Emily García Pichardo se preparaba hoy para vivir una experiencia inolvidable. La niña de 10 años y quien es paciente de leucemia infoblástica aguda, se uniría a otros chiquitines que, al menos por un rato, olvidarían sus condiciones de salud o sus escasos recursos económicos para vivir una mañana de ensueño por las nubes.

“Siempre me he querido montar en un avión, me encanta cuando aterrizan, cuando despegan”, dijo García Pichardo.

La aerolínea Tradewind, junto con las entidades Cabecitas Rapadas, que ayuda a pacientes de cáncer y los Centros Sor Isolina Ferré, que ofrece servicios educativos y de formación para el desarrollo de comunidades marginadas, celebraron la actividad “Vuelo de Ensueño”, en la que un grupo de 18 niños participaron de una travesía aérea sobre Puerto Rico.

 “Soy creyente fiel de que nuestros niños necesitan que le demos toda la ayuda y que para que Puerto Rico cambie debemos comenzar desde nuestros niños”, expresó José Vallecillo, gerente en Puerto Rico de Tradewind.

“Es una oportunidad indescriptible para algunos de ellos porque algunos solo se han montado en un avión para atenderse enfermedades, para malas noticias, y aquí se lo van a gozar”, dijo Avelino Muñoz, presidente de Cabecitas Rapadas.

La actividad consistió de tres vuelos de unos 40 minutos en aviones Pilatus PC12 con capacidad para ocho pasajeros que sobrevolarían la Isla con los niños de ambas entidades.

Y entre ellos estaba María González y cuatro de sus seis hijos: Ángel, de 12 años y sus hermanas Xamari, de 10, Mariangeli, de 9, y Ashley, de 7.

“Es una familia de escasos recursos y esta oportunidad nunca la iban a tener”, comentó sobre esa familia el trabajador social de los centros Sor Isolina, Kenneth Hernández.

Todos se levantaron a las 6:00 a.m. en su hogar en el residencial Arístides Chavier, en Ponce, para llegar temprano al evento en Isla Verde.

“Voy a ver lugares que nunca he visto”, dijo contenta Marangelí.

“Este vuelo es para ustedes”, dijo el copiloto Hiram Rosado. “La torre de control les manda a decir que están sumamente contentos de que estén con nosotros y que disfruten el vuelo”, agregó.

Este medio acompañó a la familia en la travesía.

Ángel no se despegaba de la ventanilla, tirando fotos de lugares como El Yunque y Palomino. “Guárdalos pa’l Morro”, le dijo su mamá, quien no paraba de sonreír.

La aeronave sobrevoló zonas de Humacao y viajó hacia el sur, donde los chiquitines lograron ver, desde el aire, los molinos de viento en el valle de Santa Isabel, entre otras atracciones.

Cuando el avión aterrizó, dos camiones bombas del Cuerpo de Bomberos hicieron un arco con agua para que la nave pasara por debajo. “Eso lo hacen cuando un piloto se retira y hoy (se lo hacen) a ustedes”, les explicó el copiloto.

¿Qué fue lo más que les gustó?,  le preguntó este medio a la familia al aterrizar. “¡Todo!”, respondieron.

Reyes Magos de Grandes Ligas

Pero la actividad no concluyó allí. Cuando llegaron los aviones al hangar, a los chiquitines les esperaba una sorpresa navideña, gracias al esfuerzo de voluntarios del colegio Robinson.

El lugar estaba decorado con un árbol de Navidad y muchos regalos. Santa Claus también los recibió y con él tres reyes magos de Grandes Ligas: los expeloteros Carlos Delgado, Orlando Merced y uno de los mejores receptores en la actualidad en el béisbol, Yadier Molina, le dieron vida a Melchor, Gaspar y Baltazar.

“Para mí es una oportunidad de llevar a la niñez un poco de felicidad”, dijo Delgado después de posar para una foto con el niño de 8 años Francis J. Ramos, vecino de Humacao y paciente de cáncer linfático.

Para Delgado no era su primera experiencia disfrazado como uno de los Santos Reyes, pero sí para Molina y Merced, quienes le entregaban a cada niño un regalo que recibían de manos de los “duendes” de Robinson.

“Esto es algo que debemos apoyar. Avelino (Muñoz) me invitó y aquí estamos. Esto es algo muy bonito” indicó Molina. “Hay que vivir agradecido de Dios y darle la mano al prójimo cuando podamos”, expresó, por su parte, Merced.

Además del vuelo y los regalos, los niños disfrutaron toda una mañana de diversión, que incluyó música y baile, payasos, casa de brinco, un espectáculo del ilusionista Shabum, y hasta jugar con un can de la policía adiestrado.

Entre esos niños que lucían felices estaba Diego Vissepó Cruz, de 11 años, y quien sufre un tumor cerebral desde que tenía 6 años.

“Es bien difícil para uno como papá, bien horrible (ver el sufrimiento de un hijo). Cuando piensas que estás a punto de que lo den de alta, tiene una recaída”, contó su madre Enid Cruz.

Luego de una intervención en un hospital de Boston y un tratamiento estricto de quimioterapia y medicina, Diego tendrá una nueva revisión en febrero, donde espera que sea dado de alta y “esperamos en Dios” que no vuelva a aparecer esa enfermedad.

Pero hoy no había espacio para la incertidumbre. Diego y el resto de los niños disfrutaba su “viaje de ensueño” brincando y jugando con los otros nenes.

“Como siempre está cansadito, verlo aquí activo es emocionante”, dijo la madre.