Lunes, primero de enero de 1973. Eran aproximadamente las siete de la mañana cuando escuché el tímido golpear de la puerta de mi cuarto. Cuando mi padre entró me miró con profunda tristeza y ojos que ocultaban lágrimas y dolor. Así, sin pensarlo dos veces me dijo: -"Roberto Clemente murió". Al ver mi rostro de asombro cerró lentamente la puerta y me esperó.

Yo tenía doce años y vivía fascinado con Roberto. Fueron varias las cosas que rompí jugando solo, ya fuera en el pasillo de la casa o en el patio imitando al astro boricua. Esa mañana lloré hasta el cansancio preguntándole a la vida por qué.

El pasado miércoles el mundo del deporte en general y el baseball de Grandes Ligas en particular vivió un momento histórico cuando todos los jugadores de los Piratas de Pittsburgh le rindieron homenaje llevando el número veintiuno en sus camisetas en el día de Roberto Clemente. Acción que se repitió con otros jugadores y varios equipos. Viendo los reportajes y el inicio del partido entre Piratas y Medias Blancas, por mi cabeza pasaban imágenes de Roberto en su juego, su trayectoria y ese doloroso día de su partida.

Ese día murió el ser físico, el atleta, pero nació la leyenda. Su viuda y ángel de la guarda Vera Cristina Zabala continuó con el legado y sus hijos han luchado por años para mantenerlo vivo. Por razones que no podemos comprender el sueño de la Ciudad Deportiva permanece pululando en la incertidumbre. Y aunque muchos han señalado el incumplimiento de nuestro compromiso con Roberto, otros ven lo ocurrido el pasado miércoles como la gran oportunidad de reciprocar todo lo que Roberto hizo por Puerto Rico y el mundo.

El legado está ahí, vivo y fuerte. El retiro del número 21 en el baseball de Grandes Ligas es ahora una batalla que va tomando fuerza pese a la oposición de algunos, conocidos y menos conocidos. Roberto es mucho más que el mejor jardinero derecho que ha pisado terreno en este deporte. Es uno de los jugadores más inteligentes y completos de la historia. Su lucha por la igualdad y equidad era de frente, respetuosa pero muy firme. El mundo reconoce su valor humano. Es el atleta con mayor número de estatuas como reconocimiento en el planeta. Sobre ciento cuarenta estructuras y áreas en diferentes países llevan su nombre. Así de grande es su figura.

Roberto es la esencia y representación de lo que somos la mayoría de los puertorriqueños. Ese individuo y ciudadano noble, soñador, trabajador, de temple y carácter, dedicado, respetuoso y amante de la patria. Ese puertorriqueño que entrega desde su corazón lo que no tiene para ayudar a sus hermanas y hermanos sin distinción.

Roberto, el hombre, el humanista, el líder, el padre, hermano, el atleta, la leyenda, está más vivo que nunca. Su entrega y sacrificio se ejemplifica cuando ayudamos al prójimo cuando ocurren desastres naturales, en la enfermedad de un desconocido que no puede cubrir sus gastos, en las campañas de recaudación de entidades benéficas que brindan servicios a la comunidad, cuando la injusticia y el abuso se hace latente. En medio de esta pandemia vemos el sacrificio de terapistas, enfermeras y enfermeros, médicos y muchos otros que se han arriesgado y hasta entregado su vida para servir. Ellos y ellas también llevan el número 21 en sus corazones.

Así, cuarenta y ocho años después, la Leyenda de Roberto Clemente nos sirve de ejemplo de lo que podemos lograr si nos unimos como pueblo. Nos toca a nosotros. Es momento de pararnos firmes y seguros en el plato y conectar un extra base “limpio, completamente limpio” como Roberto lo quería.

Hoy en medio de la crisis todos llevamos el espíritu de lucha de Roberto.