Marisol “Buggy” Phillips tiene tatuadas en su alma aquellas palabras: “¡Buggy, no te preocupes! ¡Todo es material!”

Cuando las escuchó decir a su esposo Dalton Phillips, el techo de zinc de la casa de cemento que tienen en Anna’s Retreat en Saint Thomas ya había sido arrancado por los poderosos vientos del huracán Irma. Todavía hoy no saben a dónde fue a parar.

Dalton le pedía que dejara atrás la preocupación mientras ambos se intentaban mantener a salvo dentro de un clóset del hogar, en el que cada uno sostenía los lados de un colchón.

“Nos quedamos ahí por espacio de dos horas”, recordó la mujer de origen dominicano a Primera Hora desde un hotel de la capital, a donde llegó junto a otros 69 pacientes de diálisis, la mayoría de la vecina isla antillana.

Marisol, de 54 años, estaba viviendo las últimas páginas de la vida que había conocido hasta entonces.

Ambos decidieron quedarse en el hogar porque “mi esposo dijo que no iba a pasar nada”. Pero cuando el reloj marcó las primeras horas de la tarde del miércoles se dieron cuenta de que algo sí podía pasar: la destrucción de todo lo que les rodeaba.

“Cuando esa brisa pasó fuerte, nosotros habíamos pensado que ya había pasado todo”, recordó. Para ese momento, Marisol se comunicó con un hijo suyo en Nueva York, y al este enterarse que ella seguía en la casa le pidió: “¡Váyase! ¡Sálgase de ahí, de la casa!”. Luego de esa llamada, Marisol le dijo a su esposo que se fueran a casa de su hermano, pero Dalton le respondió: “Ya no podemos salir pa’ fuera”.

Para Dalton, lo único importante era “tratar de salir de aquí con vida”. Pero Marisol pensaba que su vida había llegado a su final. Estaba tan nerviosa. Cuando trató de salir, se cayó. No podía sostenerse sobre sus piernas.

Ya a las 6:00 de la tarde, ambos decidieron correr hasta uno de los carros de la familia. “¡Ahora Buggy! ¡Corre!”, le gritó Dalton a Marisol. Luego le siguió su esposo y ambos, con un celular, esperaron el amanecer en el vehículo.

“Cuando amaneció… Todo destruido… Lloré…”, recordó la mujer, quien trabaja como chef en el aeropuerto de Saint Thomas.

“Es la experiencia más terrible que yo te puedo decir en mi vida… Nunca yo he visto así un desastre de cerca… En el instante tú no piensas na’… El problema ya viene al otro día, cuando tú te acuestas y despiertas. Ya lo que ve… na’ de lo que tú tenías hoy; mañana no lo tienes, eso es en un rato… y es terrible”, compartió.

Una de las primeras acciones que tuvo que hacer fue recibir diálisis en un lugar preparado para la emergencia, a donde llegó con una camisa y una toalla que tapaba la parte baja de su cuerpo, porque fue lo único seco que encontró. Fue allí donde le indicaron que continuaría el tratamiento en Puerto Rico. Tenía que hacerlo porque el hospital Roy L. Schneider sufrió daños y no había otro lugar para esos fines.

Llegó la noche del sábado a Puerto Rico, sola porque solo se permitía el traslado de los pacientes. Allá dejó a Dalton. “Uno se siente culpable… Lo dejé sin cama donde dormir… y sin esposa también ahora”, expresó sin poder contener el llanto.

Marisol no sabe hasta cuándo estará refugiada en la Isla. Por lo pronto, hoy recibirá su segunda diálisis.

¿Cómo ves el futuro?

“Todavía no sé… La vida se me puso en cero ahora”, aseguró.