Cuando Ramón Sierra dejó su casa en Monte Carmelo en Vieques esta mañana para irse a refugiar, las primeras ráfagas asociadas al huracán Irma ya habían tumbado árboles y hasta buzones.

“Vivo en una loma y la casa mía es de madera”, indicó el viequense de 69 años de edad.

Acostado en su cama de la casa Dale una Mano a Puerto Rico, que por varias décadas ha servido como refugio para los viequenses en época de huracanes, comentó esta tarde que Irma probablemente ya le había hecho daño severo a su propiedad.

“Ya tiene que haberle hecho algo porque cuando yo bajé a las 9:00 de la mañana ya había tumbado muchos árboles y la casa mía no aguanta tanto. Tuve dificultado para bajar al refugio porque había árboles en la carretera y hasta buzones tumbados”, recordó.

La experiencia en el refugio municipal, ubicado en el sector Las Marías, ha sido positiva.

“Siempre tratan a uno bien. Aquí uno está más seguro y eso es lo que hay que buscar”, señaló.

En la cama contigua está Luis Armando Pizarro Cardona, junto a quien Sierra también pasó en huracán Georges en 1998.

“Da la casualidad que en aquella ocasión estábamos uno al lado del otro y ahora otra vez”, dijo entre risas Sierra.

Pizarro Cardona, de 80 años, fue el primero en llegar al refugio a las 3:00 p.m. de ayer.

Tal y como había anticipado se la ha pasado “relajando y charlando” con Sierra y otros viequenses.

En fin, que hasta ahora todo va “bastante bien”, aunque reconoció que no durmió cómodo por estar pensando en su vivienda del sector Santa María.

Violeta Romero, de 77 años, compartió que acudió al refugio con su hija y dos nietos adolescentes porque la casa ubicada en Villa Borinquen está bien deteriorada.

“Cuando estos tiempos se ponen así tan malos, en la casita mía no podemos estar porque está bastante malita y un viento de estos me la puede tumbar. La casita está de tumbar de hacerse otra vez; está bien viejita”, describió Romero, quien en huracanes previos ha tenido pérdidas por inundación.

Entretanto, el peligro para la residencia de María Colón Ortiz en el barrio Bravos de Boston es la altura.

“Vine porque la casa mía queda en una loma, sobre unas columnas, y cuando hace mucho viento la casa como que se mueve”, señaló la viequense de 74 años.

La situación es similar para Carlos Benítez Guzmán, de 73 años y residente en Monte Carmelo.

“Vine porque donde vivo es alto y peligroso, es una casita de madera. Es peligrosísimo, voy a tener que irla a buscar a Ceiba”, expresó bromista.

Ambos se mostraron complacidos con el trato recibido en el refugio.

“Ha estado  muy bien, siempre vengo aquí. Me gusta cómo nos tratan”, dijo Colón Ortiz.

En el caso de Pablo Medina, la peligrosidad que representa Irma para su vivienda es por su ubicación cerca del mar. Su casa está en Quintas de Santa Elena, en el barrio Martinó.

“Yo vivo en una casa de cemento, pero estoy muy cerca de la playa y cuando el mar sube a 20 pies es peligroso”, manifestó el fajardeño de 78 años, quien ha vivido 55 de ellos en Vieques.