Adolfo Carrión no nació en Puerto Rico, pero se siente tan puertorriqueño que, cuando no está pendiente, comete el desliz de decir que está dispuesto a “regresar”.

Sus raíces están en varios pueblos, desde Juncos a Humacao, adonde iba con frecuencia para compartir con el resto de su familia.

Carrión, quien canaliza su estrés cocinando, asegura que lleva el sabor de las arepas y las panas grabado en la memoria.

Ahora aspira a convertirse en el primer alcalde latino de Nueva York, el cargo que ocupa Michael Bloomberg y que Carrión intenta obtener a través del Partido Independiente.

Con una amplia sonrisa, el nudo de la corbata levemente suelto y las mangas enrolladas, el candidato señala que puede ganar las elecciones que se realizarán el 5 de noviembre, a pesar de que cuenta entre sus opositores con figuras reconocidas como la actual presidenta del concejo municipal, Christine Quinn, quien va adelante en las encuestas, y el ex fiscal de cuentas de la ciudad Bill Thompson.

Ya en el 2001, este boricua logró ganar la votación para dirigir el barrio del Bronx.

Esa victoria ocurrió tras pasar 40 días en prisión por entrar en los terrenos restringidos por la Marina estadounidense en Vieques junto a veteranos luchadores de derechos civiles, como el reverendo Al Sharpton. Es la primera y única vez que ha cumplido cárcel. Estando allí, el entonces presidente George W. Bush anunció la salida del cuerpo castrense y el grupo, sin pachó alguno, estalló en lágrimas, según cuenta. Por eso todas las veces que puede repite que, si es necesario, lo volverá a hacer.

“Yo creo que fue una lección importante de que nos tenemos que sacrificar por lo que creemos. El público espera que los líderes se arriesguen... y es el regalo más grande que les puedo dar a mis hijos: la valentía de tomar decisiones para una causa más grande que uno”, afirmó.

Pero, ¿cómo fue que un maestro, hijo de un pastor protestante boricua, que iba a seguir en la religión, acabó en la política?

“Porque no sabía en lo que me estaba metiendo”, dice a modo de broma. Y de inmediato se despega del espaldar de la butaca que ocupa y se inclina hacia adelante para explicar que esos cambios tuvieron un mismo denominador común: una gran frustración.

¿Qué tipo de frustración?

Yo veía que en el vecindario en que nosotros estábamos las escuelas estaban fatales, la economía (también), la tasa de desempleo estaba tan alta que la mayor parte de las personas no estaba trabajando y yo decía: ‘Esto es inaceptable’..., pero no tenía un plan maestro, una aspiración de hacer una carrera política.

Luego de encargarse del mítico barrio neoyorquino, fue nombrado director de planificación urbana para la Casa Blanca en el primer cuatrienio de Barack Obama. También dirigió la oficina regional de Vivienda federal para el área de Nueva York.

Para entender su interés en el urbanismo, hay que remontarse a finales de los 80 cuando Carrión daba varias clases bilingües en el grado séptimo y conoció a un arquitecto argentino de nombre Mario Salvadori, quien le propuso enseñar un ángulo distinto sobre la ciudad de Nueva York.

El entonces maestro adoptó la propuesta y, junto con sus estudiantes, recorrió ese “universo” de túneles subterráneos de la llamada capital del mundo y profundizaron en cómo funcionan sus sistemas de agua, electricidad y transportación, y hasta construyeron modelos a escala de algunos edificios.

“Fue como mezclar matemáticas, ciencias e historia en un juego. A mí, que era el maestro, se me abrieron los ojos. Siempre estaba ansioso por llegar a la escuela para aprender más”, contó Carrión.

Salvadori también le habló de una beca para estudiar planificación urbana, y Carrión se lanzó al reto. Dos años después obtuvo la maestría y comenzó a trabajar junto con el Gobierno, los comerciantes y grupos comunitarios.

Dada su experiencia, ¿usted cree que tiene remedio el caos urbano de Puerto Rico?

¡Claro que sí! El futuro es brillante si el pueblo se activa... pero tiene que ser la comunidad la que tiene que decir ‘basta ya’ con el crimen, con el desempleo, con el medio ambiente... todas estas transformaciones, si vienen de la gente, se logran.

¿Qué hacemos con el tapón?

Se tiene que cambiar la cultura y definitivamente se puede hacer. Porque tú no vas a tener una economía robusta si la gente está sentada en sus carros. Tienen que estar en sus oficinas, en las tiendas, en la universidad. Hay que reducir el impacto negativo al medio ambiente, usar más las bicicletas, pero va a requerir un plan maestro. Un tren de Santurce a Bayamón no es suficiente. En lo que yo pueda ayudar...

¿Le han pedido trabajar o aspirar a algún puesto aquí?

Esas conversaciones han ocurrido, pero no voy a decir con quién... y lo he pensado, he pensado siempre en regres… bueno, en trasladarme acá (risa).

¿Cómo maneja su vida política con la crianza de cuatro hijos?

Es difícil, y mi esposa Linda ha sido la campeona más grande de mi carrera porque ella reconoce que esto no lo hacemos para nosotros. Es una inversión importante para el futuro. Si tuviera que aconsejar a algún joven que considera entrar al mundo de la política, le diría: ‘Llévate a los muchachos contigo’. La familia es parte de la vida. A veces tratamos de poner las cosas en cajitas aparte, pero fíjate que mis hijos me empujan y me dan ideas, iban conmigo a las reuniones, eso es importante.

Y ahora va por más.

Es nuestra responsabilidad tomar la riendas del liderazgo y ha llegado el momento. Los hispanos somos una tercera parte de la población de Nueva York… Hay 850,000 votantes hispanos inscritos en las listas, pero solo salen a votar 170,000. Si se levanta ese gigante dormido, forget about it. Es el único poder que tenemos.

Hablando de futuro, ¿qué opina sobre el status?

Los puertorriqueños tienen que decidir si nos van a dejar participar a los que estamos en la diáspora..., pero tienen que poder dormir de noche luego que decidan... Mira el fenómeno de Israel: se fueron por todo el globo, pero, si les preguntas, son leales... y han creado un sistema de bonos para mejorar la infraestructura de su país, porque creen en su país. Tenemos que creer en Puerto Rico.