alicia Gallardo, explicó que al concluir la ceremonia de hoy los voluntarios apagan las velas en símbolo de luto por la muerte de Jesús. Pero el domingo de resurrección se vuelven a prender para que se quemen lentamente.

En las escaleras de la Catedral también se congregaron personas para escuchar la prédica y esperar por la procesión.

Una pareja de México, que no quiso divulgar su nombre, señaló que la ceremonia le había parecido "muy bonita".

Otra pareja de puertorriqueños, que viajó de San Germán para participar de la actividad litúrgica, comentó que los católicos mantienen su fe en la Iglesia porque creen en la institución.

"La gente cree en la Iglesia como institución no en los sacerdotes que son personas que se pueden equivocar", afirmó Ramón Torres.

"Por uno malo no se puede decir que todos son malos", agregó su pareja Natalia García.

Finalizado el sermón de las Siete Palabras, el arzobispo encabezó la ceremonia de la Adoración de la Cruz y ofreció la comunión a los cientos de feligreses que ocuparon el histórico templo. Luego marchó por las calles adoquinadas de la vieja ciudad junto a una marea de gente que recordó el Vía Crucis de Jesús.