Ya que en la Legislatura hay tanta apertura para justificar legislación utilizando la Biblia como base, con constricción moral hagamos un ejercicio. Citaré el Viejo y el Nuevo Testamento, ya que hay personas que descartan el Viejo Testamento, pues alegan que  ya no está vigente.

Primero, a la cárcel quienes tuvieron hijos fuera de matrimonio, ya que tener sexo fuera del matrimonio es pecado (Corintios 6:18, Hebreos 13:4). Imagine cuántos legisladores estarían en Las Cucharas. 

Chismear también sería delito mortal (Levítico 19:16, Romanos 1:29-32). Mentir sería punible y quien mienta sería hijo del diablo( Éxodo 20:16, Juan 8:44). 

Además, la mujer tiene que llegar virgen al matrimonio so pena de muerte (Levítico 22:20-21, Gálatas 5:19). 

La Biblia también prohíbe consumir cerdo, camarones y otros alimentos (Levítico 11, Hechos 10) –donde quedó claro que, aun luego de la muerte de Jesús, esta abstención continuaba en la Iglesia y la visión permitió predicar a “inmundos” a no consumir de estos animales. 

Igual, la Biblia ordena guardar el sábado (Éxodo 20:8-11, Mateo 5:17, Apocalipsis 14:12). Nunca en la Biblia aparece que se cambió de ese a otro como día de reposo. Quien trabaje sábado debe sufrir la pena de muerte (Números 15:32-36). 

Curiosamente, la Biblia guarda silencio sobre el aborto y la pedofilia, así que en esa sociedad ambas cosas serían legales. 

Claro, que habrá quien me diga que, con exégesis y correcta hermenéutica, estos textos son armonizables e interpretables. Quien así argumenta prueba mi punto. Hay muchísimas interpretaciones de textos medulares, lo cual provoca que existan miles de religiones utilizando la misma base bíblica. 

De hecho, muchas religiones consideran pecado la homosexualidad, pero otras interpretan que lo que se condenó fue el culto a otros dioses echándose en orgías, incluyendo a personas del mismo sexo, lo cual era común en la sociedad antigua. Entonces, ¿cómo decidir lo que sí y lo que no vamos a aplicar? 

El artículo II, sección 3 de la Constitución establece expresamente la total separación de Iglesia y Estado. Esto se adoptó de Thomas Jefferson y su famosa carta de 1803, copiada por la Corte Suprema en Reynolds v. U.S. en 1879 y ratificado en varios casos desde 1947. 

John Locke y Montesquieu lo plantearon antes, pero quienes implantaron esto en el gobierno fueron cristianos protestantes, quienes vivieron en carne propia la época en que una iglesia fue mayoría y perseguía y ejecutaba en la hoguera a quienes tuvieran una fe diferente. 

 ¿No hemos estudiado la historia de cuando la mayoría religiosa abusó de minorías como con Juan Huss, Martín Lutero, Savonarola, Copérnico, Galileo, el nazismo, o contra los anabaptistas por simplemente creer que no se debían bautizar infantes, o de la persecución contra el cristianismo por el paganismo, y la propia muerte de Jesús cuando la mayoría pidió crucificarle? 

¿Acaso no sabemos que hoy día también se persigue a cristianos en países donde no se separa la Iglesia y el Estado? Hasta aquí se tuvo que prohibir el discrimen por religión debido a lo que tenías que enfrentar si no eras de la iglesia popular de entonces. ¿Será que no sabemos nada de historia? 

De los cristianos protestantes fue que surgió el apoyo de la separación de Iglesia y Estado. Para que se pueda escoger su fe y nadie pueda imponer lo que debe o no creer o cómo debe o no actuarse. Es el Estado secular no sectario, basado en los principios universales de la ética, lo único que garantiza esto, la no intromisión. 

Quienes creemos en la libertad religiosa y la libertad de conciencia somos quienes más tenemos que abogar por que el Estado sea secular y que las leyes no sean basadas en creencias dogmáticas, para así poder tener nuestras particulares creencias en nuestras iglesias y que, mientras no afecte a terceros, no se regule mi conducta.

Si yo quiero pensar que el homosexualismo es pecado, ese es mi derecho y nadie puede obligarme a pensar distinto, pero por ley imponer parámetros discriminatorios contra ellos y ellas es un disparate desde la propia perspectiva de quienes creemos que no se deben imponer creencias de otras religiones. 

Ahora, la Iglesia con su activismo reciente demostró su enorme poder de influir en  legislación. Hay áreas universales donde nuestras iglesias pueden aportar enormemente. 

La Iglesia puede ayudar a vecinos en las comunidades con la construcción o reparación de hogares de los necesitados, ayudar a quienes no pueden limpiar su ropa, preparar su comida, dar talleres de oficios y otros para desempleados en la comunidad, de finanzas personales, recogido de reciclaje, tutorías educativas, exigir al Estado mejores escuelas, mejor planificación para evitar el tapón que destruye a nuestros hogares, hacer un plan de país, reuniones cívicas de planes anticrimen comunitarios, etc. 

Sé que algunas ya hacen aportes sociales con fondos propios y propuestas federales, pero hay mucho más por hacer, y con tanta influencia demostrada, ya saben que pueden transformar a Puerto Rico tanto con la oración como con la práctica. 

No deben dejarse usar por quienes les piden el voto por su alegada agenda moralista y lo que hacen es utilizarles para realizar prácticas corrompidas desde el poder. Recuerden a De Castro Font, Roberto Arango y otros, quienes eran férreos propulsores de la agenda de la Iglesia y luego vimos la verdad. 

Dios nos pidió que le dejemos a Él eso de juzgar (Mateo 7:1), hagámoslo. La Iglesia demostró su poder, queda usarlo correctamente, que con el modelaje llegaremos a ver al Maestro.