El cansancio es evidente en sus rostros. La angustia también se percibe a leguas. Y no es para menos pues, ante el inminente azote del potente huracán María por Puerto Rico, sus residencias están nuevamente en riesgo de ser parte del destrozo que se pronostica para la Isla.

Y es que los residentes de la zona Este del Ptaís apenas se reponen del embate del huracán Irma -fenómeno que provocó grandes daños en esta área costera hace un par de semanas-, para ahora enfrentar con mucho temor una nueva amenaza de la naturaleza.

Entre los preocupados está el matrimonio compuesto por Nancy Calderón y Domingo Pizarro, quienes perdieron casi toda la estructura de su casita de madera, ubicada en el sector Melilla del barrio Medianía Alta, en Loíza. 

Sólo un pequeño cuarto, por el que entra el agua a chorros cada vez que llueve, se mantuvo firme con las fuertes ráfagas. Y allí pernocta la pareja.

“Él es el que se preocupa y yo le digo que se esté tranquilo y que confíe en Aquel que está allá arriba. Si se fue la casa con Irma, es por algo. Y si ahora se nos va este cuartito por algo será también, porque Dios no es loco… Dios sabrá el por qué”, dijo Nancy, quien ayer recogía un puñado de ropa, documentos importantes y los alimentos que le han donado samaritanos para resguardarlos de las inclemencias de María, un fenómeno que se espera que afecte a Puerto Rico a partir del miércoles en el día.

Otra que hizo de tripas, corazones para proteger su hogar fue Carmen Ouffre, residente en el sector Las Delicias, en el barrio San Isidro, en Canóvanas.

La mujer, quien reside en una casa de dos plantas, cubierta de madera y zinc, se resignó a que puede ocurrir lo peor no sólo por la furia del viento, sino también por las intensas lluvias que se esperan ocasionen inundaciones en el sector.

“Uno hace lo mejor que puede, pero parece que viene bien malo”, comentó quien recurrió a la técnica de amarrar con soga los paneles del hogar y quien se refugiará en casa de un pariente.

Agregó que más que la casa le preocupan sus animales, los que cuida como a “unos hijos”. “Estoy bien nerviosa por ellos… vine hoy a darles alimentos y mañana temprano vuelvo. Espero que no les pase nada”, expresó quien cuida de conejos, gallinas, pavos y patos, entre otras mascotas.

El vecino de Carmen, David Rivera Carrión, también se mostró preocupado ante la posibilidad de un desbordamiento.

“Lo digo y tiemblo porque la última vez que aquí llovió mucho, el agua me llegaba al pecho. Bueno, imagínate que por la calle bajaban estufas, neveras, paneles... hubo que socorrer gente en yolas”, manifestó aterrado.

Denunció que una situación de “emergencia” se pudiera haber evitado si la alcaldesa de Canóvanas, Lornna Soto, hubiera dado órdenes para el dragado de un caño cercano.

“Se lo hemos pedido muchísimas veces y no nos hacen caso. Ahora viene ese huracán tan peligroso por ahí y ese caño está lleno de basura. De aquí a mañana eso no lo van a limpiar. Así que tenemos que prepararnos para lo peor. Yo me enfoqué en proteger mi casa y a mi familia”, dijo quien asegura haber comprado suministros para pasar “par de días” en su casa incomunicado.

Mientras, en Luquillo, residentes como Richard López, vecino del sector San Vicente, del barrio Mata de Plátano, parece haber aprendido lecciones del pasado y puso en marcha un encomiable plan de prevención.

“Aquí estoy cortando ganchos de un palo de mangó para que no me vaya a caer encima del carro o del rancho... mira lo que le pasó a la otra guagua con los vientos de Irma”, dijo mostrar cómo un enorme árbol cayó sobre el auto.

El caballero relató a Primera Hora que en 1989 sufrió “en carne propia” lo que es perder su hogar, tras el azote del huracán Hugo en la Isla.

“Perdí toda mi casita... era una que tenía en Río Grande y en la que ahora vive mi hija. Lo bueno de lo malo es que después de eso, con los chavitos que me dio FEMA (Agencia Federal de Manejo de Emergencias), le puse torta de cemento”, contó.

A raíz de la experiencia vivida, don Richard se dedicó a habilitar su casa durante los pasados años para que fuese una a “prueba de huracanes”.

“Aquí tenemos energía de placas solares y también tengo baterías (más de 12) que trabajan con un inverter a través de esa misma metodología. Otra cosa que hice fue poner una caja de agua detrás de la casa, que recoge toda el agua de lluvia y que funciona como cisterna. Aquí nosotros, si Dios quiere, no vamos a pasar necesidades”, expresó.

Pero en un área cercana a donde vive Richard -en el sector Parcelas Nuevas del barrio Casablanca-, la historia no será la misma para doña Alejandrina Matos, quien ayer amontonaba cosas en una esquina de su casa de madera con la esperanza de que si las planchas de zinc que le sirven de techo vuelan, “por lo menos se salve alguito”.

“Pues, no puedo hacer más na’... esto ya me pasó en Hugo y me pasó en George. Ahora puede pasar lo mismo con esta tormenta. Mi confianza está puesta en Dios”, reflexionó.

Hasta anoche, el Centro Nacional de Huracanes en Estados Unidos ubicaba al huracán María como uno categoría 5 con vientos de 160 millas por hora.