Le tocó a la gobernadora Sila M. Calderón, en momentos en que la desobediencia civil en Vieques alcanzaba su nivel más alto, enfrentar y demandar la salida de la Marina en las mismas entrañas de donde emanaba el poder: el Departamento de la Defensa y la Casa Blanca en Washington, D.C.

Calderón tuvo su cita con la historia cuando estuvo a cargo de exponer al Gobierno de Estados Unidos, el Departamento de la Defensa y a las Fuerzas Armadas, en representación del pueblo de Puerto Rico, las razones por las que la Marina tenía que salir de Vieques.

¿Fueron momentos de mucha tensión?

Eso es así.  Después de una visita (al presidente George W. Bush) en 2002, ya yo sabía que íbamos adelante porque él me había dado su compromiso personal, pero hasta que esto no se viera, en papel certificado, como lo tuvimos por el Departamento de lo Interior en febrero de 2003... Ahí yo supe que las conversaciones habían cuajado.

¿Qué conversaciones  tuvo, que se desconocen? ¿Qué hablaron?

Bush me había invitado a la firma de la Ley de Ningún Niño Atrás de Educación. Tuvimos una recepción pequeña. Ahí yo aproveché. “Es  mi oportunidad”, me dije. Me le acerqué. Empezamos a hablar porque tenemos amigos puertorriqueños en común que estudiaron con él. Ahí empecé a hablarle de Vieques.

Calderón –quien  había objetado el acuerdo establecido entre el presidente Bill Clinton y el gobernador Pedro Rosselló de que se les devolvía a los viequenses 8,000 acres de terreno del área oeste, aunque seguían los bombardeos en el este (este pacto fue derogado por el Congreso)– le expresó a Bush: “Yo necesito un compromiso”.

“Él  conocía el issue.  En ese momento llamó a su ayudante principal, a Andy Card, y le dijo: ‘Acabo de decir a la gobernadora y hago mi compromiso de que la Marina va a salir de Vieques’”.


¿Cómo le habló de Vieques?

Se lo dije con emoción, con mi corazón, con los datos, con el cáncer, lo que estaba pasando, que  era unánime, que había habido un referéndum, que la gente lo que quería era que cesaran los bombardeos. Esto era un tema de derechos humanos, que no era un tema antiamericano. Que   nosotros éramos muy orgullosos de nuestra ciudadanía;  que creíamos en los mismos valores de democracia y libertad, pero que aquí se estaban violando esos valores porque había un pueblo muy pobre de 9,000 ciudadanos norteamericanos puertorriqueños que estaban sufriendo las consecuencias  de esos bombardeos.

En el 2001, acabando de juramentar como gobernadora, Calderón fue a la Casa Blanca.

“Era mi  primera reunión con Bush. Veo a esta persona que me estaba mirando fijamente. Era el jefe de las Fuerzas Armadas (del Navy), Gordon England. Hablamos en una esquina y me dijo: ‘Yo quisiera reunirme con usted’”.

Se reunieron en el Pentágono con el secretario de la Defensa, Donald Rumsfield, el 27 de febrero de 2001.

“Él estaba sentado con coroneles y yo la única civil. Estaba con mi asesor legal”.

¿Era intimidante?

Sí. Era una reunión quizás para intimidarme porque había muchos militares muy condecorados y yo sola con mi abogado. Pero la que hablé fui yo. Expliqué la situación de Vieques. Ellos explicaban la necesidad de la Marina. Querían saber la posición del Gobierno.

A los dos o tres meses vino a Puerto Rico Gordon England en su avión privado. Me pidió que no lo dijera. Era una reunión privada. No lo podía saber la prensa. Y yo diciéndome: “¡Qué magnífico!, viene a darme una solución” y me dijo: “Gobernadora, yo no sé qué hacer”.  Viene a reunirse conmigo y decirme eso, cuando la desobediencia civil estaba en su pico. Yo le dije: “Esto está bien difícil (se ríe)”.

Calderón admite que se sintió presionada, pero que tuvo de aliado al presidente, “un oído abierto y amigable”. Pero la persona clave, según ella, fue el gobernador republicano de Nueva York,   George Patakis.

Finalmente, el Departamento de lo Interior anunció a principios de 2003 que la Marina se iría de Vieques.

“Era una lucha que sabíamos que íbamos a ganar porque había tanta integración. Era una voluntad de pueblo hablando con una voz. Fue un momento emocionante. Mucho júbilo y alegría.”

Tristemente Vieques ha sido abandonado.

Nosotros hicimos una inversión de $65 millones. Esa inversión necesitaba continuación y dejamos un plan de desarrollo sustentable para Vieques, que se entregó en la transición. Ahí está  todo lo que hay que hacer.

El pueblo de Vieques ha estado sumido en una pobreza grandísima, una falta de atención de Puerto Rico. No es hasta que matan a David Sanes, que miramos hacia Vieques. Vieques estaba al lado de nosotros sufriendo esto y,  para los gobernantes,  lo digo porque yo era secretaria de la Gobernación, eso no era un issue.

¿Qué piensa hoy?

Hoy pienso que este aniversario debe servir al pueblo de Puerto Rico y al de Vieques como una llamada para retomar este tema que es tan serio y a volver a mirar hacia Vieques  e implantar el plan.

Encarcelados o contaminados por la Marina, ahora viven orgullosos, con sus pies firmes en suelo boricua.