Mientras transcurre el día, el fanático siente la adrenalina de que llegue pronto la hora de vestirse para arrancar hasta el Coliseo Tomás Dones. Cual si fuera jugador, la preparación del cariduro es sumamente importante, la garganta, manos y todo lo que haga ruido, debe estar en óptimas condiciones para ese momento.

Una vez está de camino hacia la cancha, encontrarse con el extenso tráfico que llega casi al área del casco urbano de Fajardo, es el primer indicio de que la noche promete muchas emociones cuando alrededor de 2,800 almas se unan en apoyo en cada jugada.

Usualmente el tráfico fluye con rapidez, gracias al despliegue de oficiales que bordean todo el Coliseo cada noche de juego con la misión de organizar la afición en cada espacio habido y por haber del Complejo Deportivo Hipólito Robles, donde ubica la arena caridura. El objetivo es simple, que todos puedan apoyar a la tropa de Carlos Arroyo.

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Una vez en la fila para comprar los boletos, se ven pasearse a los fanáticos de todas las edades, muchos con sus camisas alusivas al logo del caballero de poco cabello que con un gesto de coraje y un balón en mano representa a los oriundos del municipio.  Mientras, hay quienes aprovechan la oportunidad para reencontrarse con viejos amigos, otros hacen sus análisis de lo que pasará esa noche, como todos  unos gurús deportivos. ¡Qué muchos se visten de Fufi Santori! Pero bueno, todo es parte del folklor deportivo de nuestra Isla. 

Ya en el interior del Coliseo, todo cobra sentido, la música, los ánimos y ver calentando  al equipo da paso a despertar ese espíritu competitivo en hombres, mujeres y niños. Y, ¡como le gusta el baloncesto a las fanáticas de Fajardo! Si las vieran defendiendo a capa y espada a sus Cariduros, en ocasiones se les ve reclamándole a los árbitros hasta más que los hombres y dejando la garganta por su equipo sin ningún remordimiento. ¡No cabe duda de que el baloncesto levanta pasiones!

Mientras transcurre el partido, entre el “Defense, defense”, el “Ahí Cariduro” y el “Fajardo párate”, el pueblo se une en una sola voz, en un aplauso, en un grito. En ese momento se olvidan de lo que los separa, a menos que, obviamente, se trate de la fanaticada del equipo contrario.

Para el otro bando, siempre hay uno que otro estribillo, como fue el caso de la fanaticada de los Vaqueros, quienes siempre llegaron en sus guaguas es colares a presenciar los partidos de cuartos de finales y fueron igualmente despedidos a coro por los fanáticos cariduros con los estribillos: “La guagua se va”, “Y… ¡fuera! 

Nada personal, la fanaticada caridura es una de las más respetuosas de la Liga, pero en varias ocasiones se metieron con el capitán, Carlos Arroyo, y la gente no quiere cuenta con su “MVP”, por lo que le dejaron demostrado que en el Coliseo Tomás Dones mandan los de la casa.  ¡Y de eso no hay duda! 

En la medida en que el reloj sigue bajando, la adrenalina sigue aumentando, tanto dentro del tabloncillo como en las gradas. Y si en algún momento el equipo baja la intensidad o cae en una mala racha, ahí está el sexto hombre que hace entrada a juego. Por eso no es casualidad que, al cierre de esta edición, los Cariduros solamente hayan perdido tres partidos en su casa. 

Pase lo que pase dentro del tabloncillo, al finalizar cada encuentro los fanáticos cariduros salen del Coliseo con la satisfacción de haberse dado una dosis de buen basquetbol... ¡Eso es lo importante!  

Entonces, se vacía el Tomás Dones y se pone en conteo regresivo para que llegue el día del próximo partido, donde la historia vuelve a comenzar…. Y así seguirá siendo, porque no cabe duda que, en la ciudad de Fajardo, la pasión por el baloncesto de esta era solo acaba de comenzar.