Con la celebración de una misa, más de cien cardenales de todo el mundo iniciaron el miércoles su segundo día de cónclave: una reunión a puerta cerrada en la Capilla Sixtina para tratar de consensuar el nombre del nuevo papa que guiará la Iglesia Católica.

Después del humo negro de la primera jornada, se esperaban dos fumatas a lo largo del día: una por la mañana y otra por la tarde. Si una de ellas fuera blanca, significaría que hay un papa electo: uno de los 115 purpurados reunidos en la capilla más famosa del Palacio Apostólico, adornada por obras que incluyen el famoso fresco de "La creación de Adán", de Miguel Ángel.

Decenas de curiosos y fieles rezando se congregaron desde primera hora en la Plaza de San Pedro del Vaticano a pesar de la fuerte lluvia que ha caído sobre Roma estos días.

La renuncia de Benedicto XVI, la primera de un papa en 600 años, parece haber sacudido los cimientos de la Iglesia y no parece existir un consenso claro entre los cardenales sobre si el futuro pontífice debe ser un gestor que ponga orden en el Vaticano o un pastor carismático capaz de inspirar a los fieles en tiempos de crisis.

Durante más de una semana, las congregaciones de cardenales evaluaron a puerta cerrada la situación de la Iglesia con el objetivo de hacerse una idea bien formada del perfil que necesita el nuevo papa, pero los debates terminaron entre dudas y cuestiones sin resolver.

Las finanzas de la Santa Sede, en particular de la banca vaticana, han quedado en entredicho por supuestas acusaciones de corrupción.

Este asunto, unido al famoso caso Vatileaks, el informe redactado por tres cardenales sobre la filtración de documentos confidenciales de Benedicto XVI, ha marcado las reuniones previas al cónclave.