Hace cuatro décadas, Eliezer Torres Candelaria pasó por una transformación física sin precedentes en Puerto Rico. Apenas tenía 21 años, pero habían sido suficientes para darle la certeza de que necesitaba un cambio radical. Dejaría de tener los genitales de un hombre para convertirse en una  mujer. 

El 30 de enero de 1976 prácticamente volvió a nacer, pero esta vez como Elizabeth, la primera persona con cambio de sexo por medio de una operación en un hospital en la Isla.

Aunque no contaba con los fondos para la operación, por tratarse de un asunto novel, un equipo de médicos que incluyó psiquiatras, urólogos y otros especialistas, se hicieron cargo de su caso.

Su recuperación fue bien rápida, como si no quisiera perder más tiempo en vivir acorde a lo que había deseado por tanto tiempo y dar rienda a su verdadera personalidad.

Hoy Elizabeth batalla con varias condiciones de salud que no le permiten casi hablar. 

Recientemente tuvo un episodio de pulmonía que la mantuvo en estado grave, pero esa fuerza de voluntad que demostró de joven cuando insistió en hacerse la operación, es una de las cualidades que no la abandona.

Al presente lucha por recuperarse y no deja de sorprender a los médicos que la atienden.

Para esta entrevista aunque  no habría fotos, ella pidió que la maquillaran y la peinaran con  el pelo recogido. 

Su hermana  Irene Torres Candelaria recuerda que cuando eran adolescentes, estaban viendo juntas un paso de comedia en la televisión con un personaje de José Miguel Agrelot representando a una persona homosexual.

A Irene entonces le pareció gracioso, pero su hermano, quien ya se reconocía como una persona distinta, tímidamente le dijo que no le gustaban esas burlas.

“Primero fue bien chocante para mí. Hasta ese momento se trataba de un nene que siempre había sido muy juguetón, de carácter fuerte, pero siempre jugando conmigo y creo que con eso me dijo, en sus palabras,  lo que estaba pasando”, rememora la hermana.

Su papá Juan Torres Díaz interviene para indicar que siempre supo que había “algo” que se reflejaba en ciertos manerismos y actitudes.

“Un día me dijo que tenía un problema y yo sabía lo que era, pero no había dicho nada. Me dijo muy serio: ‘ yo quisiera ser mujer’. Tendría como 10 o 12 años… lo llevamos a siquiatras para ver si cambiaba de idea, pero ella siempre defendía lo que quería ser”, relató el papá.

Su esperanza era dejar atrás un patrón de burlas y hostigamiento y vivir en plenitud.

A recomendación de los doctores se deshicieron de las fotos en las que su imagen se asemejaba a la de varón. Solo conservan muy pocas de cuando era apenas un niño.

Incansable

Un año y medio después de que lograra su transformación, Elizabeth se marchó a los  Estados Unidos donde quería seguir una carrera en el área forense. 

Pero con poco conocimiento de inglés y sin ingresos, no logró terminar la carrera y   se fue a trabajar en una fábrica. 

De ese tiempo la familia conoce muy poco. Excepto que en más de una ocasión intentó suicidarse porque la soledad y el desconocimiento la hicieron vivir momentos de mucha angustia.

Se casó en dos ocasiones. Sus parejas por supuesto conocían de su cambio. 

Su mamá, Cándida Candelaria Almódovar, siempre pensó que el Universo le había jugado una mala pasada al enviarle una mujer en el cuerpo de un hombre.

“No fue fácil todo esto esto... Hubo familia que se alejó y siempre hay gente que se burla porque no entienden”, lamentó el padre observando alternamente a su esposa y a sus hijas, al tiempo en que dijo que le duele ver cómo otras personas con la misma situación rechazan a sus hijos.

“El amor de los padres tiene que ser incondicional. Tú los tienes que amar sean sordos, sean ciegos, sean como sean”, afirmó . 

“Yo lo veía llegar todos los días de la escuela tan triste. Sabía que se burlaban y uno se pregunta si se podía hacer más”, agregó la hermana.

Pero de lo que sí se sienten orgullosos es de que su hija se atrevió a vivir según su conciencia le dictaba y, a pesar de  los obstáculos, salió adelante.

Hoy Elizabeth tiene poca movibilidad como consecuencia de una hidrocefalia que le afectó y sigue luchando por su vida.

“Nosotros lo que quisiéramos es que los demás no juzguen, que entiendan que se trata de un ser humano que se merece respeto y dignidad. Y que se recuerde que ella abrió las puertas para que muchas otras personas que pasan lo mismo, pudieran vivir de acuerdo al género con el que se identifican”, expresó Irene.