Los primeros 15 años de su vida los pasó confinado a un coche de bebé porque su familia no tenía los recursos económicos para costearle la silla de ruedas que necesitaba debido a sus condiciones de salud.

Vivía triste, estaba extremadamente bajo peso, débil y con pocos deseos de vivir. Ese era Jorge Luis Rodríguez Roldán, mejor conocido como “George”, poco antes de que Primera Hora revelara su caso en el 2010 y el pueblo se desbordara en donaciones para mejorar su salud y calidad de vida. Su transformación, luego de adaptarse a la silla de ruedas que le fue donada, fue impresionante. El joven ganó peso y estatura… lucía feliz.

Tres años después de esto, a solo meses de cumplir sus 18 años, George y su familia claman por otra ayuda. Esta vez, la esperanza de su madre, María Roldán, de verlo caminar la impulsa a pedirle al Departamento de Educación, a través de la División de Educación Especial, que le costee las terapias que necesita para que se desprenda de la silla de ruedas.

El joven padece de psoriasis pustular, condición que afecta el desarrollo de sus actividades cotidianas y le provoca el mal funcionamiento del sistema inmunológico y la producción excesiva de células cutáneas, que son las que reponen las capas de piel. George tampoco retiene las proteínas en su cuerpo.

“Ya gracias a Dios no tenemos muchos problemas con los medicamentos y cada vez que lo llevo a las citas médicas en el Hospital del Niño en Centro Médico de Río Piedras lo atienden a cuerpo de rey, pero está tan gordo que ya no cabe en el sillón de ruedas hecho para su condición y no ha podido caminar por falta de las terapias”, dijo Roldán.

“La misma maestra que le da tutorías ha hecho gestiones con el Departamento de Educación y le dicen que no hay terapeutas, por lo que espero que con el cambio de gobierno esa situación cambie y mi hijo reciba lo que por ley le corresponde”, añadió la madre de George.

La mujer explicó que el fisiatra le asegura que con terapias el joven ya podría estar caminando con un andador y no dependiendo de una silla de ruedas.

“Tanto el fisiatra como el dermatólogo dicen lo mismo, que ya George no está para estar sentado en un sillón de ruedas, aunque todavía tiene huesos como un niño de cinco años, pero aseguran que con los medicamentos seguirá creciendo y él quiere caminar, incluso dice que le regalen un sillón eléctrico, que el mismo camina por el residencial”, indicó Roldán, vecina del residencial Agustín Stahl, en Aguadilla.

Mientras, George –aunque no habla mucho–, con su continua sonrisa, revela que ya no es aquel niño triste que alguna vez vimos.