El alcalde de Toa Baja, Bernardo “Betito” Márquez, dijo ayer que rescatistas le informaron de una persona ahogada en el barrio Pueblo, lo que subiría a nueve el número de víctimas a consecuencia del paso del huracán María en esa ciudad.

Este explicó que le informaron que la persona estaba siendo arrastrada por la corriente y que los vecinos lograron agarrar el cuerpo.

Sobre las otras ocho víctimas, el alcalde dijo que no tienen más detalles, solo lo que le han dicho los rescatistas.

Ayer, el secretario del Departamento de Seguridad Pública (DSP), Héctor M. Pesquera, confirmó seis muertes asociadas con el paso del huracán María por la Isla.

En Utuado, donde murieron tres hermanas por un deslizamiento; en Toa Baja dos muertes relacionadas con las inundaciones; y en Bayamón, la de una persona tras recibir un golpe en la cabeza con un panel.

“Estas muertes son las que constatamos al momento. Tenemos conocimiento de otras informaciones de fatalidades que han trascendido por medios no oficiales pero las mismas no las podemos confirmar”, indicó el jefe de Seguridad Pública, al tiempo que precisó que todo lo que surja en esos medios alternos no puede tomarse por cierto hasta que las autoridades confirmen las mismas.

Sin embargo, en un recorrido que hizo este diario por el pueblo de Toa Baja, vecinos contaron de dos muertes de personas que ellos conocían.

Ramón García, vecino del barrio Ingenio, mencionó la muerte de un viejito de 90 años que se ahogó. “A los mejor ese viejito se hubiese salvado, si dicen que el río (iba a bajar)”.

García, vecino del barrio Ingenio, se refería a que nunca se enteraron que se abrirían las compuertas de la represa del Lago La Plata, en Toa Alta, lo que provocó que todo el pueblo y Levittown, entre otros sectores, se inundaran.

“Cuando el río se metió aquí se metió demasiado rápido, nadie avisó… aquí cuando hay (aviso de) tsunami suena una trompeta. Pero, ¿por qué no la suenan cuándo hay inundaciones… cuando van a sortar la represa?”, cuestionó.

Dijo que “aquí habían muchos durmiendo…”.

Mientras, Ramón García, de 69 años y padre de Ramón, sostuvo que el fallecido, a quien le decían “Millo, era un señor que era ebanista, y dicen que estaba durmiendo y cuando despertó, trató de salir y se le hizo difícil”.

Sobre el huracán María, al recordar otros que ha sobrevivido, dijo que “nunca lo había sentido tan profundo”.

Cuando habló de la inundación provocada por las represas dijo que “verdaderamente el gobierno explicó que venían pulgadas de agua. Lo que pasa es que en nuestra experiencia, después de que pasa la tormenta es que sacamos los carros y se prepara todo, porque da espacio. Pero en esta ocasión, fue tan rápido y rápido que cuando dijeron: ‘el río’, ya estaba arriba”, confesó.

Otra vecina que habló de la muerte de una persona en este municipio fue Lourdes Ayala, del barrio Pueblo.

Ayala identificó al occiso como Harold, de unos 56 años, y del sector conocido como “El fondo del saco”.

Una de sus hijas lo había rescatado horas antes de morir. “Aquí pasó una desgracia y te la voy a contar. Esta persona nosotros sabemos que viene ahogándose porque mis nenas tuvieron la oportunidad de salvarle la vida, en una ocasión. Te estoy hablando de las 10:30 a 11:00 de la mañana del miércoles”, explica.

Mencionó que Harold cayó en la iglesia católica del pueblo “y de la iglesia el río lo trae por mi casa (también en el área). Mis nenas bajan a chequear la planta cuando lo oyen: ‘Ay, Ay, me ahogo, me ahogo. Las nenas lo salvan y lo subimos arriba y con nosotros lo tuvimos como hasta las 11:00 de la noche”.

Es cuando la aguas comienzan a bajar que “él se quería ir. Nosotros le aconsejamos que no se fuera porque le habíamos dado una sabanita y algo para que se acostara, para que estuviera seguro; pero él no quiso porque quería ir a buscar un cigarillo”.

Así lo hizo.

Una de sus hijas lo único que pudo decir a Lourdes fue: “Mami, Dios quiera y por la mañana no nos den una mala noticia. Cuando salimos… como a las 8:00 o 9:00 de la mañana nos dicen, mira, encontraron a Harold muerto”.

“Nos da tristeza porque le dimos la oportunidad de salvar su vida y estuvo todo el día tranquilo, quieto, comió, compartió con nosotros, hicimos chistes, nos reímos, pero se quiso ir”, dice compungida la toabajeña.

Harold les había advertido que ellos no podían “retenerlo en contra de su voluntad, porque no estaba en ninguna cárcel”.

Sobre las aguas que anegaron el pueblo tras la apertura de la represa, Ayala dijo que “he visto ríos, pero como este ninguno. La furia, la rápidez… mucho miedo, mucho miedo, impotencia. Todavía yo no he entrado a mi casa pero mis hijas  me dicen, ‘mami lo perdiste todo’. Yo le dije, no perdí nada, perdí lo material pero tengo vida para luchar y comenzar de nuevo”.

Recordó que su esposo fue quien le gritó, “agua del río y entonces sacamos los niños (nietos) corriendo al segundo piso. Cuando yo salí de casa el agua me llegaba ya aquí (señalando a las rodillas).

En otras ocasiones, en su casa entraba un pie de agua, esta vez fueron cuatro.

Aceptó que aunque no sonó ninguna alarma, ellos saben que viven en un área que eso puede pasar, “pero a la magnitud de esta vez, jamás”.

La vecina que lleva allí toda su vida, reiteró que “es la primera vez que esto viene con esa furia y a ese nivel que subió… Nos dio tiempo de salir corriendo a los que teníamos una segunda planta; tuvimos la oportunidad de salvar a los que quedaron aquí y no tenían una segunda planta”.

Confesó que ellos no se van a refugios porque ”porque  como los toabajeños estamos acostumbrados, nos quedamos. Los que no se quedan es el que no es de aquí, el que no tiene una segunda planta… pero realmente el que es nacido y criado aquí, en el casco del pueblo, se queda aún en contra de la ley, porque estamos consciente de eso porque sabemos que es un riesgo y grandísimo”, sentenció.