Quebradillas. El coliseo Raymond Dalmau ayer lucía diferente: las luces estaban a media potencia y tampoco se escuchaba la algarabía que caracteriza a este lugar cuando hay un juego de baloncesto.

En cambio, el ambiente era pesado y los llantos de las personas que venían a ver por última vez a Héctor Rojas Dávila –el baloncelista que junto a otros dos acompañantes murió intoxicado el pasado sábado en Juana Díaz– hacían eco por todo el local.

Los restos del joven fueron expuestos ayer, martes, en un ataúd sobre el tabloncillo que probó el sudor de Rojas Dávila, de 20 años, quien esta temporada fue elegido para jugar por el equipo de los Piratas.

Entre sollozos, familiares y amigos que se acercaban al ataúd se confundían en abrazos, evidenciando la aflicción que los arropaba en tan doloroso momento.

El padre del joven, Héctor Rojas Cuevas, se armó de valor y, entre el desasosiego, alcanzó a decir que se sentía muy orgulloso de los logros de su hijo.

“Es un momento devastador, no hay palabras para describir el dolor. Hay que pedirle mucho a Papá Dios para que nos fortalezca y nos permita seguir hacia adelante”, manifestó.

Por otro lado, el hermano mayor del fenecido, Kevin Rojas Dávila, dijo que desea recordar a Héctor como un “muchacho alegre, tranquilo”, que logró incluirse en un equipo profesional de baloncesto debido a sus méritos y sus esfuerzos.

“Héctor Luis era un hombre fuerte, que llegó a donde llegó porque tenía un corazón enorme”, expresó el mayor de tres hermanos.

Durante la mañana de hoy, se estará ofreciendo un servicio religioso en la parroquia Nuestra Señora de la Monserrate, de donde saldrá la comitiva fúnebre para trasladar el cuerpo del baloncelista hasta el Cementerio Municipal, donde se le dará cristiana sepultura.

El sábado pasado, Rojas Dávila llegó junto a su amigo de infancia, Oscar Ramos Pérez, de 22 años, y su amiga Natasha Maysonet Vélez, de 19, hasta el motel Adonis, en Juana Díaz, buscando lugar para alojarse luego de haber salido de disfrutar de las Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI), que se celebraron en Ponce.

El cansancio, dicen los familiares, obligó a los jóvenes a pernoctar en esa hospedería, donde Rojas Dávila y Maysonet Vélez compartieron la habitación, mientras que Ramos Pérez se quedó dormido dentro del auto, que estaba encendido dentro del garaje, lo que provocó que las emisiones de monóxido de carbono alcanzaran e intoxicaran al trío.