Aguas Buenas. María Aponte agradecía una y otra vez estar viva. Por lo demás, todo luce en tinieblas para ella y su familia.

Conversando a unos 100 metros de su guagua destruida escombros que cayeron encima durante el huracán María, Aponte contó que tuvo que sacar, frente a vientos huracanados, las pocas pertenencias que pudo rescatar de la residencia alquilada donde vive, a pocos pasos de un Econo, el único supermercado del pueblo y que ayer operaba a medias, ya que parte del techo fue desprendido por el viento.

“El techo (de una casa de madera ubicada sobre su residencia) se desplomó y tuve que irme al sótano para poder salvar algunas pertenencias. Perdimos todo, pero estamos aquí con vida”, dijo la mujer, quien vive con dos menores y su esposo.

Ese hombre, Carlos López De Jesús, apenas llevaba tres meses operando un taller detrás de una gasolinera en el mismo barrio Mulas. El negocio ya no existe.

“El viento levantó el techo y lo destruyó todo”, dijo el hombre, quien no tenía el negocio asegurado ya que llevaba poco tiempo en él. “Pero estamos vivos, que es lo importante. Tengo un Dios que nunca me ha fallado y sé que vamos a echar pa’lante”, dijo.

Aguas Buenas fue devastado por el huracán. Según el alcalde Javier García Pérez, unas 3000 familias perdieron su residencia. Los sectores más afectados son Santa Clara, sector Las Corujas, Parcelas Bayamoncito y barrio Juan Asencio.

Ayer era extremadamente difícil entrar al pueblo, cuya única gomera perdió parte del techo y donde el cálculo inicial de familias sin hogar, según el alcalde, se ubica en 3,000. Su principal acceso, la carretera PR-156 desde Caguas estaba ataponada ya que en la entrada se ubicaba la única de seis gasolineras operando en el pueblo.

“Las casas colapsaron, los techos, incluso casas de cemento perdieron las ventanas”, dijo García Pérez en entrevista con El Nuevo Día. La conversación se dio en la alcaldía del pueblo, que perdió parte de un techo de plástico. El centro de gobierno se inundó y se tuvo que mudar el único refugio habilitado de la escuela superior urbana a la escuela Pedro Albizu Campos ya que su generador falló.

En el refugio, a eso de las 11:00 a.m., había 21 hombres, 13 mujeres y ocho menores.

Otro generador falló, pero en el Centro de Diagnóstico y Tratamiento operado por la empresa Menonita. Ayer seguía cerrado.

“Con filtraciones se puede trabajar. Fui antes del huracán y me dijeron que estaba todo preparado, con cisternas y generadores… que tenían los médicos de turno”, dijo el alcalde, visiblemente molesto al contar que se enteró del cierre cuando por radio de la policía municipal se indicó que un hombre sufrió un paro respiratorio y se encontró con la clínica cerrada. Murió camino al hospital Menonita, de Caguas.

A preguntas, indicó que su prioridad es poder abrir camino para energizar varias bombas de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, con lo que espera que buena parte del pueblo tenga agua potable, que sería un gran paso.

En el pueblo hay un oasis funcionando y se ubica frente a la urbanización San Antonio.

El lunes se ha convocado a la ciudadanía al coliseo Samuel ‘Sammy’ Rodríguez para orientación sobre vivienda.

El alcalde, quien llevó a El Nuevo Día en un recorrido del pueblo, indicó que necesita la intervención del Departamento de la Vivienda, que es vital en su pueblo debido a la gran cantidad de familias que perdieron sus casas. Indicó que la infraestructura de la Autoridad de Energía Eléctrica está “en el piso completa”.

Si se trata de una muestra para corroborar el dato, ese se conseguía en el sector Loma Alegra, donde una torre de la AEE cayó sobre una residencia vacía. Su único habitante accedió a moverse a un refugio poco antes.

En el sector Loma Alegra, una torre de la AEE cayó sobre una residencia vacía. (vanessa.serra@gfrmedia.com)
En el sector Loma Alegra, una torre de la AEE cayó sobre una residencia vacía. (vanessa.serra@gfrmedia.com)

“Fue lo más grande que he visto en mi vida. Esto aquí fue tremendo, las ventanas se querían ir… todo”, dijo Diana Iris Aponte, vecina del hombre refugiado y quien tiene sus propias dificultades con su esposo encamado y su hijo, Miguel Oliveras, sin casa luego de que el camión que habilitó para vivir hace tres meses se le volcó.

“Lo amarré a un digger (excavadora) y a una viga, pero se fue”, dijo el hombre. “Nada, empezar otra vez”.

Ayer en la mañana, decenas de ciudadanos hacían fila frente al supermercado Econo, donde entregaban limitadas listas de artículos de primera necesidad a los empleados, quienes les buscaban la mercancía, se las entregaban y cobraban. La gerencia no permitió la entrada de clientes al lugar debido a lo comprometido que está el edificio.

“Podemos seguir trayendo mercancía seca, pero refrigerada es más complicada. Mientras tenga diésel, tengo congelador”, dijo Awilda Quiñones, dueña del negocio y vicepresidente de la cadena Econo.