“Urgente, se necesita un donante de riñón”. Las camisas que regala Orlando Torres, de 63 años, plasman claramente la desesperación de un paciente renal que depende de un trasplante para sobrevivir.

Torres no necesita dinero; sino el órgano para continuar su vida. “Yo tengo tres nietos que me encantaría verlos crecer”, dijo el sexagenario quien tiene fallo renal en etapa final causado por alta presión.

El vecino de Guaynabo ya ha distribuido 100 camisas en la Isla y Estados Unidos con la esperanza de que aparezca un donante. Incluso, se dispone a repartir otras 100, pero con el llamado en inglés. 

“Con esta campaña el regalo que quiero es que aparezca un donante. El mejor regalo es poder seguir viviendo...”, recalcó. 

Torres recordó que tras enfrentar la realidad de necesitar un riñón, dijo a Dios: “Si me das un break yo lo cojo porque todavía hay muchas cosas que hacer”.

Y con ese break está luchando.

Confesó que inicialmente “tuve una discusión con Dios increíble. Le reclamé: 'Nadé todo este tiempo, llego hasta aquí y mira lo que tú dejas que me pase'”.

Pero tras el reclamo, “él me habló y me dijo: 'te toca cuando te toca y te toca hacer lo que tienes que hacer'. Yo me reconcilié con él y le dije “'que se haga tu voluntad, lo que tú quieras'” .

El padre de tres hijos aceptó que su gran preocupación es morir y que su esposa, sobreviviente de cáncer y con la que lleva 40 años, quede sola.

Sin embargo, por los pasados tres años ha hecho unos ajustes en su vida, incluyendo dejar sus finanzas al día.

Fue precisamente hace tres años, cuando cumplió 60, que su diagnóstico se complicó y “sabía que esa era la sentencia de muerte”.

Aceptó que en todos sus trabajos, el estrés era la constante, lo que empeoró su condición.

“Estuve 42 años (trabajando), de los cuales 38 estuve bajo esa presión”, indicó al mencionar que en febrero de 2017 “me fui en short term disability y en noviembre terminé con la empresa”.

Inmediatamente comenzó las gestiones para cuando le tocara recibir un riñón y ya está inscrito en el Programa de Trasplante del Jackson Memorial Hospital en Miami, y en el Dallas Transplant Institute.

También, está haciendo lo propio en el Hospital Auxilio Mutuo en Hato Rey, donde gestiona los trámites finales.

Ya lleva casi cuatro meses dializándose, cuatro horas, tres días a la semana.

Conoce que hay personas que viven años así, porque “el secreto de esta enfermedad es la alimentación. Seguir la dieta rígidamente, que es difícil, porque son 32 onzas de agua al día (las que puedes tomar)”.

 ¿Le tiene miedo a la muerte?

“No le tengo miedo a la muerte. Me moriría feliz. Estoy reconciliado con Dios, pero tengo interés en aportar a mi familia y a la sociedad”, respondió con tranquilidad.

¿Qué ha aprendido en el proceso? 

“A disfrutar cada día a plenitud. Hay mucha vida que hacer, y disfrutar y aportar”.

¿Qué ha descubierto?

“Que hay muchísima gente que me quiere, que me aprecia. Yo no sabía que era tanta. Se han abierto una serie de puertas que uno dice: '¿De dónde salió esto?'. Gente que me llama”.

En todo este proceso hay un grupo de tres amigos que le ha dado la mano.

Se trata de los boricuas Abimael Rodríguez y Roberto Ortiz, al igual que James Carr, quienes viven en Estados Unidos.

Ellos fueron quienes lo impulsaron a llevar su clamor a través de camisas luego de conocer un caso similar en Nueva Jersey que tuvo un final feliz porque el paciente consiguió su riñón. 

“La parte más dura de todo esto es que en Puerto Rico no tenemos cultura de donación... no estamos educados para eso”, lamentó. Aún así sigue firme con su fe y esperanza de que su órgano está por llegar.