Peñuelas. Un fuego hizo que los vecinos de Tallaboa descubrieran en 1976 que a sus espaldas, en pleno auge de una cercana refinería, operaba un vertedero industrial. Desde entonces, comenzó su lucha contra un estercolero, que recibía desperdicios de las petroquímicas, y ahora recibe cenizas de carbón de la planta cogeneradora, Applied Energy Systems (AES), en Guayama.

“Ese fuego duró dos semanas y ahí fue que nosotros supimos del vertedero”, reveló Silvio Echevarría, líder comunitario de El Seboruco, uno de los sectores del barrio Tallaboa Saliente, próximo a los terrenos donde operan dos vertederos industriales. Uno de ellos, es el Peñuelas Valley Landfill, que opera la compañía EC Waste. El otro es, Eco Systems. Las comunidades del barrio Tallaboa Encarnación también colindan con ambos sumideros.

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“Desde 1975, cuando establecieron el primer vertedero, comenzaron a convertir a Peñuelas en un zafacón industrial. Después que murió el complejo petroquímico lo utilizaban las farmacéuticas y los hospitales, para echar desperdicios. Ahora tenemos el problema de las cenizas de carbón”, narró Echevarría, quien entre los años 70 y 80 fue vicepresidente de la Unión de Trabajadores Petroquímicos.

En entrevista con Primera Hora, recordó que en los terrenos donde yacen los vertederos había una comunidad que desapareció. Era el sector Buena Vista en el que vivían unas 60 familias, a las que “les dieron 150 pesos” por sus casas de madera y zinc. “Nosotros vimos a muchos de ellos cargando las planchas de zinc por el monte para irse a las parcelas de Encarnación. Hubo familias que desalojaron porque se resistían a irse”, sostuvo el luchador ambiental.

En su libro, Cuentos de la Refinería, Echevarría recrea “el mundo trágico y alucinante” de la industria petroquímica, los fuegos, escapes de gas, accidentes, y el convencionalismo de algunos para alcanzar un puesto de alta jerarquía. “Es un libro que estremeció ese complejo”, apuntó.

Las petroquímicas comenzaron a operar en 1959. Una de las últimas cerró operaciones en 1985, pero los terrenos nunca han sido limpiados.

“Por muchos años yo fui criminalizado”, contó Echevarría, quien trabajó por 20 años en la denominada “Refinería”. 

Destacó que del complejo petroquímico lo que queda es chatarra, pero subrayó que hace unos años la Puerto Rico Olefins comenzó a remover varias de las torres enmohecidas que se pueden apreciar desde la carretera PR-2. “Cuando estaban demoliendo eso que queda ahí no estaban utilizando el debido proceso para remover el asbesto. La gente de la comunidad se movió y lograron paralizar los trabajos hasta tanto no cumplan con las normas”, agregó Echevarría, quien dirigió el periódico La Voz del Obrero. 

Relató que en Tallaboa han desaparecido 12 comunidades.  Además de Vista Alegre, otros sectores fueron desintegrados para la construcción de las petroquímicas. Algunos de estos eran: Pepillo, Meilla, La Mata, Cuatro Calles, Sanatorio, Texas, El Gandul y Guaypao, que colindaba con la Corco. Este sector, sostuvo Echevarría, llevaba el nombre del cacique Gaypao, quien según datos históricos era uno de los líderes indígenas de la región antes de la conquista española. Otro sector casi desaparecido es “el Pueblito”, próximo a la Bahía de Tallaboa, donde se asentaron los primeros colonos en Peñuelas, durante la primera mitad del siglo 18. 

Explicó que Peñuelas es uno de los pueblos con mayor incidencia de cáncer en Puerto Rico. “En Encarnación la gente muere de cáncer y en Guayanilla también hay un alta incidencia. Hemos estado expuestos por muchos años a contaminantes”, sostuvo.

“Ahí están enterrando mercurio y lo digo categóricamente porque alguien que trabaja allí me lo dijo. No solo son las cenizas. Ahí hay más contaminantes”, insistió. “Hacen un hoyo, echan eso y después lo tapan, pero va eventualmente al acuífero del sur. Eso es un infierno”, indicó.

Vencindario atropellado

“A mí me precupa grandemente la salud de los trabajadores. Yo sé que ellos están ahí ganándonse el pan de la vida y más ahora, que no hay fuentes de empleo en Puerto Rico, pero cuando llegan a su casa con la ropa con la que estaban trabajando, las partículas cancerígenas que llevan en su cuerpo y en la ropa se las transmiten a sus esposas y a sus hijos”, alertó.

Otra peñolana, nacida y criada en el barrio Seboruco, la deportista olímpica Ivelisse Echevarría rememoró también cómo la contaminación afectó su seno familiar.

“Lo que en una época fue bonanza para toda esta región, no solamente para Peñuelas, hoy día, se pagan las consecuencias de la contaminación que impactó a toda este lugar. Nuestros familiares cercanos han fallecido de cáncer, de problemas respiratorios, pero nadie se preocupó nunca por investigar el impacto de esto. Simplemente se vio el impacto económico que representó”, expresó la exjugadora de sófbol.

Echevarría, quien fue la abanderada de Puerto Rico en los Juegos Olímpicos de 1996, recordó que en los predios de las petroquímicas había un enorme “mechón” que prendían cuando estaban procesando petróleo. “A las 12:00  de la noche parecía eran las 12:00 del mediodía. No podíamos dormir del calor que eso generaba. Era una cosa espantosa”, rememoró.

 “Hubo familiares míos que fallecieron ante explosiones. Cuando había escapes de gas, de acuerdo a la dirección del viento era el impacto, mayormente hacia la playa de Guayanilla. Era una tensión continua, que no te permitía ser feliz”, afirmó la deportista retirada. “Esa contaminación todavía está ahí”, afirmó.

“También recuerdo no hace mucho, que cuando llovía bajaban escorrentías de la montaña de ese vertedero, que es una cosa que metía miedo y todavía no se depositaban cenizas. Así que me imagino como será en este momento”, sostuvo Echevarría, quien fue exaltada al Salón de la Fama del Deporte en 2003.