Holanda. Como en otros países con agresiones sexuales certificadas en el seno de la Iglesia católica, ahora se ha comprobado que 20 de los 39 cardenales, obispos y obispos auxiliares holandeses participaron directamente: cuatro abusaron en persona de varios menores; los otros 16 trasladaron de parroquia a sacerdotes pederastas que siguieron delinquiendo.

Una de las víctimas fue una niña de 12 años, quien en los años cincuenta fue abusada tras llevarle hortensias al párroco de su localidad. Él la empujó contra la puerta y la violó brutalmente. Al día siguiente no le dio la comunión, delante de todo el mundo, porque la menor había pecado y debía confesarse. Tras huir de la casa de sus tíos, llegó a la casa de sus padres. Allí la trataron como si fuera culpable. Todavía hoy, en su pequeña comunidad la llaman la hija del Diablo.

"La niña de las hortensias se emancipó, contrajo matrimonio y tiene hijos y nietos; una familia propia encantadora. Salió adelante, pero el pasado siempre pesa", señala Annemie Knibbe, consejera de la Fundación de Mujeres para los Menores Víctimas de Abusos Eclesiales.

"En Holanda hay comunidades cerradas de laicos en las que se observan los votos de castidad, obediencia y celibato, según la regla monástica de San Benito [...] Ahí reclutan a jóvenes que tal vez acaben un día en los seminarios, pero no se les permite desarrollar un juicio moral para resolver el conflicto entre la lealtad a la jerarquía y la protección de la infancia. Se les hace cómplices, porque se arriesgan a la excomunión si denuncian los abusos. Los obispos holandeses garantizan la firma de un código de conducta para el clero, pero estos grupos no lo han suscrito. Es un ambiente raro, con estrechos lazos con el obispado, y unos jóvenes separados de sus familias que dependen material y emocionalmente de la propia comunidad", agrega Knibbe.

La Comisión Deetman cifró en un informe oficial en el año 2011 que hubo hasta 20,000 las víctimas de abusos perpetrados en Holanda por unos 800 religiosos entre 1945 y 2010.

En estos casos, la abogada Noor Geraads indica que las víctimas suelen responder al mismo patrón: “He llevado a nueve clientes que asistían de pequeños a la escuela local. El párroco del pueblo dirigía el coro y participaba en el club deportivo. Y hacía estas cosas. El Obispado de Roermond (sureste del país), al que pertenece la localidad donde abusaron de ellos, acabó reconociéndolo y han sido indemnizados".

"Seis recibieron 100,000 euros cada uno, la suma destinada a los peores abusos. Imagine por lo que pasaron. Pero otros muchos callaron, y no sabemos qué ocurrirá con agresiones antiguas, aún por denunciar. Mayo de 2015 era la fecha límite para presentarlas", dice también.

El obispo nombrado en su demanda, Johannes Gijsen, fallecido en 2013, es uno de los cuatro señalados en un inventario publicado por el rotativo.

NRC Handelsblad publicó la lista de los prelados que cometieron abusos, estos son: Jan Niënhaus, fallecido el año 2000 (Utrecht); Philippe Bär (Róterdam); Jan ter Schure, muerto en 2003 (Den Bosch), y el mencionado Jo Gijsen (Roermond). Todos los casos han prescrito, “pero se ha podido comprobar, entre otros, que el Obispado de Roermond conocía los abusos desde 1969 y no hizo nada por evitarlos”, añade la letrada Geraads.

Portavoces de la Iglesia Católica holandesa reconocen como ciertos los nombres de los prelados, y recuerdan que “desde 2014 los sacerdotes necesitan un certificado de buena conducta para poder trabajar”. Algunas víctimas se sienten aliviadas. Otras intentan superarlo en silencio.