Las Marías.- “La duda de nosotros es si esto es tierra habitable todavía. Yo entiendo que no”, expresó angustiado Juan Aponte, del barrio Anones de este municipio, mientras caminaba pisando suave dentro de su humilde residencia para evitar que esta colapsara.

Los fuertes vientos del huracán María no se llevaron el techo de su casa, pero sí socavaron sus cimientos, al punto de que el baño se ha ido hundiendo. Tras 10 días del paso del destructivo evento atmosférico, Aponte teme que la residencia -en la que vive con su esposa y dos niños- se caiga en cualquier momento, tal y como pasó con la de su vecina de al frente. Se refería a la casa de Rosalía Cabán, madre del trovador marieño Jonathan Colón, la cual se derrumbó.

“Rosalía y su familia se iban a quedar en la casa, pero como a la medianoche se fueron… y esa madrugada ocurrió el desastre”, contó Eduardo Mojica, otro de los vecinos, al tiempo que indicaba que el terreno y la casa de dos cuartos continúan descendiendo risco abajo.

Los residentes de Anones aseguran que en medio del huracán, la tierra tembló, y lo hizo más de una vez. “El viento no me asustó, pero el temblor sí. Nos arrinconamos en la parte de al frente de la casa, y empezamos a rezar; y mientras más rezaba, más fuerte era el temblor. Yo dije ‘esta quiere matarnos a nosotros, nos quiere tumbar’. Parece que venía posesionada por el demonio”, manifestó Audina Feliciano Ramos, de 78 años y quien sufre de ansiedad y presión alta.

Su nieta, Naomi Mojica Martínez, dijo que las familias -incluyendo niños- estaban listas para irse a un refugio cercano que el municipio les dijo abriría a las 6:00 p.m. del martes; pero nunca lo abrieron. “Para mí, fueron negligentes”.

El alcalde Edwin Soto visitó el barrio Anones y constató que “ha habido desprendimientos y casas enterradas”. Teme que los desprendimientos continúen, ya que los terrenos están saturados y cualquier aguacero podría empeorar la situación. “Mi hermana tenía una casa de cemento y se le desplomó, se bajó. Otra se hundió, hay casas que se rajaron, eran casas buenas”, agregó Soto.

A semana y media del feroz azote de María, aún quedan 30 refugiados en la escuela Eugenio María de Hostos, de un total de 150 que llegaron el día del huracán. Hay además gente pernoctando en iglesias y en casas de familiares, que no han podido regresar porque perdieron sus viviendas o los accesos están bloqueados.

La única forma de llegar a Las Marías es por la carretera 106 de Mayagüez; y por la 119 de San Sebastián, pero hay que tomar un desvío por Maravilla Norte.

La ayuda ha llegado de forma limitada, la Guardia Nacional y otros programas federales han llevado agua embotellada y comidas para repartir a los damnificados, pero no es suficiente.

Soto insistió en que hace falta diésel para poner a funcionar la infraestructura y las instalaciones del pueblo, así como más cargamentos de agua. “Aquí hace falta de todo porque no hay nada”, expresó el mandatario.

No saben lo que pasa

Contrario a otros municipios, en el pueblo del café han llegado más de una vez los helicópteros de la Guardia Nacional, con cierta ayuda para los maricaeños. Sin embargo, los residentes no la ven.

Primera Hora fue testigo de uno de esos viajes el sábado, 30 de septiembre en horas de la tarde. Al escuchar el ruido de la nave, los residentes corrieron hacia el parque de pelotas Johnny Arbona Quiñones en espera de recibir comida, agua u otros artículos que aliviaran sus pesares; pero al menos, en ese momento, el cargamento no se repartió.   Dos guaguas -una de ellas sin identificar- se llevaron las decenas de cajas que acababan de llegar.

“La ayuda está llegando al municipio, pero no se sabe cómo se distribuye ni a dónde va a parar”, lamentó Shakira Rivera, residente del lugar.

A pocos pasos del parque vive la familia Lassus, quienes han quedado prácticamente incomunicados, pues el huracán desplomó el camino que llega a sus residencias. Ramón Pérez Lassus, señaló que hace más de 10 años FEMA asignó dinero para construir un puente detrás del parque en la urbanización Estancias del Cafetal en la carretera 105, pero desconoce a dónde fueron a parar los fondos.

En el lugar hay dos propiedades y un negocio de mecánica, propiedad de Pérez Lassus, quien no ha podido entregar los vehículos de sus clientes por la falta de acceso. Entre los residentes hay también niños, una anciana y dos embarazadas.

Los Lassus no son los únicos incomunicados en Maricao. El matrimonio de Carmen Badillo y Crescencio Badillo, así como Onelia Irizarry también lo están desde el día del huracán María, cuando el río se salió de su cauce y se llevó el puente que conecta sus casas con la carretera.

Los tres envejecientes -entre las edades de 71 y 83 años y con condiciones de salud serias- señalaron que ningún representante del municipio los ha ido a visitar. “Yo estoy preocupada por él, por si le pasa algo de noche”, dijo Carmen, en referencia a su esposo, quien es paciente cardiaco.

“En el Centro de Manejo de Emergencias no hay organización y el COE (Centro de Operaciones de Emergencia) nunca se ha reunido en Maricao”, sostuvo Vicente Bayrón, representante del Departamento de la Familia, quien indicó que en pleno huracán el alcalde despidió al director de Manejo de Emergencias, Pablo Ortiz.

El alcalde Gilberto Pérez Valentín no pudo ser entrevistado por este diario, pues estaba “visitando los campos”, dijeron empleados de la Defensa Civil. Aún hay tres refugios abiertos, en los que hay, en total, unas 80 personas aproximadamente.

La gasolina escasea, así como el agua, la comida y los medicamentos, sobre todo en las zonas distantes, según el paramédico Alexander Cuevas. Y el Centro de Envejecientes municipal tampoco ha reabierto, agregó.