El huracán María los dejó apartados del resto de la municipalidad de Arecibo. Nadie podía entrar al sector Dos Bocas para ayudarlos y tampoco nadie pudo salir en nueve días.

“Eso fue infernal. Todos estábamos desesperados por salir”, relató Alexandro Colón González, vecino de este sector, quien quedó atrapado en la comunidad junto a su esposa y dos hijos menores de edad.

El barrio Río Arriba – que discurre por la PR-23- es un área boscosa que fue arrasada por los vientos ciclónicos. Los árboles, entre ellos una enorme Ceiba, y los gigantescos peñones que se deslizaron por toda la vía principal y caminos vecinales impidieron el paso de alrededor de un centenar de vecinos.

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Junto a Dos Bocas, los sectores vecinos como El Valle, Limón, Caniaco y Canina, también quedaron incomunicados. Esta semana se logró abrir paso vehicular a todos esos lugares.

“Eso (la incomunicación) es desesperante, te pone de mal humor, te pone nervioso, pero sobretodo es frustrante”, comentó Kevin Colón, hijo adolescente de Colón González.

La familia Colón coincide en que el azote del huracán se sintió ferozmente en la zona. El zumbido del viento metía miedo, aseguró Colón González.

“Mi esposa se metió en el closet”, recordó este vecino quien es empleado de la Autoridad de Carreteras y Transportación (ACT).

Cuando vino la calma del temporal, los residentes de Dos Bocas se encontraron con una nueva situación: tantos árboles cayeron que ni siquiera podían ver y menos acercarse a las casas de sus vecinos. Así que ni soñar en poder sacar un carro para enterarse de cómo estaban los familiares y amigos fuera del sector.

“Empezamos a picar palos con machetes y cuando nos encontramos un grupo de vecinos cada cuál unió sus equipos y empezamos a juntar un poquito de diésel de aquí y de allá para abrir camino”, indicó Colón González. “Estuvimos cinco días picando palos”, agregó.

Entonces, llegaron nuevas preocupaciones. Un vecino que necesitaba con urgencia su tratamiento de diálisis, otro que tenía una úlcera en un pie infectada y estaba a punto de una gangrena y para colmo, una vecina que falleció -al parecer de muerte natural- y no había manera de sacar su cuerpo.

Con un digger de un vecino lograron despejar un poco el paso y sacar en una camilla a los vecinos enfermos. Un grupo de residentes caminó con los enfermos hasta donde pudo llegar un equipo de rescate de la Oficina Municipal de Manejo de Emergencias (OMME) de Arecibo, quienes los llevaron a recibir asistencia médica. En cambio, el cuerpo de la mujer fallecida no pudo ser levantado hasta el jueves cuando se abrió el paso vehicular.

“La comunidad se unió”, reflexionó el empleado de la ACT.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo comunitario, no había manera de que con los equipos que tenían pudieran mover las piedras de toneladas de peso y los gigantescos árboles.

De manera que solo hubo acceso vehicular el jueves, para unas áreas, y el viernes, para otras, cuando con equipo contratado por la ACT abrió paso desde dos vías: Arecibo y Utuado.

Por fin, estaban liberados y encendieron sus carros para encontrarse con los seres queridos y amigos, para buscar víveres y agua que ya estaban escasos, así como también para encontrarse con la terrible sorpresa que ahora quedarían atrapados por horas en las filas de las estaciones para buscar gasolina y diésel.