Barranquitas. Aunque hacía unas 48 horas que había dejado de llover y que tenían una estructura provisional para llegar a sus casas, las más de 25 familias de la comunidad Los Cintrones en el barrio Barrancas continúan con miedo.

Y es que el río Manatí arrasó el sábado con un puente provisional que les acababan de construir porque el anterior que utilizaron durante tres décadas estaba en malas condiciones, y tan reciente como el miércoles lo habían derribado.

Por lo tanto, durante dos días estuvieron sin la soga y sin la cabra.

Ante la nueva onda tropical que amenaza con pasar sobre la Isla durante el fin de semana entrante, aumenta la desconfianza hacia la estructura provisional, en especial porque está construida igual, con las mismas barreras de cemento, los mismos tubos gigantes y con paredes de contención similares a las que no resistieron el empuje del golpe de agua, más el agravante de que el suelo está mojado y débil.

No es raro entonces que las familias estén aterradas de que vuelva a ocurrir un derrumbe del puente y los niños se queden sin ir a la escuela, los adultos no lleguen a sus trabajos y los mayores no puedan trasladarse a un hospital en caso de emergencia.

El segundo puente provisional ayer estaba casi listo, pero los carros debían pasar bien lentamente para no quedar atascados en el relleno que se puso, y hubo quien prefirió dejar su auto del lado de la carretera principal “por si acaso”.

“Yo no pude ir a trabajar el fin de semana, estas condiciones son bien difíciles”, dijo Ted Torres, residente en el lugar desde que tiene 8 años y ahora tiene medio siglo de vida.

“Nosotros sabíamos que eso que hicieron ahí provisional no iba a aguantar. Este río se pone bien caudaloso y ellos lo que pusieron fueron dos tubos, no cuatro, así que recortaron de los lados y cuando esa agua baja por ahí, no cabe, viene con fuerza y se lo lleva todo”, opinó Torres.

Relató que a unos siete minutos de allí hay una comunidad conocida como Parcelas Nuevas, en donde al igual que ellos hay una comunidad del otro lado del mismo río.

A ellos también les construyeron un puente provisional que en un evento anterior de lluvia tampoco resistió.

“No hay que ser ingeniero para saber que si es el mismo río y ya lo intentaste y no funcionó allá arriba, acá abajo tampoco va a funcionar, busca otras opciones”, argumentó Torres al tiempo en que aseguró que fue en esas aguas donde aprendió a nadar.

El miedo mayor de Enid Ríos es su abuelita, quien tiene 72 años y sufre de varias condiciones médicas.

“Hace poco ella sufrió un pequeño infarto, no puede caminar bien y sufre de hipertensión , de diabetes, del corazón y si hay que salir corriendo con ella no sé cómo lo vamos a hacer”, dijo.

También censuró la poca iluminación que tiene en la comunidad.

“Lo que hay es un solo foco y es viejo. No se ve nada porque la luz es como amarillenta, que no es potente ni nada”, aseguró.

Gladys Rivera, otra vecina, la interrumpió para contar que un cable que lleva electricidad a un lado de la comunidad hizo un mal contacto y ahora las paredes de su casa retienen la carga y si alguien las toca con las manos mojadas les da un cantazo.

La descarga que aparentemente se produjo les dañó la nevera y el microondas, y aunque afirma que ya lo denunció, la Autoridad de Energía Eléctrica no ha ido a resolverles el problema.

“Yo no sé qué esperan, será que alguien se electrocute”, lamentó.

Rivera también contó el malrato que pasó el sábado tras la caída del puente provisional porque era el quinceañero de una de sus hijas y tuvieron que pasar a la homenajeada cargada por un puente peatonal a varios metros de distancia que tiene más de 40 años pero por la forma en la que se construyó ha probado ser más confiable.

El grupo de vecinos contó que desde que las estructuras empezaron a dar problemas ya ni las guaguas escolares dejan a los niños en sus casas como antes.

Ahora tienen que caminar por una estrecha y empinadísima carretera sin aceras.

Benito López, vecino y quien supervisa la obra provisional, reconoció que lo menos que imaginaban era que tres días después de demoler el puente que existía y tener el provisional listo, un golpe de agua se llevaría todo.

Aseguró que ahora trabajan con más esfuerzo para que el puente aguante, pero mirando al horizonte señaló que la fuerza de la naturaleza es impredecible.

“Uno propone y Dios dispone”, indicó el hombre, quien lleva 25 años residiendo en Los Cintrones. “No es fácil, pero tenemos fe de que se podrá restablecer todo”, añadió.

Se supone que el puente provisional resista los cuatro a cinco meses que tardarán en hacer un nuevo puente fijo, pero una vez más dijo que pudiera extenderse más.