Ambos coincidieron en la Clínica de Cirugía Maxilofacial en el Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico, luego de ser sometida el pasado 8 de diciembre a una operación que duró alrededor de nueve horas. Tras el accidente, un hueso fracturado soldó con la base del cráneo, quedando la mandíbula pegada al cráneo, lo que se conoce como anquilosis de articulación temporomandibular.

“Lo primero que me comí fue un plato de arroz con habichuelas y pechuga al vapor”, dijo riendo la joven de 20 años, quien se accidentó a los 16.

En la visita de seguimiento, el jefe de residentes del Servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial de Centro Médico, y quien la operó junto a otros galenos, dijo que Yanochkaliz “puede tener una vida normal, no va a tener ningún problema”.

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La joven cagüeña, desde el primer día luego de la operación ha estado en terapia, primero manual, haciendo movimientos de abrir y cerrar la boca, y ahora con una máquina.

“Ahora con este aparato para terapia post operatoria podemos tener una medición de cómo va mejorando. Ya la puede abrir en casi 30 milímetros”, indicó emocionado el médico.

Lo más que se puede alcanzar con la prótesis bilateral que le colocaron a nivel de la mandíbula es que abra la boca hasta 35 milímetros. 

González Montoya afirmó que casi 30 está bien, “pero como dicen por ahí, no está bien lo que estando bien puede estar mejor. Yo quiero que ella llegue por lo menos a 32, 33 como mínimo, y así yo me voy súper contento”, agregó el médico, natural de México.

La terapia de la joven consiste en hacer los ejercicios siete veces al día, durante siete segundos y siete repeticiones. Por eso se le conoce como 777.

A comer de verdad

Otra buena noticia para Yanochkaliz es que ya la dieta líquida quedó atrás.

De hecho, la joven informó al doctor que ya había degustado su primer plato fuerte y que lo próximo que le sigue es un mofongo con churrasco y después un hamburger.

“Al principio era bien molestoso, porque me sentía como un robot, como muchas cosas extrañas aquí en los cachetes, pero ya me acostumbré, ya casi no lo siento”, confesó la joven mientras el médico le decía: “por fin tienes un placer”. 

“Sí, tengo un placer, ya puedo comer, ya no me duele ni nada”, respondió entusiasmada.

González Montoya explicó que “lo que más me sorprendió cuando despertó propiamente de la anestesia (el día de la operación) es que empezó a llorar, y muchas veces los pacientes lloran porque es un periodo que se tiene después de la anestesia, de ansiedad”, indicó. Explicó que se le acercó a la joven para decirle que ya todo había pasado y ella contestó: “estoy llorando porque ya, por fin, puedo abrir la boca”.

El doctor narró que no podía creer que ella abriría su boca inmediatamente tras la cirugía porque “después de cuatro años de no utilizar un músculo, no se supone que lo muevas”.

Nada como un buen bostezo

Hay cosas en la vida que damos por sentado. Una de ellas es respirar y otra, bostezar.

“No lo puedo creer cada vez que me levanto y bostezo”, manifestó la joven a lo que su madre, Sonia Vázquez, que siempre está con ella, confesó que fue una emoción para toda la familia cuando su hija pudo chuparse una paleta. “Se emocionó porque le entró una paletita (en la boca)”, indicó Vázquez.

La joven, que ha volcado sus energías en el gimnasio, dijo que entre sus planes está “comer más (sonríe); a lo mejor engorde un poquito y paro de comer. Ya terminé mi (grado) asociado en enfermería en diciembre, empecé el bachillerato en la Universidad Interamericana y luego que termine una maestría cogeré el doctorado”.