Estuvo varios días coqueteando con fortalecerse. La nueva amenaza en el Atlántico no pasaba de ser un inmenso sistema desorganizado, lo que limitaba un pronóstico de trayectoria más certero.

Entonces nos dijeron lo que no queríamos escuchar, “aviso de tormenta para Puerto Rico”. Y, aunque en menor escala, la gente volvió a última hora a abastecerse de alimentos no perecederos y agua. Un comercio vendió entre dos mil quinientos a tres mil generadores eléctricos, lo que deja ver que el pueblo no se comió el cuento de que nuestro sistema eléctrico estaba más robusto y listo.

Isaías continuó con su zigzagueante trayectoria confundiendo a meteorólogos que una y otra vez nos habían advertido de la enorme cantidad de lluvia que traía. Fue una madrugada del miércoles y un jueves que a muchos nos hizo recordar el temor y la ansiedad que nos provocó el huracán María.

Los visuales eran dramáticos. Gente con casas totalmente inundadas, algunas hasta una segunda planta. Ríos enfurecidos que se llevaban todo a su paso y cobrando vidas. Plantaciones arrasadas por las fuertes ráfagas y el agua lo que posiblemente representaba un jaque mate a nuestra agricultura. Un puñal en el pecho para esos trabajadores que no ven un respiro para poder realizar sus sueños.

El agua arropó varios sectores de Mayagüez, Barrio Obrero en San Juan, Manatí, Humacao, Ponce. En fin áreas donde las lluvias del pasado huracán no tuvo un efecto mayor de inundaciones. Los derrumbes eran la orden del día. Varios sectores quedaron incomunicados como consecuencia de los deslaves y muchas áreas obstruidas por árboles y tierra. De energía eléctrica ni hablar. Al principio medio millón quedó sin el servicio y hasta ayer unos 28,000 aún estaban afectados. Hubo hasta ultimátum para resolver el problema, pero no se han cumplido.

Fue entonces cuando resurgió la figura del geomorfólogo José Molineli. Con su enorme conocimiento, enfatizó nuevamente en la mala planificación, el incoherente otorgamiento de permisos, el insistente reto a la naturaleza y su fuerza, la construcción ilegal, la mayoría por necesidad, de estructuras en áreas empinadas, cercanas a la zona costera o en zonas inundables. El desarrollo de vías de rodaje o urbanizaciones alterando y retando el medio ambiente, para luego exigir que el gobierno resuelva.

El desconsuelo y el dolor de ver familiares, amigos y ciudadanos hermanos destruidos emocionalmente al ver el esfuerzo de toda una vida correr río abajo, por “el barranco”, o los cultivos aplastados por el tiempo, es un tanto mitigado por héroes que arriesgan sus vidas para salvar la de otros. Por gente que le tiende la mano al vecino para limpiar el hogar. Por niños y niñas -como Penélope- que hablan ante las cámaras de televisión con más madurez, inteligencia y entereza que mucho de nuestros llamados líderes. Escuchar de su espíritu combativo la frase “lo que se perdió es material y tenemos vida para seguir que es lo importante”, nos llena de fe y esperanza.

Esta vez no voy a criticar. Solo pido reflexión para entender de una vez y por todas que tenemos que reestructurar un país entero. Planificar con orden e inteligencia y no hacerles más heridas al medio ambiente y la naturaleza. Ya no es asunto de mañana y aquellos que no lo entiendan y nos sigan vendiendo cuentos no merecen estar ahí.

Podemos hacer un Puerto Rico con desarrollo y en armonía con la naturaleza. Los futuros fenómenos atmosféricos serán más grandes y más fuertes y hay que vivir con esa realidad.

Gran parte de la crisis es debido a una mala planificación. Es nuestra responsabilidad. Como decía mi mamá, “la culpa no es de la estaca si el sapo salta y se ensalta”.