Más allá de la música, el sandungueo, los artesanos y la buena logística que ha tenido la famosa festividad, el tema de este año en las Fiestas de la Calle San Sebastián ha sido el precio de las frituras.

“Qué están bien caras”, que “¿Cómo es posible que cobren $8 por un bacalaíto?”, son algunas de las cosas que se escuchan en cada esquina y en las redes sociales, muchos indignados.

Pero vamos por parte; primero, no es una obligación ir a las Fiestas de la SanSe, usted va porque quiere, porque le gusta, porque quiere ver artesanías, ver algún artista, darse unas frías en este calor de enero, usted tendrá las razones, pero presumo que no va a ir pela’ o porque para ir allí hay que tener el bolsillo contento.

Segundo, siguiendo esa línea, debes tener un presupuesto que te dé para comer, beber, y comparte alguna chulería que veas y $5 pesos no te van a dar, créeme.

Esos mismos $5 que no te dan para ir a los parques de Disney, Universal o darte una escapadita para Nueva York, ni a Miami, donde hasta una botella de agua te sale en un ojo de la cara.

Allá felizmente pagas más de $5 por una botella de agua, mínimo $10 por un hotdog y hasta $6 por un refresquito. El precio de una cerveza ni te lo quiero mencionar.

Entonces, allá sueltas el billete, pero acá formas un berrinche. Y vamos, no estoy diciendo que ese precio está bueno o caro, yo ni bacalaítos como, pero tenemos esa mala costumbre de querer imponerle precio al trabajo de los demás.

Si usted llegó a un quiosco, vio que el bacalaíto costaba $8 y lo encuentra caro, o no estaba en su presupuesto, pues siga para el otro y sin otro ve que el precio sigue en las mismas, tiene un problemita, pagarlo, quedarse con las ganas o ir al supermercado, comprar los ingredientes y hacerlo en su casa. Va a pagar más de $8 en ingredientes, en tiempo en ir a comprarlo más el trabajo de prepararlo.

De hecho, ¿has ido al supermercado últimamente? Los precios de los artículos no son iguales a como estaban antes de la pandemia. Ahora todo está bien caro. Por algo que se llama inflación y por eso es que no vemos los bacalaítos a $1 como costaban en las Fiestas Patronales de Naranjito en 1996, cuando Olga Tañón cantaba “Es mentiroso”.

No soy bueno sacando números sobre gastos, costos, etc., pero el bacalao está bien caro, la harina ha subido de precio, los aceites y la manteca ni se diga, más hay que pagar la empleomanía.

Además, ¿sabes cuánto le costó a esa persona poner ese quiosquito de bacalaítos allí en la SanSe? Yo tampoco, pero créeme no fueron $500.

Nos llenamos la boca diciendo que hay que apoyar al de aquí, pero cuando el de aquí pone precio le decimos “acho, es que hay un pana que me lo deja más barato”. ¡Pues entonces vaya donde el pana!

Pero basta, no haga berrinche por el precio que ponen los demás. Siga pa’lante, que siempre habrá alguien que pague $8, $10 y $12 por un bacalaíto, una alcapurria o una empanadilla -o pastellilo, como le quieras llamar- porque te queda feo hacerlo en el Viejo San Juan y no hacerlo en Disney, Universal o en los Niuyores.