Debo admitir que cumplidos los 60, para bien o para mal, ya no soy el mismo. Hoy amanecí “desbarata’o” como cortesía de la tormenta Laura. Después de María cualquier amenaza de fenómenos atmosféricos exacerba mi Distonía y me da ansiedad, aunque ahora tomo las cosas con más calma.

Esta mañana bien temprano volví al balcón de mis reflexiones y me sorprendió el silencio, la suave brisa y el tímido asomo del sol entre frágiles nubes. Fue entonces que comprendí que el diapasón está más estresado que nunca con el panorama que se asoma.

Mirando las redes leí un fragmento de la historia de Pateco, un sepulturero que tras el huracán San Ciriaco y el gran número de muertes, y así como las epidemias que dejó, recogía y sepultaba los muertos que dejaban los familiares a la entrada del Cementerio de San Juan. De ahí la frase “se lo llevó Pateco”. Hoy caminamos entre pandemias, muerte y múltiples tormentas.

Dos semanas atrás fue el desastre primarista que le dio una puñalada trapera a nuestro sistema electoral y la democracia. El Tribunal Supremo puso como chupeta al presidente de la Comisión Estatal de Elecciones, Juan Ernesto Dávila, aunque muchos reclamaron consecuencias y amonestaciones más severas. Entonces llegaron las “secundarias” con los conocidos resultados, buenos para unos y sorpresivos para otros. Arrancando la semana, los bautizados “Federicos” se llevaron a los ahora exrepresentantes María Milagros Charbonier y Nelson Del Valle, dejando entrever que el mármol del Capitolio podría hacerse añicos con posibles nuevos arrestos, entre ellos un peje gordo.

En solo dos días se dieron a conocer varios contagios de COVID-19 en el PNP. No podíamos esperar menos ante la falta de disciplina de nuestros políticos en la pasada campaña primarista.

El Servicio Nacional de Meteorología anunció el impacto directo de lo que, eventualmente, sería la tormenta Laura. En medio de la amenaza renunció el Secretario de Estado, Elmer Román, y poco después la comisionada del Negociado de Sistemas de Emergencias 9-1-1, Yazmín M. González Morales, dando inicio al abandono del barco tras la derrota de la gobernadora Wanda Vázquez.

En síntesis, tenemos en agenda más arrestos, políticos con coronavirus, un Departamento de Justicia descabezado, cerca de 17 referidos al Fiscal Especial Independiente y las fechas críticas de la temporada de huracanes. Claro, no podemos dejar de lado los problemas del día a día, los apagones, los temblores en el sur, el Departamento del Trabajo, la corrupción, los salideros, la crisis económica resultado de la pandemia, las órdenes ejecutivas para intentar detener los brotes y el inicio de la campaña a las elecciones. Con esos truenos, no hay quien duerma.

No hay que ser un experto para saber que este cuatrienio se perdió entre escándalos, controversia, incapacidad, desgobierno y ausencia de liderato. Tampoco para comprender que venimos de un largo proceso de decadencia de liderato y ausencia de proyecto de país desde hace muchos años. Es por eso que el proceso electoral de noviembre próximo cobra tanta importancia. El mismo podría representar el primer paso para reestructurar el país o nuestro “harakiri” como pueblo.

Es momento de organizarnos, exigirle a nuestros líderes, extirpar el tumor de la corrupción, arrancar de raíz la ineptitud, utilizar el voto inteligente y armonizar las buenas ideas vengan de donde vengan. Hemos demostrado nuestra capacidad y resiliencia en un gran número de ocasiones y hoy tenemos una oportunidad histórica. Es obligatorio dejar de criticar por criticar, dejar de pensar que el patio del vecino siempre es más verde, erradicar nuestro complejo de inferioridad. Ha quedado demostrado que Puerto Rico sigue siendo productivo pese a los gobiernos y las crisis.

Entonces, ¿qué estamos esperando? La salvación de Puerto Rico está en nuestras manos. Si no hacemos nuestra parte moriremos como país y nos llevará “Pateco”.