Ángel Figueroa Cabán decidió irse a República Dominicana en 2014, cuando la Autoridad de Puertos, donde trabajó por 25 años, abrió una ventana de retiro y él la aprovechó, pero había que estirar el peso y vio allá más opciones.

Figueroa Cabán, natural de Levittown, Toa Baja, se mantenía yendo y viniendo del país vecino donde solía visitar a su compañera, una dominicana que conoció en Puerto Rico. Ahora vive en la provincia Samaná al noreste de República Dominicana y es uno de los muchos pensionados que se van de Puerto Rico para sacarle el jugo a su retiro.

“Acá usted viene con $1,000 y usted consigue una renta de RD $5,000 pesos de aquí que son $110 o $120 y es una renta por casa o apartamento usado, pero cómodo, amplio y todavía le sobran $900. Con $200 usted hace una buena compra y todavía le sobran $700 y le rinde”, explicó. 

Relacionadas

Actualmente, cada dólar estadounidense equivale a 47.48 pesos dominicanos. 

Conociendo la provincia y con la garantía de que su pareja tenía una casa y un terrenito en el lugar. Figueroa Cabán no hizo más que salir de su trabajo, preparó maletas y arrancó. 

“Con la liquidación mía arreglamos la casa y nos quedamos allá”, dijo. “Estoy contento porque el dinero nos rinde, compré otro terreno y la vida es más económica y se puede dar uno un poquito más de vida. Pero siempre extrañamos nuestra isla, uno nunca va a olvidar la naturaleza de uno”.

Entre sus amigos, comentó, muchos están considerando hacer lo mismo para poder rendir sus pensiones.

“Pero las personas tienen primero que visitar, venir al país, si le gusta, pues que se queden”, sugirió.

Figueroa Cabán define Samaná como una provincia tranquila, “mucha playa y mucha cosa”, pero también fue enfático en que aquellos que contemplen esta opción, deben visitar primero la región.

“La República Dominicana tiene unas áreas que son peligrosas. Hay muchos atracos, especialmente en las áreas de la Capital, Santiago, en muchas áreas, pero es como el mundo entero en el que vivimos”, dijo. 

Él tiene dos hijos, aunque ya mayores de edad. Uno migró a Estados Unidos y otro sigue en Puerto Rico. Pero ahora le toca dedicarse tiempo a sí mismo y a su pareja. El idioma y el clima familiar facilitan su estancia.