Quebradillas. Una ola de birretes en la cancha y una avalancha de orgullo en las gradas llenó hoy, sábado, el coliseo Raymond Dalmau, durante la primera graduación del Programa de Educación para Adultos del Departamento de Educación (DE) 

Para poder lucir por fin la toga y la esclavina, muchos de los 1,725 graduandos, entre las edades de 16 a 85 años, superaron duras experiencias de orfandad o disfunción familiar. Otros sufrieron adicciones o tienen discapacidades y por eso el evento en la ciudad Pirata fue uno trascendental y emotivo.

En el coliseo quebradillano el ambiente de celebración entre los alumnos de todas las regiones del Departamento de Educación (DE) y sus allegados era mayor que en las colaciones de grados tradicionales y sin duda existían razones de sobra para el júbilo desbordante.

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“El que no llega es porque no quiere. El que quiere vence todos los obstáculos para alcanzar su meta”, expresó a este medio Elías Rivera Millet, de 85 años, quien, tras décadas de soñarlo, obtuvo su diploma de cuarto año. 

“A pesar de lo difícil que puede haber sido, al fin llegamos”, manifestó a la audiencia Rivera Millet cuando se le reconoció como el graduando de mayor edad y una de las historias de éxito del Programa de Educación para Adultos.

Este arecibeño se certificó como oficial plomero hace largos años, pero en décimo grado tuvo que dejar la escuela. Tras toda una vida de trabajo sin poder presentar el diploma que le pedían, decidió matricularse en el Centro Educativo Gabriela Mistral, en Puerto Nuevo, y así completó su cuarto año.

Otros como Frank Valentín y José Antonio Ortiz superaron sus dificultades de aprendizaje y la frustración de haber dejado la escuela, para volver con nuevas fuerzas y conseguir el grado de escuela secundaria. 

“Un 23 de mayo como este entré a la Cárcel de Mujeres de Vega Alta y salí en el 1997”, relató, por su parte, Cecilia Álamo Vázquez, otra de las graduandas.

“Yo conocí al Señor dentro de la prisión. Mi vida cambió de una manera que cambió mi mente y mi corazón. Y me hizo desear algo diferente”, narró en entrevista con este medio. 

A los dos años de haber cumplido su sentencia, volvió a esa misma cárcel, pero para compartir su testimonio de fe y de superación. Eso la llevó a capacitarse como capellana, labor que aún desempeña. Sin embargo, le faltaba retomar el sueño que la acompañó desde niña: ser enfermera.

Hace tres años, en la prensa escrita leyó sobre el caso de una mujer de 85 años que acababa de terminar su cuarto año en el DE. “Si ella puede, yo también”, se dijo. Eventualmente retomó los estudios y hoy, tras obtener el grado secundario en el Centro de Servicios Educativos de Caguas, se encamina a estudiar enfermería, como siempre quiso. 

Esta profesión enfocada en el servicio al prójimo también acapara la agenda académica de Isaura Pérez Camacho, de 65 años y natural de Ceiba. 

La graduanda recibió hoy, sábado, el reconocimiento oficial a su logro de haber completado en diciembre de 2014 su cuarto año, décadas después de haber tenido que dejar la escuela para aportar al sustento de su hogar. A corto plazo espera también vestir el uniforme de enfermera. 

“No se rindan. Así como yo pude, ustedes pueden lograrlo”, aconsejó la madre de dos hijos ya profesionales y quien, con promedio de 3.81, fue aceptada en la Universidad del Turabo para realizar sus estudios en enfermería.

Mientras la mayoría de los graduandos tenían a familiares y allegados en las gradas, algunos los tenían justo al lado, porque juntos completaron sus estudios secundarios. 

Ese fue el caso de Felícita Cruz Torres, quien desde 2002 estuvo intentando completar su cuarto año. Sin embargo, sus múltiples responsabilidades como madre y esposa complicaron la meta. Hoy, finalmente, levantó su birrete junto al de uno de sus hijos, Ernesto Rodríguez Cruz, de 26 años, quien también se animó a terminar de estudiar en la misma escuela de Guánica a la que asistía su madre. 

Otros casos de educación en familia fue el del matrimonio de los jóvenes Cristine Martínez Rivera y Ryan Guerrero quienes con múltiples limitaciones, incluso sin contar con un techo seguro, se fajaron hasta obtener sus grados. 

“No renunciaron a la esperanza” 

“¿A cuántos de ustedes los subestimaron? ¿Cuántas veces alguien les dio la espalda? Esa reflexión tienen que hacerla, no para reprocharle a la vida, ni para llenarse de amargura, sino para sentirse orgullosos”, fue la invitación del secretario de Estado, David Bernier.

“A pesar de los retos, tuvieron la valentía y el suficiente amor propio para alcanzar esta meta que parecía imposible y hoy recibir un diploma que es un paso muy importante en sus vidas”, agregó Bernier.

Por su parte, el secretario de Educación, Rafael Román, destacó que cada uno de los graduandos son ejemplo de seres que no “renunciaron a la esperanza, a darse una segunda oportunidad”. 

“Nos conmueve y nos llena de esperanza que estén aquí”, expresó Román. 

El Programa de Eduación de Adultos sirve a 11,555 personas mayores de 16 años que, por una razón u otra, tuvieron que interrumpir sus estudios. Esto incluye clases de alfabetización primaria, intermedia y avanzada, inglés conversacional, educación cívica para inmigrantes y repasos para tomar el examen de equivalencia para el grado de escuela superior. 

El programa se nutre con $11.3 millones en fondos federales y una aportación estatal de $250,000, informó el DE. 

Los cursos para adultos se ofrecen en 62 escuelas del DE y 30 instituciones sin fines de lucro, repartidos por todas las regiones educativas. 

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