El pasado fin de semana coincidí en una actividad con el talentoso ilusionista Reynold Alexander. A mí el trabajo de Reynold me encanta, no sólo por lo genial de su arte, sino por su capacidad de comunicar y mantener al público interesado. Es un artista completo.

Yo fungía como maestra de ceremonia, así que mientras Reynold hacia su magia, yo observaba junto al público y disfrutaba de su espectáculo. Un gran show de principio a fin, pero lo que más llamó mi atención, y estoy segura que a la mayoría del público, fue la parte donde el Ilusionista habla del tiempo y su valor en nuestras vida.

Utilizando con mucha creatividad un reloj de arena, logró atención absoluta y aprovechó la misma para exhortar a la audiencia a vivir con intensidad y aprovechar cada minuto de su vida. Lo menos que la gente imaginó era que Reynold fuera a aprovechar el momento de mayor intensidad del show para sacudirles el alma con una invitación a disfrutar la vida.

Uno pudiera sospechar que nos llevan a ese estado de emoción y atención total para sacarse una baraja de la manga o un conejo del sombrero, pero Reynold fue más allá, tocando de forma directa el corazón y la conciencia de todos los presentes.

Tiene Reynold toda la razón, el tiempo lo es todo. Su paso no se detiene, ni espera. Tenemos que acostumbrarnos a vivir a su ritmo y aprovechar las oportunidades que nos presenta. De eso hablaba Reynold, ya no como ilusionista, si no como humanista y persona interesada en poner su granito desde la tarima.

Cada cual decide cómo consume su tiempo de vida. Hay quienes lo desperdician haciendo daño y destruyendo; lastimando a los demás, sufriendo por los éxitos de otros y resintiendo sus dificultades. Ni el tiempo de sueño disfrutan, pues el cargo de conciencia les molesta más que el sonido de la alarma. Otros, invierten su tiempo en tratar de mejorar cada día. Ven los triunfos ajenos como fuente de inspiración y trabajan duro para vencer las dificultades que encuentran en su camino. Sacan su ratito para disfrutar y pasarla bien en buena compañía. Esos, hacen del tiempo un aliado y lo usan a su favor.

Así es como debemos vivir, reconociendo al tiempo como un acompañante inevitable. Una compañía que debemos aprovechar a nuestro favor. El reloj seguirá corriendo y debemos movernos con él, disfrutando cada momento. Que cuando las manecillas se detengan, no tengamos nada que reprocharnos pues hicimos todo lo posible por alcanzar la felicidad.

Acertó Reynold Alexander en colar este mensaje de reflexión en su espectáculo, resultó verdaderamente mágico.