Muchos niños y niñas en Puerto Rico son víctimas de inescrupulosos, que recurren al engaño, a la manipulación, a la coacción y a la seducción para lograr sus fines y someterlos al trabajo forzado, a la esclavitud y a la explotación sexual.

Un ambiente de privaciones y pobreza, un entorno familiar de violencia y explotación, el abuso de drogas y alcohol, la prostitución, el abandono, la marginación e indefensión son factores que hacen a los menores vulnerables y presas fáciles de estos depredadores sexuales.

Se les puede seducir con un dulce. Se les compra comida a cambio de que ceda a requerimientos sexuales. La compra de unos tenis Jordan se convierte en un gran disuasivo y anzuelo para llevarlos a un punto de droga. O, simplemente, el que tiene la autoridad, la custodia y el control sobre el menor o la menor los somete al abuso y maltrato en la propia cara de las autoridades, las que no se enteran.

De acuerdo con estudios realizados por la Universidad Johns Hopkins, en Maryland, a Puerto Rico se le considera un país de origen, de tráfico y de destino de trata humana. Incluso, es lugar de destino de turismo sexual y lugar de tránsito para mujeres y menores de otras islas caribeñas y del interior de la Isla con el propósito de explotación sexual, se afirma en el libro La trata de personas en Puerto Rico: un reto a la invisibilidad, publicado por la Fundación Ricky Martin y la Universidad de Puerto Rico.

“La trata humana es la explotación de personas, en este caso de menores, y viene vía coacción, engaño, una venta artificial o a través de la seducción. Yo te puedo prometer villas y castillas. Se aprovechan de la desigualdad, la pobreza, la inequidad social y la ausencia de valores”, expuso el sociólogo César Rey, ex director y principal investigador de la Fundación Ricky Martin, quien junto a su esposa, la catedrática Luisa Hernández Angueira, investigaron la existencia de esta explotación de menores en Puerto Rico.

“Te puedo decir de un joven de 17 años, que reclutan en Ponce para modelo. Lo llevan a Nueva York y lo tienen sin comida, encerrado en una habitación, hasta que lo prostituyen”, relató Rey.

“Es una oferta falsa. Por su inocencia, su candidez y condición familiar, queda víctima de un cartel en este caso, tráfico de sexo o droga. Esto sucedió dos años atrás”.

¿Cómo dan con este caso?

Por un informante. La desgracia es que no es un caso aislado. Tenemos casos elocuentes: una joven que, para desayunar, tenía que prostituirse con su padrastro, que la obligaba a tener sexo por la mañana, como condición para comprarle comida en el servicarro. Además, la ponía al servicio de vecinos y amigos. La niña tenía 11 años. Esa niña es hoy una líder comunitaria, con un grado universitario. Es una epifanía.

Una tragedia que describe Rey es la de la presencia de menores en los puntos de drogas en Puerto Rico, que se estima conservadoramente en 1,600, más que el total de escuelas en la Isla.

“Es mano de obra barata de fácil reclutamiento y significa rentabilidad para dueños del punto. Tengo el testimonio de jóvenes que desde los 11 años están en el punto. Tengo el caso de un joven que por unos tenis Jordan trabajó para el punto porque su papá no se los podía comprar. Hoy tiene tres asesinatos a sus espaldas, está bajo un programa de Corrección. Se está tratando de rehabilitar. Su historia es dantesca. Ha hecho todo lo que te puedas imaginar”, relató.

Puerto Rico, como los países de América Latina, ha demostrado ser terreno propicio para estos crímenes, ya que no tiene una política pública de prevención establecida.

La Organización de Estados Americanos (OEA) denunció en el 2006 que en Puerto Rico no hay estudios que midan la probabilidad de trata de personas, señalando la posibilidad de que la Isla sea una ruta de tránsito para víctimas.

Rey destaca la importancia de rastrear el lavado de dinero porque, en este tipo de explotación, hay gente que no se ve y estos pudieran ser perfectos actores sociales. El sociólogo incluso llamó la atención en torno a ciertas casas de masajes que también explotan a menores, muchos de los cuales anuncian que cuentan con “manos finas y angelicales”.

Un caso dramático se descubrió durante la investigación del fuego del Dupont Plaza, en 1986, cuando, al buscar las pertenencias de los huéspedes en las habitaciones, se encontraron cantidades sustanciales de dinero, unos $40,000; hasta fotos pornográficas de hombres sosteniendo relaciones sexuales con menores de edad. Esto sucedió en al menos 20 habitaciones.

“Las fotografías reflejaban que se trataba de niños puertorriqueños. Tradicionalmente, en este hotel se registraban muchas incidencias de turismo sexual”, se indica en el libro.

Cero política pública y legislación

Uno de los más serios problemas que tiene el Gobierno, de los muchos que tiene, es el de la ausencia de una política pública para supervisar de forma estricta los hogares sustitutos y de crianza, en muchos de los cuales permea el abuso sexual y la explotación de niños y niñas, incluso por los propios “padres protectores”.

Se señala en el estudio publicado por la Fundación Ricky Martin que, en Puerto Rico, los miembros de la familia, particularmente los padres, son los explotadores y presionan a los menores a sostener cualquier tipo de relación sexual o laboral a cambio de cualquier beneficio económico.

Se da como ejemplo de la explotación de los menores los niños que trabajan en un punto para cubrir los gastos de la casa y sus familiares.

Liza y su hermana eran vendidas por dinero

El padre de Liza abandonó el hogar, a su madre y a su hermana cuando ella era recién nacida. Desde entonces vivió con su madre, abuelos y una hermana. La madre se dedicaba a la prostitución y, desde que Liza tenía cinco años, la madre comenzó a explotarla sexualmente.

“Ella siempre me explotaba sexualmente cuando yo era más pequeña. Me acuerdo que yo estaba en primer grado y nos encerraba en un cuarto a mí y a mi hermana en esas camas de mosquitero que eran como de tubos así... y nos amarraba ahí. Y a ella le daban cien pesos y los hombres tenían relaciones con nosotras”.

Este testimonio fue recogido en el libro La trata de personas en Puerto Rico.

A esta edad, Liza era abusada también por su abuelo, sus tíos, sus primos y luego por un hermanastro. La tenían amenazada y no podía acusarlos. Su madre, según narra, no se enteró. A los 11 años fue llevada a un hogar sustituto donde la trataban bien, pero eran personas bien mayores.

Luego fue llevada a un hogar sustituto cuyos dueños tenían un negocio de supermercado y estaban bien económicamente. En este hogar fue violada por su padre de crianza, quien dormía con ellos en la misma cama. Luego se enteró que su mama era cómplice. Cuando fue creciendo, se lo informaron: a su madre le pagaban por los servicios de su hija.

Este patrón está generalizado y en el área metropolitana han aumentado estos casos, en que un padre tenga sexo con su hija.

“Es un patrón cultural. En el área de la montaña, se indica, se da por razones culturales y sociales”, se afirma en la publicación.

Se menciona un hogar en la montaña en el que hay 20 muchachos viviendo hacinados en una casa pequeña.

“Los padres cogen a las niñas como esposas y las madres los encubren”, se acota.

En marzo pasado, se ventiló en el Tribunal Federal el caso de una mujer, Betsian Carrasquillo Peñaloza, con el alias de “Gordi la Comehombres”, imputada de tráfico sexual vinculado a una red de menores. Se le imputa el intentar prostituir a una menor de 14 años de edad en un lujoso hotel de la capital.