La cotidianeidad de miles de residentes en las zonas sur y oeste tomó un dramático giro desde el paso del huracán Fiona, ante la falta del servicio eléctrico, elevando los costos de vida al incurrir en gastos que no estaban presupuestados.

Para Edwin Gabriel Núñez Lao, un maestro de 35 años quien reside en el centro histórico de Ponce, la rutina se ha convertido en una batalla diaria al intentar cubrir sus necesidades básicas.

El educador reside con su madre de 64 años en un condominio donde no puede utilizar generador de electricidad; situación que les obliga a ir al supermercado todos los días para hacer la compra de los alimentos que van a consumir.

“Gracias a Dios que llevamos cuatro o cinco días que no tenemos problemas con el agua como tal, pero la falta del servicio eléctrico nos ocasiona muchos problemas. Este es un condominio y aquí no podemos utilizar plantas eléctricas. Hay que hacer compra diario, el gasto del hielo… como no tengo planta eléctrica, no he tenido que salir a buscar gasolina todos los días”, confesó.

“Estoy pendiente a la gente para saber a dónde puedo comprar hielo. Anoche tuve que ir a un colmado en extensión Punto Oro, que está bastante retirado de aquí, porque era donde había hielo porque ahora se consigue con dificultad. Es una complicación terrible, todos los días, todos los días. Aparte de que no hay información, no te dicen por qué no hay servicio eléctrico”, lamentó.

Al igual que muchos residentes en la zona, Edwin Gabriel tuvo que botar los alimentos que estaban refrigerados porque se dañaron; afectando seriamente sus finanzas pues en menos de dos semanas ha tenido que gastar alrededor de $1,600 dólares.

Yo creo que llevamos $1,600 en 14 días, entre compra, gastos, hasta hemos tenido que incurrir en la compra de toallas, ropa de cama, porque no tenemos la facilidad de lavar. De hecho, hay una lavandería en Ponce y ellos te cobran $12 por tanda, si no llevas los detergentes, y si llevas los detergentes son $8 por tanda, pero incluye lavado y secado. Si llevo una tanda de toallas blancas y otra tanda de toallas de colores, son $24″, expuso.

“Creo que hubiese sido loable poner una lavandería en la plaza, aunque fuera con generadores para que la gente pudiera lavar, porque el mundo sigue”, resaltó.

La falta de electricidad también alteró la rigurosidad con la que debe alimentar a su progenitora, ya que sus condiciones médicas no le permiten consumir alimentos enlatados.

“Es difícil porque una persona a cierta edad tiene su rutina bien establecida con sus horas de sueño, pero luego de esto no hay descanso… muchas situaciones. Son gastos exorbitantes por todo lo que se ha tenido que comprar al no tener servicio eléctrico. Aparte de eso, en términos de compra, mi mamá tiene sus condiciones y tiene una dieta especifica, hay alimentos que no puede consumir, como alimentos enlatados por el alto contenido en sodio y ácido”, explicó.

“Esto ha sido bien terrible. Yo creo que estoy hasta peor que en María en una situación más incierta”, lamentó.

De otra parte, reveló que, a pesar de residir en el casco urbano, “por aquí no ha venido nadie a ayudar”.

“Ningún representante, ni alcalde, nadie… no han venido por aquí a traernos ni siquiera agua. Aquí ni se asoma la luz y lo peor es que no hay explicación. En mi área vive muchísima persona mayor, muchísima persona indigente”, alertó.

“La gente cree que el centro histórico es de residencias lujosas, que sí, las hay, pero a la entrada de mi calle está La Trinidad, que es un edificio multipisos donde viven adultos mayores y ahí tampoco hay servicio eléctrico”, mencionó.

Por su parte, Jaqueline Mattei Reyes, de 58 años, resaltó “si compramos carne, es para el uso de ese día… compramos poquitas cosas, nada así de nevera. Tenemos que ir al supermercado con más frecuencia”.

“Estamos comprando fuera en algunas ocasiones, en otras tenemos el gasto de gasolina porque tenemos un ‘inverter’, pero no lo ponemos todo el tiempo porque el gasto de gasolina es considerable”, sostuvo Mattei Reyes que también es maestra.

Prácticamente tenemos que comprar gasolina cada dos días. Hubo días que la fila era inmensa, ahora ha bajado bastante, pero queríamos asegurarnos de no quedarnos a oscuras. Hoy mismo fueron $39.51 para la planta”, destacó la ponceña.

Mientras que Miriam Soler Rodríguez, residente en la comunidad Central Mercedita en Ponce, destacó que el lugar no cuenta con el servicio de agua ni de luz.

“Prácticamente, tenemos que estar comprando fuera, pero cuando compramos agua potable cocinamos. De esa manera sobrevivimos. Prácticamente todos los días en el supermercado”, esbozó la líder comunitaria de 66 años.

“Es un gasto grandísimo porque tenemos que estar gastando todos los días dinero para poder salir hacia adelante. Tratar de sobrevivir en esta situación”, concluyó.