Padre e hijos unidos por el amor y el balón. Luego de conocer el deporte del fútbol hace cerca de 35 años y hacerlo su estilo de vida, Leonel Rey llevó de la mano a sus tres hijos varones, Leonel Jr., Alejandro y Juan José, a convertir este deporte en su pasión. Hoy día, padre e hijos imparten sus conocimientos a otros niños.

Leonel  es el entrenador y dirigente del equipo Challengers SC en la cancha de la escuela Gabriela Mistral, en Puerto Nuevo. Allí también entrena y dirige a su hijo mayor Leonel. El joven dirige la categoría de nueve a 17 años femenino. Según aseguran ambos,  la diferencia entre Leonel padre y Leonel hijo a la hora de dirigir y entrenar el equipo es que el primero es más motivador, mientras que el segundo es más exigente.

“Papi es el que sabe. Él me sugiere qué puedo hacer o cómo puedo hacer  equis técnica, pero cada quien tiene su individualidad y se respeta”, indica  Leonel hijo, quien comenzó hace nueve años como dirigente. Por su parte, Alejandro, de 18 años,  dirige la categoría 5-8. Él aprende de su papá y de su hermano. Alejandro también juega con el equipo Challenger SC en la categoría Sub-20 y está en la preselección nacional de Puerto Rico.

El benjamín de la familia, Juan José, de 15 años, juega en la  preselección de Puerto Rico en la categoría  Sub-15, no tiene equipos a su cargo, pero aprovecha las prácticas para ayudar a su padre y hermanos. 

Según indica el patriarca de la familia Rey, quien también tiene una hija de 23 años, Leoneli Paola, mientras les enseñaba a sus hijos a jugar soccer,  les hablaba también de la importancia  del balance   que debía existir entre los estudios y el deporte. Sin  embargo, nunca utilizó el prohibirle jugar  como medio de castigo. “Al niño se le enseña a jugar  desde que nace. Y eso es lo que quiere (hacer). Nunca el deporte se debe utilizar como castigo”, dice  el también propietario  del Colegio Las Piedras Olympics Academy. Leonel explica que precisamente la cancha donde practica el equipo Challengers SC era “el punto” en la comunidad. No obstante, desde que él y sus tres hijos llegaron allí,  rescataron el lugar  para impartir clínicas de balompié. 

Una vez se cierra la cancha y se guardan las porterías, Leonel deja de ser el entrenador para ser el padre. Aunque no niegan que han tenido que lidiar con pequeñas desavenencias porque cada cual tiene su estilo ya sea dirigiendo o jugando, son padre e  hijos antes que todo. Los cuatro tienen una meta en común: seguir desarrollando el deporte del balompié en Puerto Rico. Por otro lado,   en la cancha se queda el partido, pero en el hogar reina la compresión entre padre e hijos y el amor por el deporte que los une.