Dorado. La casa tenía la puerta abierta, como si no importara que alguien fuera a entrar. Pero la vista al interior completamente destrozado y con el techo cubierto de toldos azules no era una que invitara a nadie a querer pasar. Adentro se escuchaba un bolero en la radio. Al llamar se acercó primero una perrita, luego un hombre que de inmediato invitó a entrar.

Don Wilfredo Román Báez Montañez, un hombre de 70 años, ciego de un ojo y con problemas en el otro, vive con su perrita Nena en esta casa a punto de colapsar, en un callejón en el barrio Higuillar de Dorado. 

En su casa “se fue todo” con el azote del huracán. Del techo, apenas quedan los palos que lo sostenían. El resto no existe. Y el toldo azul que lo cubre ya está acumulando agua en algunos lugares. Ni siquiera las divisiones interiores de la frágil vivienda resistieron. 

En una esquina, en la parte que mejor aguantó, don Wilfredo colocó la cama con “un colchón que he secado con mi cuerpo”. 

La casa no tiene electricidad. Resuelve con un cable que le tira el hermano desde la casa vecina, que también fue destrozada por el huracán, pero que al menos han empezado a reparar. 

“Aquí se han olvidado de mí. Vinieron de FEMA. Me entrevistaron, me pidieron y que les diera una declaración jurada. Y yo lo he enviado. Y resulta que dicen que los papeles no han llegado y no han vuelto”, explicó el hombre sobre su situación luego del ciclón. “Uno llama y lo que sale es una computadora. No dicen nada, ni de los $500 ni nada. No dicen si te aprobaron, nada”. 

Don Wilfredo enseña su casa, o más bien lo que queda de ella. Es una demoledora escena de pobreza. Al menos con ese cable que le proveen, puede contar con un refrigerador. Pero el resto de la cocina es un reguero de cubos junto a un fregadero que parece a punto de desplomarse, pegado al esqueleto de lo que alguna vez fue una pared divisoria.

“Yo no tengo seguro social, vivo de cupones. Si pudiera, hace rato que habría arreglado la casa”, insiste. 

Pausa, y habla de Nena. “Ella fue la que pasó el huracán conmigo. Allí en la esquina, junto a las maderas, ella y yo ahí”, contó, mientras la satita lo seguía con tierna mirada como si entendiera lo que estaba relatando. 

Lamentó que durante todo este tiempo no ha visto a ninguno de los políticos que se supone velen por los intereses de esta comunidad, incluyendo al alcalde de Dorado, Carlos López, y el representante Rafael “Tatito” Hernández. Tampoco ha tenido suerte llamando al programa “Tu Hogar Renace”, cuyos letreros con números telefónicos cuelgan por el barrio, no lejos de casas en mal estado o con mayor o menor grado de destrucción.

“Ahora ni aparecen. Solo vienen a buscar votos, con toda su hipocresía”, dijo don Wilfredo sobre los políticos. 

El septuagenario camina sobre el maltrecho piso de cemento y losetas rotas hasta la puerta del fondo que da al patio. Las últimas habitaciones son apenas un esqueleto de frágil entramado de maderas en parte corroídas por la humedad y el comején. 

“Ya mismo viene la próxima temporada de huracanes y con un viento de 30 millas (por hora) se lleva eso”, dijo mirando al toldo azul que se sacudía con la brisa. “Yo lo que quiero es que me arreglen el techo y el baño. Lo demás… yo duermo en el piso si hace falta”. 

“Cuando llueve aquí gotea en el baño, por acá también. Al menos no se me moja en el cuarto”, exclamó don Wilfredo con aire de resignación. “Pero tengo miedo que un viento de 30 o 40 millas (por hora) se acabe de llevar la casa. Y en cualquier momento me tengo que ir a un refugio, con la Nena. Sí, porque yo no la dejo a ella, ni ella a mí. A dónde yo vaya la tienen que aceptar conmigo, si no yo me voy de allí”.

Pasado un rato, don Wilfredo agradece la visita de este diario, y en particular que nos preocupáramos por su situación. 

“Yo estaba esperando, le pedía a Dios que viniera alguien… Yo creo que a ustedes me los envió Dios”, expresó, reiterando su agradecimiento porque tratemos de ayudarlo. Quien desee hacerlo con materiales de construcción, puede llegar hasta la maltrecha residencia en la Calle Casabe, en Villa Palma, del barrio Higuillar de Dorado.