Yabucoa. A más de nueve meses del azote del huracán María, el techo en la casita de madera de don Daniel Carrasquillo, residente del barrio Martorell, continúa siendo la lona azul que instalaron miembros del Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos (USACE) a través de la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) como medida temporera en casi 60,000 viviendas que fueron destruidas por la furia del ciclón. 

Después de aquella tarde -algún día de la primera semana de octubre de 2017-, por el hogar de don Daniel no se ha recibido la visita de algún oficial designado por USACE o FEMA para verificar la condición del toldo, esto a pesar de que en las páginas oficiales de ambas entidades federales se hace hincapié en que los materiales utilizados para el programa “Techo Azul” – el cual incluye la lona, pedazos de madera, clavos y tornillos- “están diseñados para durar 30 días”.

“Por aquí no han venido más… ellos sí vinieron como en octubre a poner el toldo y sacaron otro que me habían puesto los hermanos de una iglesia que me han ayudado muchísimo. Es más, me acuerdo que ese día que vinieron empezó a llover y dejaron eso a mitad. ¡Chacha!, y eso fue peor porque se nos acabó de dañar lo poco que habíamos recuperado después del huracán. Pero al otro día regresaron y lo acabaron de poner… es ese que ves en la mitad de la casa”, destaca el hombre señalando el área de la residencia donde ubican los dormitorios y donde aún no ha podido instalar planchas de zinc, pues están escasas en el mercado. El área donde está ubicada la manta plástica comienza a desmerecer de manera evidente. Pero es poco lo que don Daniel puede hacer. 

Según datos ofrecidos por FEMA a Primera Hora, el número total de toldos del programa “Techo Azul” fue de 59,469. Además, la agencia otorgó a través de los municipios unos 125,981 toldos livianos de autoayuda que debían instalar los damnificados.

Se informó que en los 78 pueblos de la isla se instalaron lonas azules por parte de contratistas licenciados a través de USACE. Los municipios con mayor número de toldos de esta categoría son Ponce (2,930), San Juan (2,827), Toa Baja (1,876), Arecibo (1,861) y Bayamón (1,822). Mientras, los pueblos con menor número de instalaciones fueron Culebra (51), Vieques (84), Ceiba (202), Maricao (219) y Hormigueros (239).

¿Cuántos toldos quedan aún de los instalados por USACE?, ¿cuántos fueron reemplazados como disponen las páginas web de las entidades federales? y ¿cuál es el plan de reemplazos de toldos tomando en consideración el factor seguridad en la activada temporada de huracanes?

Delyris Aquino, portavoz de prensa de FEMA, respondió por escrito que esa agencia no mantiene contabilidad de toldos aún instalados o los que fueron reemplazados, si alguno. Tampoco se pudo precisar si hay algún plan cercano a estos fines.

“FEMA trabaja diligentemente para proveer asistencia a los sobrevivientes que solicitaron ayuda. Cada caso se evalúa individualmente para proveer toda la asistencia para la que el sobreviviente es elegible según la ley, lo más pronto posible”, expresó mediante correo electrónico.

Mientras tanto, el tiempo sigue su curso y personas como don Daniel continúan con techos de toldos -que ya empiezan a desmerecer por el agua, sol y sereno- y dependen del buen corazón de samaritanos para levantar poco a poco sus casitas, que en su caso es un trabajo que está a medio hacer pues las labores de reconstrucción las está haciendo con material donado.

“Las planchitas de zinc que he puesto me las regalaron y yo las cogí porque, aunque no eran nuevas, están buenas. Yo lo que hice fue comprar brea y les tapé unos rotos que tenían”, expresó quien vive en el lugar con su esposa e hijo, un adulto con autismo severo.

El empleado municipal en Gurabo dijo que le fue denegada ayuda monetaria por el gobierno federal para la reconstrucción de su hogar pues no tiene el título de propiedad de la residencia y que, aunque se le ofreció participar del proyecto “Tu Hogar Renace”, está en una “lista de espera”. Sólo se le otorgó durante dos meses un voucher de alquiler que ya caducó. “Uno tiene que aprender a arroparse hasta dónde la sabana dé…”, manifestó en un tono de conformidad.

También está el escenario de las hermanas María e Inocencia López Rivera, residentes también en el barrio Martorell de Yabucoa, y cuyas casas se vieron afectadas con el huracán.

Una estructura de dos pisos -abajo un hogar en cemento y en el segundo nivel una casita de madera- alberga a las mujeres que viven cada una en un espacio diferente.

En el caso de Inocencia -quien pernocta en la parte de abajo- su casa se vio deteriorada pues tenía parte del techo de madera. Toda esa área fue levantada por los vientos del fenómeno atmosférico, provocando un caos dentro del hogar.

Mientras, diversas planchas de zinc que servían de techo a la casa de madera de María también fueron destruidas.

En ambas estructuras fueron instalados los “techos azules” de FEMA hace poco más de siete meses.

“Aquí ya lo quitamos porque cualifiqué para ayuda de FEMA y empezamos a hacer un techo con torta... estirando ese dinero como el chicle para poder tener un techo seguro”, dijo María, quien tiene 66 años y es paciente diabética.

Mientras la reconstrucción se lleva a cabo, Inocencia se mudó a la casa de madera de su hermana María, quien lamentablemente no cualificó para las ayudas federales pues no tiene título de propiedad.

“Irónicamente, estamos refugiadas en la casa que tiene el toldo... y déjame decirte que cuando llueve mucho como en estos días el agua se mete. Chorrea por una de las esquinas”, dijo María sobre el hogar que también tienen los gabinetes de cocina “podridos” a causa de la coladera de agua.

Las mujeres rechazaron que algún miembro de FEMA o USACE visitara nuevamente la comunidad para reemplazar la lona.

“Nadie. Por aquí no ha venido nadie... y la verdad es que no estamos seguras aquí. Si anuncian otra tormenta yo tengo todo preparado por si acaso tengo que esmandar a correr”, expresó María, quien dice haber pasado otros fenómenos atmosféricos en el lugar sin problema alguno.

“Pero es que María fue otra cosa... eso aquí en Yabucoa fue como un monstruo. Bueno, por aquí fue que entró y todavía hay comunidades que no tienen electricidad. ¡Imagínate!”, agregó la señora.